Vie. Nov 28th, 2025

Para ser docente, una habilidad muy importante a desarrollar es la observación. Esta se realiza cada día y permite identificar más que el desempeño académico de nuestro alumnado, sino también su comportamiento, su socialización, sus hábitos alimenticios, así como también su estado de ánimo.

Todas estas conductas y respuestas en las actividades escolares nos brindan herramientas para apoyar a nuestro alumnado en alguna situación emocional o de otra índole, por eso la observación del docente es fundamental; porque permite identificar necesidades: quizá necesite contar algo que lo inquieta, o alguna situación que sucedió en casa y lo tiene intranquilo, enojado o con miedo.

Observar también nos proporciona herramientas para conocer sus gustos, intereses, necesidades… En fin, conocer a nuestros alumnos nos permite brindarles herramientas para su crecimiento en el ambiente donde se desenvuelve, aprender a resolver situaciones de la vida diaria, a manejar sus emociones para no expresarlas de manera descontrolada o que pueda ser la causa de algún acto disruptivo. Como maestra/os observamos y registramos para poder dar respuestas que favorezcan al alumno y de ser necesario hablar con las madres y los padres de familia.

A través de la observación docentes podemos detectar cuando existe maltrato infantil, o quizá abuso, y es por esto que existe un protocolo de actuación ante el abuso o agresión a niña, niños y adolescentes, para lo cual recibimos actualización y capacitación que nos permiten conocer los pasos a seguir si detectamos algún niño en riesgo.

En una ocasión, un alumno llegó a la escuela con un chuchuluco y moretón en la frente, al preguntarle «¿qué te pasó?» Su respuesta me dejó impactada: «doña abuelita me tiró una piedrada (sic)».

En primera, no existe razón válida para tratar así a una persona, menos a un menor de edad. Lo más triste es que este niño ya veía con normalidad ser tratado con gritos, golpes, palabras altisonantes, etcétera. Lo que hice al detectar la situación fue tomarles fotos a las lesiones y dar parte a la autoridad escolar.

En otra ocasión, ese mismo niño llegó todo raspado, con moretones… pero eso sí, la abuelita a cargo enseguida me buscó para justificar el estado en que se encontraba el menor, diciendo que se cayó y no había sido ella la que le hizo algo. Sin embargo, reconociendo mi responsabilidad al haber observado la situación desde tiempo antes, nuevamente consigné la situación en el expediente escolar. Así pasaron años, cada vez con más daño psicológico, físico y verbal, hasta que llegó el momento en que las investigaciones llevaron a las autoridades a defender los derechos del menor y sus hermanos.

Y, aunque es triste que hayan sido separados de su familia, me pregunto si seguirían con vida de no haber ocurrido así.

Como maestras nos tocan historias que duelen, y no está en nuestras manos la solución, hacemos lo que podemos, damos atención cariño, alimento, educación; pero no podemos solas: necesitamos el apoyo de padres y madres de familia, de las autoridades. Vivir en sociedad nos hace corresponsables del bienestar de los infantes.

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