Por: Edgardo Flores
El pasado 8 de agosto, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer los datos preliminares sobre las defunciones registradas en México durante el 2024. Si bien son datos previos que podrían variar, la realidad, es que muestran un panorama al cual es necesario prestarle la debida la atención en el apartado de muertes por suicidio en el Estado de Yucatán, ya que, con una tasa de 14.2 muertes por cada 100,000 habitantes, se ha situado, tentativamente, en el primer lugar a nivel nacional.
Si hacemos un recuento de los datos que se tienen en años anteriores, Yucatán ha mantenido tasas elevadas de muertes por suicidio, que lo han situado –en los últimos 5 años– en los tres primeros lugares a nivel nacional:
Año | Tasa de muertes por suicidio por cada 100,000 hab. | Lugar de Yucatán a nivel nacional |
---|---|---|
2020 | 10.2 | 3er. lugar |
2021 | 14.5 | 2o lugar |
2022 | 9.6 | 2o lugar |
2023 | 14.3 | 2o lugar |
2024 | 14.2 (preliminar) | 1er. lugar |
Con excepción del 2022, donde las tasas de muertes por suicidio disminuyeron en forma significativa (9.6 por cada 100,000 habitantes) y 2020, con una tasa de 10.2 por cada 100,00 personas; las tasas en Yucatán se han mantenido por encima de las 14 muertes por cada 100,000 personas, ubicando al Estado en los primeros lugares.
¿Qué está impidiendo que las tasas disminuyan? ¿Cuáles son los factores que mantienen la presencia del riesgo suicida en altos índices en nuestro Estado? ¿De quién es la responsabilidad de que esta problemática social no esté siendo atendida en forma favorable? ¿Por qué si Yucatán tiene una tasa de 2.7 por cada 100,000 habitantes de muertes por homicidio – el último lugar a nivel nacional – hoy se presenta como el Estado donde las personas mueren más, estadísticamente hablando, por suicidio?
Estos datos son, definitivamente, un reflejo de que, aunque existen acciones, deseos, buenas voluntades, quizás ha faltado una estrategia unificada, y sobre todo, basada en evidencia, que permita impactar verdaderamente en esta condición social. Recordemos que la Organización Mundial de la Salud habla del suicidio como un problema de salud pública, por lo tanto, requiere del actuar de los distintos sectores de Gobierno, y también los de la Sociedad Civil, las empresas, los colegios, los espacios culturales, deportivos, centros religiosos, comunitarios, políticos, las personas con influencia social, etcétera.
Se acerca septiembre, y desde el deseo de contribuir, se abrirán espacios formativos, de sensibilización: se darán charlas, conferencias, se realizarán mesas de reflexión, se presentarán resultados de investigación, se compartirán experiencias por parte de personas que han experimentado el riesgo suicida y lograron, a través de distintas estrategias, reducir la presencia de esta condición, al igual, que la voz de sobrevivientes (personas que han perdido a seres queridos por suicidio) que buscan romper con los silencios, mitos, estigmas y tabús que hay alrededor del fenómeno suicida.
¡Sí! Se hará muchas de estas acciones. El 10 de septiembre muchas personas tendrán moños amarillos como muestra de la visibilización… ¿pero es esto suficiente?, ¿Realmente estas acciones están teniendo un impacto en la reducción de las muertes por suicidio en nuestro entorno?
Sin acciones integradas, todo queda en un momento. Sin seguimiento, todo se diluye con el tiempo.
Sin procesos de evaluación, no sabremos cuáles son las acciones que demuestran eficiencia y cuáles no. Sin datos fidedignos, ¿cómo desarrollamos políticas públicas que realmente den una respuesta científica a una problemática que requiere una respuesta integral y eficaz, y no únicamente buenos deseos y voluntades entusiastas?
El suicidio es un fenómeno que ha demostrado ser complejo. No hay una sola causa que lo explique, cualquier intento de reducirlo a pocas variables puede caer en el riesgo de reduccionismo. Sin embargo, esto no significa que no se pueda estudiar, detectar factores de riesgo comunes a un entorno, encontrar variables sobre las cuales se puedan realizar acciones, y con ello ser más eficientes con los recursos que se tienen, tanto humanos, materiales como económicos.
¡Necesitamos hacer ciencia! Sin un observatorio que nos dé luz, únicamente estamos intentando «pegarle a la piñata con los ojos vendados». Porque, al final, vemos números y más números; números que sitúan a Yucatán en los primeros lugares desde hace años, pero para la pregunta del por qué, no se tienen respuestas claras, sólo suposiciones, teorías, hipótesis.
