Los espacios públicos son de los ciudadanos, y quien pretenda cobrar por ellos comete un fraude ante la ciudadanía.
Durante un poco más de un año, en distintos puntos de Mérida, una vez al mes se llevó a cabo la Bazarita, un bazar donde la comunidad LGBTQI ofrece desde comida hasta juguetes eróticos pasando por un divertido show de Drags, lo que hace de este evento un lugar para el emprendimiento y el entretenimiento, pero más allá de eso, un sitio de comercio seguro para los miembros de esta comunidad.
La Bazarita LGBTQI, inició con 11 puestos en mayo del 2021, y hoy ya lleva más de 40, lo que es una pequeña muestra de la existencia de esta comunidad en el estado y reafirma el conteo del INEGI de que por cada 100 yucatecos 8 se asumen como parte de ella, lo que coloca a la entidad en segundo lugar en el país en este sentido.
Sin embargo, esta iniciativa está en riesgo de desaparecer, pues de un día para otro el Ayuntamiento de Mérida solicitó que paguen por el espacio que ocupa 1,300 pesos por cada 100 personas que acudan al evento, como si de antemano se pudiera saber cuánta gente va a asistir.
También al evento se le exige un contrato para el espectáculo de las Drags, pero ellas no cobran un peso a las organizadoras del evento por llevarlo a cabo, por el contrario ponen más de lo que reciben, pues cada vez que se presentan se caracterizan de una temática distinta lo que implica un atuendo nuevo que cuesta, y aunque al final del espectáctulo se le pide al público un donativo voluntario, éste seguramente no alcanza para sufragar el gasto, pero más allá de eso, se trata de una libre expresión de su arte y esto es un Derecho Humano inalienable.
Igualmente se solicita que el evento cuente con una ambulancia y un extintor en cada puesto, en este sentido bastaría en todo caso con un paramédico y un par de extintores. Del mismo modo se solicitan baños porque el evento se lleva a cabo en parques o plazas públicas.
Es evidente que por más que hagan una buena venta quienes participan de la Bazarita LGBTQI, no se hacen millonarios con ello, pero si les significa quizás el pago de una despensa de la semana o algún servicio, y si las cosas no van bien, de menos pagar por el stand del evento la cuota necesaria para sufragar los costos de la renta de las carpas y el sonido que ameniza el mismo, no se trata de las empresas que pueden pagar un lugar en el Centro de Convenciones del S.XXI.
¿Por qué tiene que haber un bazar exclusivo para la comunidad LGBTQI?
La respuesta aunque parece obvia, para muchos sigue sin ser clara: es por la discriminación que hay hacia esta comunidad y por ende son un blanco de agresiones, sino fuera así, seguro habría mejores oportunidades de acceso a trabajos libres de acoso, y serían respetados sus derechos, que son los mismos que marca la Constitución para todos, pero que insistimos como sociedad ignorar para algunos, porque no nos gusta lo distinto, aunque todos y cada uno seamos diferentes y únicos.
Si en la óptica de las autoridades se considera que esta comunidad es vulnerable social y económicamente ¿por qué lejos de poner piedras en el zapato a este tipo de eventos, les otorgan espacios más propicios para su organización y se asegure su visibilidad? Porque de eso se trata la Bazarita LGBTQI, de que la comunidad pueda ser vista y se avance decididamente a su aceptación como sujetos de derechos y no como sujetos para ser discriminados o asesinados como fue el caso de José Eduardo en Mérida, quien murió a causa de una golpiza que le propició elementos de la policía estatal, porque su único delito fue ser homosexual, y que por cierto la justicia sobre el caso sigue sin aplicar.
Es mucho lo que ha logrado la Bazarita, por tan sólo enumerar algunos aciertos: un espacio seguro para el comercio, el arte y la convivencia de la comunidad LGBTQI, emprendimientos, reconocimiento de marcas más allá de la propia comunidad, la visibilidad y aceptación de su existencia por quienes no pertenecen a ella y con ello su respeto, tan necesario para lograr cimientos duraderos de una cultura para la paz.
La Bazarita es el espacio que tienen las parejas para tomarse de la mano, abrazarse, darse un beso, vestirse con el género que los identifica, y mantenerse lejos de las miradas de quienes no los acepta y los juzga.
Si estas exigencias van a ser para todos los bazares que se llevan a cabo en Mérida, se irá comprobando si el piso es parejo para todos. Los espacios públicos son del pueblo y para el pueblo, sin distinción, y gobierno que los privatiza, le roba a sus patrones.
De momento en Vive Mérida, le decimos hasta pronto a la Bazarita, pues se necesita tiempo para volver a tomar impulso y seguir luchando por los derechos que están ahí aunque se quieran negar, porque siempre habrá dedos que señalan el abuso de la autoridad, así como funcionarios dispuestos a desperdiciar su capital político, lo bueno es que no son eternos.
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