Una de las leyendas más importantes en nuestro país tiene como protagonista a un marsupial amado por muchos y repudiado por otros: la zarigüeya, tlacuache o “zorro”  (como se le nombra en Yucatán).

La palabra tlacuache proviene del náhuatl tlacuatzin (tla, fuego; cua, mordisquear, comer; y tzin, chico) que significa “el pequeño que come fuego”.

A este animalito los antiguos pobladores del México prehispánico le atribuyen la gracia de habernos entregado el fuego y gracias a ello poder alimentarnos con alimentos cocinados y no crudos, pues como un Prometeo a la mexicana este valeroso marsupial se valió de su colita prensil para tomar un pedazo de madero encendido y llevarle al pueblo brasas que les harían encender la primera hoguera. Sin embargo, al paso del tiempo y en diversas ciudades, estos mamíferos de curioso rostro y vivaz mirada dejaron de ser héroes de la mitología antigua para convertirse a ojos de quienes no les conocen a fondo y les comprenden, en peligrosos enemigos del pueblo.

Nada más lejano de los verdaderos atributos de la zarigüeya. Quienes los matan con crueldad, a pedradas o arrojándolos a los perros, quienes los arrollan con sus autos y quienes se atreven a envenenarlos, remotamente están de dimensionar todos los beneficios que esta especie nos aporta a los humanos, como en aquellos ancestrales años es primordial regresarles su carácter heroico y valorar todo lo que nos beneficiamos del mal llamado  “zorro del bosque”.

La ignorancia está disminuyendo drásticamente su población

Se les acusa de perturbar la paz de nuestros bellos botes de basura, de ser feos, de oler mal, de robar gallinas y de transmitir la rabia –como si ésta fuera a transmitirse tan sólo de mirarlos-.

Estudiosos de estos fascinantes marsupiales explican que la zarigüeya yucateca cuyo nombre científico es Didelphis virginiana, es escasamente susceptible a adquirir la rabia y que si bien no es inmune es prácticamente imposible (debido a su temperatura corporal) que pueda ser portadora de la enfermedad y mucho más difícil aún que la transmita a un humano. Es así como el mito de que podrían contagiarnos por mordidas o rasguños queda anulado.

Su presencia nocturna, pacífica y omnívora coadyuva al ecosistema manteniendo un equilibrio ambiental absolutamente indispensable. Dispersadores de semillas gracias a su fascinación por diversos alimentos entre los que se destacan las frutas, sus hábitos alimenticios incluyen también otros pequeños animales como ratoncillos, arañas, serpientes o alacranes. Debemos agradecerles ampliamente el incluir en su dieta a la chinche transmisora de la enfermedad de Chagas (tripanosomiasis americana), tan agresiva y fatal para las personas.

Si estas razones no fueran suficientemente convincentes, aquí dejamos algunas más que nos comparte la organización People for the Ethical Treatment of Animals (PETA)

Descubre aquí cuatro grandes razones para ser amables con las zarigüeyas:

1.      Son nuestros recolectores de basura gratuitos. Las zarigüeyas son comedores oportunistas, lo que significa que comerán gustosamente las sobras que tiran los humanos, ayudando a mantener las calles más limpias. También se comerán a los animales que los humanos han matado en las carreteras.

2.      Las zarigüeyas no muerden a la gente, ni transmiten la rabia, así que no tengas miedo si tienes un encuentro cercano con uno de estos dulces animales.

3.      Las zarigüeyas madres probablemente estén cargando a sus bebés en sus bolsas. Las zarigüeyas son marsupiales, lo que significa que las madres transportan a sus bebés en marsupios o bolsas cuidadosamente escondidas en sus cuerpos durante varias semanas. Las personas que las atormentan y matan a menudo no se dan cuenta de que están condenando a los bebés a una muerte lenta y agonizante.

4.      Como la mayoría de la fauna silvestre, las zarigüeyas ya están amenazadas por la pérdida de hábitat debido a la invasión humana, ser arrolladas por vehículos y ser atacadas por otros animales, incluyendo perros de compañía sin correa. Lo mínimo que podemos hacer es no matarlas simplemente por existir.

Si alguna zarigüeya visita tu jardín o tu casa, te suplicamos te comuniques con organizaciones especializadas para su captura y que no las asesines pues son inofensivas y muchas veces son madres que portan a sus bebés en su bolsa marsupial y están buscando alimento. ¿Acaso nosotros no hacemos lo mismo?

Un animalito que merece todo nuestro respeto

No podemos obligar a nadie a quererlas y gustar de ellas, pero si estamos en el deber de exigir respeto; el respeto que merece todo ser viviente.

La ignorancia de las personas y sus miedos sin fundamento incluso han llegado a catalogarlas como ratas gigantes que son una plaga, se han reportado casos de crueldad tan terribles como quemarlas vivas con todo y sus crías dentro del marsupio (bolsa externa que tienen en la zona del vientre las hembras de los mamíferos marsupiales, en la que mantienen y alimentan a sus crías durante varios meses después del nacimiento), o colgarlas como piñatas para darles de palos.

Existen muchas maneras de ayudarlas a sobrevivir y reproducirse y una de esas cosas es dejarlas en paz y no agredirlas, procurar su curso libre mientras las vemos desplazarse, disminuir la velocidad a la que conducimos, sobre todo en zonas frecuentadas por ellas y de noche y mantener a los animales de compañía como perros y gatos bien alimentados y dentro de casa, para que no se sientan tentados a agredir alguna zarigüeya por hambre. Ten en cuenta que como mecanismo de defensa ante el peligro se hacen pasar “por muertas” y eso debe ser corroborado antes de tomar alguna acción con su cuerpo pues las hembras suelen llevar a sus bebés dentro del marsupio.

El llamado es a recuperar la devoción que los pueblos mesoamericanos tuvieron hacia el único marsupial nativo de nuestro país, que nos enternece por su protección maternal y por todos los beneficios que procuran al medio ambiente, por su protagónica participación en el control de plagas, por llevar las semillas que nos alimentan a múltiples rincones y por formar parte de la cadena alimenticia de mamíferos más grandes que sin ellas tampoco podrían existir.

No permitas que la mala reputación o las leyendas urbanas acerca de estos fascinantes y útiles didelfos hagan eco en tu sentido común, pues al igual que nosotros los humanos, ellos sólo buscan su seguridad, procurar su alimento y supervivencia y por supuesto, proteger a sus crías. 

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