Llueve en Mérida. Otra vez. En los últimos días el cielo se ha pintado de gris, el pavimento se ha vuelto resbaloso y las calles se han inundado. Y aun así, ahí están: personas en moto, bicicleta u otros medios, desafiando el clima para que la comida llegue a tiempo.
Quienes trabajan en el reparto a domicilio —especialmente en días lluviosos— no solo enfrentan el reto habitual del tráfico y las largas jornadas, sino que ahora suman un riesgo más: mojarse de pies a cabeza, tener menos visibilidad y maniobrar en calles resbalosas. Cada entrega bajo la lluvia es una muestra de esfuerzo que muchas veces pasa desapercibida.
Por eso, si decides pedir comida a domicilio cuando llueve, sé paciente. Es probable que el pedido tarde un poco más de lo habitual. El camino está más complicado, más lento y mucho más peligroso. Y si está dentro de tus posibilidades, agradece con una mejor propina de la habitual; si no puedes hacerlo, al menos no reclames ni descargues tu enojo con quien pone el cuerpo para que tu comida llegue hasta ti.
Y si la lluvia no es tan intensa y tienes algo en casa para cocinar o aguantar el hambre un rato más, considera no pedir a domicilio ese día. A veces, la empatía también se muestra en pequeñas decisiones.
Es fácil olvidarlo cuando vemos solo una app con minutos de espera, pero detrás de cada entrega hay una historia: personas que enfrentan el mal clima con una mochila mojada en la espalda y muchas veces sin el equipo adecuado. No son robots, son personas que también se mojan, se cansan, se enferman.
Este llamado no es para dejar de pedir comida para siempre ni para culparse por tener un antojo mientras llueve. Es solo una invitación a mirar con más humanidad a quienes hacen posible ese antojo y a recordar que, en medio del caos urbano y el mal tiempo, un poco de paciencia, empatía y reconocimiento puede hacer la diferencia.
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