Con el afán de incentivar la reflexión, compartiré hipótesis, que no pretende explicar por completo las condiciones que influyen en que las tasas de muertes por suicidio en nuestro Estado se mantengan:
Consideremos que Yucatán es un lugar donde las diferencias económicas suelen ser altamente significativas; tenemos uno de los salarios más bajos a nivel nacional, pero con un crecimiento desmedido en los costos de vivienda (por poner un ejemplo). Es un Estado que ha presentado altas tasas de discriminación, manifestada en clasismo, racismo, segregación, exclusión y xenofobia. Es un Estado donde las violencias no letales se manifiestan de distintas formas (ojo con el dato de muertes por homicidio): machismo, violencia de género, violencia hacia las infancias y adolescencias.
Existe una imposición de paz (happycracia), en un entorno donde la mayoría de las personas presenta grandes dificultades para obtener los recursos necesarios para su subsistencia, donde se tienen que pasar varias horas para llegar a sus lugares de trabajo o a sus hogares; donde hay que tener una segunda o hasta tercera fuente de ingreso para que alcance.
Consideren que también ocupamos primeros lugares en obesidad, no sólo adulta sino también infantil, así como en diabetes e hipertensión, condiciones de salud que podrían ser prevenidas, pero que traen una serie de afectaciones no sólo para quien las presenta, sino para el entorno familiar.
Los indicadores de depresión, ansiedad y estrés en la población yucateca también son altos. Se ha ido diluyendo, gradualmente, el sentido de identidad y pertenencia. Diversos espacios educativos y laborales presentan situaciones de bullying y mobbing. El consumo de alcohol es alto en nuestro Estado.
Los mecanismos para la construcción de vínculos afectivos se dan desde mecanismos de violencia, de posesión y de control, y las rupturas son experimentadas como catastróficas. La falta de atención en posvención también contribuye; aún vivimos entre estigmas, mitos y tabús. Los medios de comunicación aún no se unen para plantearse un compromiso social de generar un proyecto que promueva un efecto Papageno.
Tenemos en nuestro Estado diversos factores que, al mirarlos en conjunto, podrían considerarse un «caldo de cultivo» para el riesgo suicida. Aquí he mencionado algunos que alcanzo a observar, pero estoy seguro que no veo todos los elementos que podrían estar contribuyendo.
Frente a todo esto: ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué voy a hacer yo? ¿Qué vas a hacer tú? ¿Cuál es tu frente? ¿Cuál es tu rango de influencia? ¿Cuáles son tus recursos? ¿Desde qué posición puedes contribuir? ¿Cuáles van a ser las variables que necesitamos atender? ¿Cuáles van a ser las estrategias que se aplicarán? ¿Cómo se evaluarán? ¿Cada cuándo se harán los análisis que nos ayuden a saber si las acciones han sido eficientes o habrá que modificarlas? ¿Cuándo empezaremos a trabajar en conjunto con un mismo objetivo y una misma misión? ¿En qué momento como sociedad vamos a unirnos y a exigir que más sectores se unan? ¿En qué momento exigiremos políticas públicas basadas en evidencias científicas para generar recursos que, en verdad, atiendan una urgente necesidad?
Tenemos, en verdad, un desafío que nos involucra a todas y todos. ¿Esperaremos a que alguien cercano muera para actuar?
En nada favorecerá divulgar una perspectiva sensacionalista o de pánico. Lo que necesitamos es una respuesta comunitaria, no únicamente señalar a quien creamos culpable de las tasas que se mantienen en nuestro Estado. Recordemos una de las frases que más se repiten en la suicidología: «El suicidio no es culpa de alguien, sin embargo, es responsabilidad de todas y todos».
Que esta realidad nos lleve a «destruir muros y construir puentes».
Documento base: Estadísticas de Defunciones Registradas (EDR). 8 de agosto de 2025. INEGI:https://en.www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2025/edr/EDR2024_RR_ene-dic.pdf
Edgardo Flores es psicólogo por la UADY, maestro en Ciencias de la Familia por el Instituto Superior de Estudios para la Familia, así como especialista en suicidología es miembro activo de Papageno, Asociación de Profesionales en Prevención y Postvención del Suicidio de España, fundador y ex-presidente de la Asociación Yucateca de Suicidología.
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Buenos días!
Soy prof de Educación Basada en la Conciencia (EBC). Les sugiero que consideren este programa de desarrollo implementado en las escuelas (175,000 estudiantes ya lo han aprendido en Oaxaca, y en Michoacán el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) lo ha implementado durante tres años). Actualmente me encuentro en Mérida y estoy disponible para encontrar profesionales e informar sobre EBC, que es una solución a muchos problemas individuales y sociales.
Dejo mi celular:
4431001730
Unos vídeos:
https://youtu.be/QBUHwtUL6bo?si=HdOqkq4RNUQmD9zE
https://youtu.be/8JIqwdejoHo?si=ki59fWqgQg-hPH3D
https://youtu.be/LIKfm2PaosI?si=sbY1dy0qLvbeFzzk
https://youtu.be/VT7LPN0MI-U?si=7bZYujP9lNtD2eJQ
Saludos cordiales.