Colonos, para no volver

PorDaniela Esquivel

3 de febrero de 2025

Decir que mi estómago pagó las consecuencias sería prácticamente adelantarles ya esta expedición culinaria que resultó en tremenda y molesta decepción.

La experiencia en Colonos Norte no había sido mala, así que decidí comer en la que está ubicada en la Colonia Alemán. Craso error.

Desde el recibimiento todo estaba cantado. A pesar de la notable diferencia entre una sucursal y otra, no fue solamente el diseño espacial lo sorpresivo.

El restaurante se encontraba visiblemente sucio, con servilletas hechas bola tiradas en el piso y decidieron sentarnos al lado de la cocina junto a una mesa donde los meseros se encontraban limpiando los cubiertos, había trastes sucios en la mesa de al lado y el desaliño del lugar daba la impresión de haber llegado a casa de alguien sorpresivamente cuando están haciendo el aseo.

Vaya, no nos esperaban. Era evidente. En una atmósfera así, ningún comensal es esperado.
Decidimos mis invitados y yo cambiarnos de mesa.

Una vez recibidas las cartas, incompletas por cierto (importantísimo señalar que a cada comensal se le entrega una carta), comenzamos por las bebidas. El agua de tamarindo que abrió la incómoda comida era intomable, el dulzor era imposible de tolerarse hasta para los paladares más afectos a sobre endulzarse la vida.

Botanas como salchichas, calabaza picada y orejas de cerdo “abrieron” el apetito.
MMMMMMM…delicioso. Orejas de cerdo. Mal cocinadas. Paso. Gracias. Bueno, dejemos las botanas de lado.

La atención que era bastante deficiente e incluso marcadamente con prisa nos hizo saber que el horario elegido para visitarles no era el adecuado para el personal. En domingo y a las 3 pm, ya todos se quieren ir.

Coronemos el plato fuerte con un Poc chuc escondido entre un manojo mal cortado (y seguramente por su aspecto, mal lavado) de cilantro. Todo un reto: encuentre usted el Poc chuc debajo de la sábana de cilantro. Su guarnición parecía haber sido tomada de otro plato a juzgar por lo deslucido de su presentación. Mal, mal servido.

Pero el momento cumbre fue descubrir que las tortillas venían en un tortillero que parecía nunca nunca haber sido lavado. Incluso con huellas digitales de comida anterior. Esto quiere decir que jamás se tomaron la molestia de lavarlo antes de sacarlo a otra comanda. Asqueroso. Cero medidas higiénicas.

La prisa supongo nace desde la cocina. A juzgar por los cortes tremendamente mal hechos de verduras que se dejan con el tallo “o colita”, eso era para que a cualquier abuela de antaño le hubiera dado un infarto por el nivel máximo de suciedad y fodonguería.

Desastre tras desastre, con limones echados a perder, una sopa de lima con jitomates mal cortados, tortillas mal calentadas en recipientes sucios y todo alrededor gritando: no son bienvenidos. Decidimos cancelar los siguientes platillos. Ya con las chayitas de entrada, sin sabor alguno y frías, teníamos suficiente. No más.

Ir al baño, no se los recomiendo nada.


Bueno vaya, no les recomiendo nada.
No vayan. Se ahorrarán un mal trago y algunos Pepto bismol.

Daniela Esquivel: Directora de escena, promotora de lectura, profesora y colaboradora de medios digitales. Exploradora gastronómica y lectora incansable. Nómada entre la Gran Tenochtitlan y la Tierra del Faisán y del Venado.

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