Hoy es 14 de febrero y si el amor está en el aire, ¿qué esperamos? ¡Vamos a respirarlo!

Entre los enamorados hay frases recurrentes que se han transmitido de generación en generación, como «me robas el aliento» o «te necesito más que al aire», pero más allá del cliché, existe un sustento fisiológico: el amor verdaderamente altera la respiración, activa el sistema nervioso simpático, libera una gran cantidad de hormonas y acelera el ritmo cardiaco.

De ahí que sentir amor por alguien sea un asunto no solamente emocional, sino físico y mental, que brinda múltiples beneficios para la salud e incluso es capaz de reducir el estrés, mejorar la digestión, aliviar el insomnio y combatir tanto la depresión como la ansiedad.

«Amor» es una palabra pequeña con un significado tan amplio que no ha dejado de ser objeto de estudio a través de los siglos; recientemente, el investigador de la Universidad del Este de Londres, Tim Lomas, se dio a la tarea de buscar palabras relacionadas con el amor en más de 50 idiomas, lo que resultó en su propia tipificación del amor, a partir de 14 palabras griegas:

  • Meraki: amor experiencial – Por alguna actividad (cocinar, practicar un deporte), o vivencia.
  • Érōs: amor estético – Por objetos que causan admiración (una obra de arte).
  • Chōros: amor de arraigo – Por un lugar (hogar, escuela, trabajo).
  • Philia: amor de amistad – Por los amigos.
  • Philautia: amor propio – Por uno mismo (autoestima, autocuidado).
  • Storgē: amor familiar – Por quienes comparten un vínculo familiar.
  • Epithymia: amor pasional – Por quien provoca la pasión y el deseo sexual. 
  • Paixnidi: amor juguetón – Por quien despierta muestras de afecto osadas (apretar, pellizcar). 
  • Mania: amor posesivo – Por quien activa sentimientos de ansiedad, dependencia o posesión.
  • Prâgma: amor racional – Por quien inspira un amor a largo plazo y un compromiso duradero.
  • Anánkē: amor desventurado – Por quien se experimenta una atracción a primera vista.
  • Agápē: amor compasivo – Por quien mueve a la compasión, bondad o sacrificio (altruismo).
  • Koinōnía: amor momentáneo – Por quien enciende una conexión inmediata y temporal. 
  • Sébomai: amor reverencial – Por quien se tiene devoción (divinidad o ser supremo). 

Amar y querer han sido usados muchas veces como sinónimos, aunque no significan lo mismo… bien lo decían el Príncipe de la Canción y El Principito: 

“El querer pronto puede acabar, el amor no conoce el final… Y es que todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar”, José José, Príncipe de la Canción.

Manuel Alejandro.

—Te amo —le dijo el Principito. 

—Yo también te quiero —respondió la rosa.

—Pero no es lo mismo —respondió él, y luego continuó— Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía. Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes…

El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.

Etimológicamente, amar proviene del latín amãre, que se refiere a una entrega absoluta, tener un sentimiento intenso hacia otro ser, con el que se busca una unión o encuentro, mientras que querer, derivado del latín quaereresignifica desear, apetecer, buscar o pedir.

Si bien los hispanohablantes utilizan indistintamente dichos términos cuando la intención es expresar el cariño que sienten hacia alguien, existe una suerte de conciencia colectiva que dicta una diferencia puntual entre los vocablos: amar tiene un grado de fuerza mayor a querer;se ama con pasión y vehemencia, se quiere con sobriedad y mesura.

En cambio, para la lengua inglesa, el amor se encuentra en todas partes… se ama lo mismo a un alimento «I love pizza», a una ciudad: «I love París» o al cónyuge: «I love my husband» y el matiz está dado por el tono de voz y el lenguaje no verbal, echando mano también de contracciones como «luv ya» o «love u», para darle a la frase un toque más ligero, casual o informal.

Hasta hace unas décadas, los mexicanos eran muy estrictos en el ámbito lingüístico: se amaba a la pareja, a los padres o a los hijos, pero para todos los demás se limitaba a un «te quiero»; sin embargo, la globalización ha provocado que en los últimos años el español adopte algunas costumbres del país vecino. 

Actualmente, es muy común escuchar a amigos de cualquier sexo decirse «te amo» y más de uno expresa ya «amo el chocolate» o «amo Sisal» porque, ciertamente, el amor es el motor del mundo y como tal, merece esparcirse dondequiera… hasta en el propio lenguaje, sin límites y sin prejuicios, así como lo consideraba Sófocles: «Una palabra nos libera de todo el peso y el dolor de la vida: esa palabra es amor».

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