Si la Patria fuera hombre, ¿cómo la veríamos (o nos gustaría mirarla, según nuestro ideal) y en un acto de imaginación exuberante, quizá transgresor, pero no por ello menos soberano, cómo la llevaríamos al colmo del placer?

¿Alguien podría reclamarnos por pensar en ello…, por querer llevar a la Patria –si fuera hombre- al frenesí extremo?, platicábamos reunidas en torno a un mezcalito, Rosaura, Florencia, Carlota, Lucrecia, Leonarda, Marcia y yo, listas para festejar el 16 de septiembre ¡Claro!, cuando ustedes lean estas letras, ya habrá transcurrido la fecha conmemorativa, pero bien podrían poner en práctica el ejercicio.

No recuerdo bien a bien como iniciamos la conversación, pero sí remembro que les comenté que al terminar quinto de primaria, era la niña más ñoña del colegio (desde cuarto año lo fui, porque antes había sido la más desenfocada de las alumnas), y bueno, como mis calificaciones hablaban lo bien de mí que no habría podido hablar yo, pues me eligieron como abanderada. Me emocioné tanto al saberlo, que pensé que ya era el momento de poner pie-tierra. Pedí que me compraran mi uniforme blanco, mi madre me arreglaría el cabello todos los lunes, en fin, los preparativos para mí fueron pocos. Llego a sexto de primaria, luego de varios ensayos en vacaciones, y resulta que ya no quieren que yo sea la abanderada por mi pequeña estatura. No se imaginan la que armé en la escuela… Con toda mi furia, a mis 11 años, anulé sus argumentos de “altura” y fui la abanderada: Creo que desde entonces me apropié de México y de los mexicanos.

Tengo la idea de que fue Florencia la que habló de tres tipos de erotismo, de acuerdo a algunos pensadores: el erotismo del cuerpo, el erotismo del corazón y el erotismo de lo sagrado. Y por algo comenzamos a relacionar los temas.

Marcia pensó que ella seduciría a la Patria, provocándola a cada instante, aunque la Patria podría haber querido salir huyendo ante el asedio, dijimos las demás. Ella dijo que sería capaz de secuestrarla y amarrarla para retenerla, pero nosotros insistimos que así nunca sería suya. Leonarda por su parte, consideró que no sería tan extrema como Marcia, pero se mantendría a su lado en todo momento, con una renunciación a si misma incluso, superior a sus fuerzas, porque si la Patria fuera hombre, sería el ser más hermoso y grandioso existente y por existir.

Carlota consideró que a ella le vendría bien una Patria con ojos sinceros y mirada profunda, en la que ella pudiera perderse, pero también reflejarse, sin importar si flaco o gordo; moreno o blanco; alto o chaparro. Y pensó que como el erotismo de los corazones, según las bases de Florencia, la erotizaría a partir de las cartas y los detalles, hasta el borde del desfallecimiento y del placer.

Lucrecia dijo entonces, y de seguro, no te imaginarías llegar al contacto carnal con ella, con la Patria, si la Patria fuera hombre, ¡claro está!, porque solo así alcanzarías el sacrificio.

Sí, como no, como si lo sagrado fuera llegar al sacrificio, comentó Rosaura. Y, ¿por qué no?, condujo Florencia. Lo sagrado es como el rito supremo, y en él puede haber algún tipo de sacrificio que no elimine, sino aumente el placer…

Luego de horas de charla, acordamos entre todas lo siguiente: Si la Patria fuera hombre, sería mejor tratada de lo que es tratada hoy, todas las mujeres la amaríamos y los varones la envidiarían, porque seríamos capaces de hacer hasta los actos más sacrificiales por ella, y aún nosotras en el colmo del placer, si la Patria nos dijera, paren ahora, nos detendríamos al acto y en él también, sabiendo que después acrecentaríamos el goce.

Y entonces les preguntamos, lectoras y lectores, ¿por qué no ideamos a la Patria-hombre y la amparamos en nuestro regazo?  Ella no nos hará preguntas, nosotros no le daremos respuestas; porque entre gritos, ese es el único y verdadero Grito.

(Publicado originalmente en mi columna Mujeres en busca de Sexo, en El Sol de México y diarios de la OEM)

Comentarios: eliatgramos@gmail.com

La redacción de Vive Mérida reconoce y agradece la generosidad de la escritora y periodista Celia Gómez Ramos por permitir que su texto sea replicado en nuestro portal. 

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