Lun. Oct 13th, 2025

Hoy iniciamos una nueva columna, de una persona que decidió ser maestra, una profesión en la que es indispensable tener vocación de servicio y actitudes como: empatía, creatividad, responsabilidad, amor por los seres humanos, dispuesta a dar de su tiempo, dinero, esfuerzo, decidida a gozar y divertirse en su trabajo.

Sí, así tal cual es mi forma de ver, pensar y sentir después de 36 años de servicio a la niñez, sobre todo en el área que di todo de mí: educación especial. Un nivel del que poco se habla, que durante mucho tiempo fue relegado al último dentro del sistema educativo mexicano.

Pertenezco a la última generación de estudiantes que entró a la Normal de educadoras al concluir la secundaria. Una generación en donde nos enseñaron cómo enseñar, a través de ritmos, cantos, juegos, respetando el desarrollo de la infancia, usando técnicas, didáctica, manualidades, dinámicas de grupo, que las actividades fueran vivencias para toda su vida.

Al finalizar esa etapa como estudiante de educación preescolar, el ejemplo de mi mamá, que ejercía en educación especial, tuvo un impacto importante para mí y decido estudiar la licenciatura en audición y lenguaje.

Hoy puedo decir con orgullo y satisfacción que aunque tuve que trabajar muchas horas en casa, salir de la escuela después del horario para dejar listo lo necesario para la clase del día siguiente, poner de mi dinero para tener material, preparar masas, dibujos, tarjetas, juegos didácticos… Nada de eso fue impuesto, sino una decisión porque mi trabajo me gustaba.

¿Qué ha ido cambiando de mis inicios al momento actual en el ámbito educativo? Han cambiado muchos factores:

  • Madres y padres de familia ya no confían en la labor docente, ahora le exigen lo que ellos consideran que es mejor para su hijo(a), no colaboran cuando se les solicita algún material o algo de casa, no les gusta ir a trabajar una mañana con sus hijos, no quieren que los niños se ensucien…
  • Las autoridades están más enfocadas en documentos administrativos repetitivos y que además muchas veces no muestran los verdaderos avances y necesidades de los alumnos

Cada vez es más difícil y de alto riesgo ser ejercer esta profesión. Nos exponemos a agresiones físicas dentro del aula porque los alumnos aún no controlan sus emociones e impulsos, los padres en ocasiones nos gritan en vez de pedir educadamente o de establecer un diálogo, si le pedimos a los padres apoyo en algunas actividades tan simples como los hábitos de higiene se enojan, se sienten criticados; a pesar de que estos hábitos y habilidades les servirán para la vida cotidiana a sus hijos.

Hoy en día, ser maestra es una profesión señalada por la sociedad, se señala al personal docente de no hacer su trabajo y, aunque como en todo habrá quienes sí lo hacen bien y quienes no, nos miden a todos por igual. A todo esto, también se suman compañeros con competencias desleales, celos profesionales, diferencias salariales… Todo esto, se los dejo para la reflexión y por este medio seguiré contándoles las peripecias de una maestra… ahora jubilada, pero que disfrutó de su profesión hasta el último día.

Maestra de educación especial. Jubilada

Ama la playa y desde que está jubilada disfruta su tiempo para leer, hacer ejercicio, estar con su familia y escaparse al mar.

En su juventud fue maestra de ballet.

4 thoughts on “Ser maestra, como una vocación de vida”
  1. Hola, Silvia somos del mismo salón de Audición y Lenguaje, soy Cecilia Margarita, te felicito e igual que tú felizmente jubilada. Un abrazo.

  2. Querida amiga:
    Leerte es como asomarme a un espejo donde se reflejan nuestras luchas, alegrías y también las cicatrices que nos deja la docencia. Tienes razón: hoy ser maestra es caminar con la mirada de la sociedad encima, muchas veces sin distinguir la entrega de quienes día a día damos más de lo que se nos pide. Nos miden parejo, como si fuéramos un solo rostro, sin reparar en las manos que construyen con paciencia y amor.

    También hemos tenido que lidiar con esas competencias desleales, con celos que no deberían caber entre quienes compartimos vocación, y con desigualdades que duelen. Pero pese a todo, lo más valioso permanece: las habilidades que sembramos en nuestros alumnos, que les servirán para la vida cotidiana, mucho más allá de un examen o un grado escolar.

    Admiro tu forma de nombrar estas verdades ahora que te encuentras jubilada. Te leo y pienso que, aunque hayas cerrado esa etapa formal, tu voz sigue siendo la de una maestra que no se apaga: sigues enseñando, sigues compartiendo, sigues inspirando.
    Gracias por recordarnos que esta profesión, a pesar de sus pruebas, vale la pena hasta el último día.
    Con cariño y respeto, Mimí Serrano.

  3. Sé lo mucho que amaste tu profesión y lo entregada que fuiste, ojalá y muchos maestros fueran así.
    Ahora disfruta de tu merecido tiempo de jubilada haciendo otras cosas que igual te llenen y te hagan feliz sabiendo que cumpliste más que bien, excelente.

  4. Amiga! Tengo el gusto de haber trabajado contigo, empezamos juntas y tienes mucha razón, somos maestras de vocación y nos gusta hacer las cosas bien. Antes no había envidias, todas nos ayudamos y desinteresadamente por eso nos une una linda amistad con mucho cariño, aprendimos de excelentes maestras.

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