La emblemática bebida yucateca que cautiva a los foráneos con su origen legendario.

Era singular que tras la reunión de padres de familia en el colegio religioso de Mérida, allá por el año de 1989, los abstemios Laura e Ignacio volvieran maravillados no solo por las bellas moradas del Paseo Montejo, la imponencia de Chichen Itzá, o la hospitalidad de sus anfitriones, sino por un licor cuyo nombre —a oídos de una niña de 9 años— sonaba tan atrayente como impronunciable.

—Xtabe… ¿qué? —decían invariablemente sus invitados, quienes al término de la cena eran sorprendidos con una copita de esa bebida elaborada con miel de abejas meliponas, las cuales extraen el néctar de la flor llamada justamente «xtabentún» (palabra de origen maya que significa ‘lianas que crecen en la piedra’), y un toque de anís.

El digestivo era acompañado por una taza de café y la leyenda sobre su origen: «se dice que había dos doncellas disímiles entre sí: la primera, Utz-Colel, era casta y pura, aunque abusiva con sus subordinados, por lo que al morir, su cuerpo despidió un olor insoportable. La segunda, Xtabay, tenía un corazón muy bondadoso, a pesar de su mala reputación, y usaba el dinero que le daban sus amantes para ayudar a los pobres, así que al fallecer, su cadáver emanó un aroma floral delicioso, igual al de esta bebida».

Pasarían años para que la niña que tantas veces oyó esa leyenda, pudiera probar el licor, y lo hizo acompañada de su hermano, el que llegó 9 meses después del viaje de sus padres a tierras yucatecas… ¿efecto Chac Mool? Puede ser, pero bastó un sorbo para que ambos comprendieran la razón por la que todos quedan siempre «xtasiados» por el xtabentún.

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