Tengo una pareja de amigos que aman transitar las carreteras en su camioneta vieja, vieja, en la que todo cabe. Cada que recorren la vía terrestre del país, también disfrutan algo más, quedarse en un motel a pasar la noche… No les gusta pagar hoteles lujosos, son unos personajes. Les gustan esos, los hoteles de la carretera, los que desde mirarlos te cuentan una historia sudorosa, cutre, ardiente, de tragos y amor, de exceso, de escape, de cuerpos trémulos, de caricias danzantes.

Ahí, a la mitad de nada, en los que el grito y las ansiedades se pierden en la vegetación, subiendo por alguna rama, por las hojas, o se clavan sofocados en la tierra, se dispersan en el aire o la obscuridad los acoge en el reverberar y en sus ecos.

Mis amigos no me han contado gran cosa, más que su afición, y que desde un principio, llegan al mostrador y piden la habitación para toda la noche, no por unas horas. ¿Se puede? Para que no vayan a ir a tocarles a mitad del sueño, que porque ya se les acabó el tiempo. Qué terrible sería.

Al transitar la carretera, se pueden encontrar excelentes sitios con nombres generosos a la imaginación y a ese sabor que tiene el mexicano: El Rapid Inn, es uno de ellos. No le pude tomar una foto al paso, porque iba manejando, pero somos muy, muy ingeniosos. Ese se veía lindo, pero no sé por qué tengo la impresión de que las aficiones de esta pareja de personajes son más ‘sencillas’, llamémosles así.

En cuanto al regusto que tienen ellos, mis amigos, trato de representármelo pausadamente con espíritu morboso, ¿por qué no? ¿Acaso no seremos así los demás al pensar en parejas o personas –en lo individual- que hacen las cosas distintas a nosotros? Desde luego.

No me imagino si los olores, como comentábamos la ocasión pasada y lo que deja cada quien sobre sí mismo en un sitio, no obstante las sábanas estén lavadas (a saber), el piso, las cortinas, los muebles que acumulan huellas, quizá algún cabello, historias, escenas, instantes, sea lo que los motiva. Lugares que cerrados reúnen agitación humana, vibras y pensamientos sin freno… Sitios que son templos de pasión acumulada, para bien o para mal… Y echar a volar la imaginación al encontrarte en una habitación destinada a espacios extremos.

En la ciudad las cosas son distintas con los hoteles de paso, que al cabo, de paso todos lo son; sin embargo, quiero hacer hincapié en la carta de bebidas y servicios que ahora se puede encontrar o dar con uno de golpe, en la mesita de la habitación. Una verdadera maravilla. Tan solo porque hace brotar a la turba caprichos que llevamos dentro, aún sin estar en plena carretera, e independientemente de que no se solicite nada y vaya una bien preparada con todo su arsenal o una botella de champagne, ¿por qué no?, que si vas a hacer bien las cosas, a hacerlas bien y no con pichicatés.

Obvio, compro la botella en otro lado, no le pagaré al hotel por una. La preparación para el ritual cuenta tanto, es tan importante. Pero llegar y ver la carta, con los aceites para masaje y corporales para el romance, otros que son afrodisíacos, otros lubricantes… Leo los nombres: Fresca sandía, mordía ya su tetilla; Canela seductora, transitaba la espalda para un beso negro; fresas con crema, ya besaba a mi gusto la trinidad de su sexo.

Y qué tal, escrito está el menú: kits afrodisíacos, lubricantes o el del placer, que entre otras cosas trae polvos mágicos y plumero… De verdad, yo me moría de risa… Por favor, ya estoy al teléfono, solicitando un plumero… Si, el del kit del placer, por favor…

Luego encontré algo que me ruborizó: Anillo vibrador desechable, pero qué ignorante soy, me dije, no se me había ocurrido que fueran para usar, lavar y guardar.

Para luego es tarde. Encontré también: Acelerador de vaginas por solo 230 pesitos. ¡Vaya! Más barato que el Retardante para Hombres, de 260. No, bueno… Qué acoplamiento, algo así como para ¿desfallecer al mismo tiempo? Ya empieza mi mano a volar, sensible al tacto de esa piel que me enajena… A la tina, a la tina, aunque el agua esté caliente, para desplumar a esta mujer ya enfebrecida, para intentar que se controle. Comentarios: celiatgramos@gmail.com

(Publicado originalmente en mi columna Mujeres en busca de Sexo, en El Sol de México y diarios de la OEM)

Comentarios: eliatgramos@gmail.com

La redacción de Vive Mérida reconoce y agradece la generosidad de la escritora y periodista Celia Gómez Ramos por permitir que su texto sea replicado en nuestro portal. 

ENLACES RELACIONADOS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *