Los funcionarios de casilla, la pieza clave de las elecciones

El INE y el IEPAC en Yucatán, como en toda la República, le sufrieron para completar a los funcionarios de casilla, y andaban rogando que se participará en el proceso electoral, y al final haya sido como haya sido se logró que las elecciones se llevaran a cabo.

Sin duda, convocar a los funcionarios de casilla es a todas luces el reto más desafiante para enfrentar en cada elección, porque más allá del INE o los institutos electorales estatales, al final son ellos la clavija que conecta el aparato electoral que ilumina el todo el proceso.

Ser funcionario de casilla es un trabajo arduo con capacitación deficiente, no por falta de capacidad de los capacitadores electorales, sino por la complejidad del proceso, que va desde la instalación de la casillas, hasta empacar el último papel que se exige, pasando por un llenado de actas que justifiquen la existencia de cada uno de los votos computados.

Capacitación que en un país donde nuestros niveles educativos son bastante deficientes resulta que, si aún en los estratos de la población más letrados fue complejo, no se imagina en las zonas donde la educación apenas pernea, ante un proceso que dice asegurar la legalidad de las elecciones, pero que este lo hace más complejo y corrupto, por el exceso de la burocracia electoral que empuja a la negligencia y la omisión.

Las competencias de los funcionarios de casillas

El trabajo de los funcionarios de casillas requiere ciertas competencias como la lectoescritura,  las matemáticas, la actitud de servicio y la empatía entre otras, porque el trabajo requiere especialización para: recibir a los votantes, verificar su presencia en la lista nominal, entregar boletas, explicar en muchos casos cómo votar, dar atención especial a personas de la tercera edad o con alguna discapacidad, recibir malos tratos, asegurar que los votos hayan sido insertados correctamente en las urnas correspondientes, sellar credenciales, entintar los dedos y dar las gracias por ser partícipes del proceso.  

Sin embargo, esta tarea fue la parte fácil, después venía el verdadero reto: contar los votos por urna. En estas elecciones, en Yucatán, se entregaron seis boletas por cada votante porque además de las federales, también había elecciones estatales, por lo tanto, cada sufragante emitió seis votos y hubo que contar uno por uno los seis votos emitidos por el votante, y para ello se tiene que dividir las boletas por partidos, coaliciones, candidatos independientes y nulos, para tener el resultado final.

En el supuesto de que una urna tiene alrededor de 500 votos, el conteo puede llevar una hora por cada una, lo que se suma al resto de la jornada, esto es: si la casilla cerró a las 18:00 horas y la instalación empezó a las 7:30 los funcionarios ya llevaban 10 horas y media trabajando, y todavía les faltaban otras 7 u 8 en lo que escrutan las urnas, se llenan las actas y publican los resultados, y se recoge la casilla.  

A todo esto, se puede sumar al proceso: desacuerdos con los representantes de los partidos, enojos de los votantes, incluso violencia que va desde el robo de urnas hasta poner en riesgo la propia vida, porque un grupo criminal puede entrar, y sin más: disparar.

Por las razones dadas se entiende que no se quiera ser funcionario de casilla, sin embargo serlo para quienes lo fueron en estas elecciones, es probable que hayan estado cansados, pero satisfechos de un deber cumplido, aún con su complejidad y los resultados. Para los convocados que no participaron porque era mucho trabajo, trabajaban ese día o les dio flojera: se perdieron la oportunidad de comprender mejor qué significa el voto y la democracia, más allá de los partidos y sus candidatos.

Lorena González Boscó, comunicóloga, internacionalista, profesora universitaria, constructora de ciudadanía, periodista, amante de los perros y amiga de los gatos. «Siempre he creído que más vale gente comprometida que capaz, porque la comprometida se hace capaz, pero la capaz no necesariamente comprometida.»

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