La época de lluvias nos permite reflexionar sobre el clima, sus variaciones, la aportación del cambio de estación, sus beneficios y por supuesto los riesgos que esto conlleva.
Pocas personas, en la actualidad, dudan de lo evidente que es el cambio climático. Incluso de manera no experta podemos participar de charlas casuales donde exponemos nuestras apreciaciones sobre los efectos de un planeta que ha ido respondiendo al impacto humano.
En varias ocasiones he escuchado a muchas personas expresar “cuando yo era niño, no llovía así” o señoras de la tercera edad decir “antes no hacía tanto calor todo el año”. Si somos suficientemente observadores las modificaciones que ha tenido el clima serán indiscutibles, para aquellos que aún se muestran escépticos o que dedican menos tiempo al ejercicio de la contemplación de la naturaleza, podrá parecer imperceptible, lo que es evidente es que la comunidad científica aporta con pruebas irrefutables que nuestro clima está mutando rápidamente.
La imagen que aquí compartimos destaca por su elocuencia. La poderosa fuerza de la naturaleza devastada podría hacernos daño sin proponérselo. Somos una entidad inseparable, habitamos este ecosistema que a diario nos sostiene, alberga, nutre y protege; pero hemos ido lejos, como humanidad hemos crecido de manera dispar a nuestra conciencia ecológica. Resulta impostergable que nos informemos, nos involucremos y participemos de alguna manera para revertir algunos daños posibles y reducir algunos otros que son ya inevitables.
Permitirnos analizar nuestro entorno inmediato, nos hace integrarnos de manera más consciente y quizá participativa a nuestra comunidad. Posiblemente es común que en época de lluvia algunas ramas caigan por el viento, pero el que cada vez sean más árboles los que se desprenden de sus raíces sin ser época de huracanes es una clara señal de que algo está trastocado y que detenernos a observarlo y cuestionarlo podría ser un buen comienzo.
Involucrarnos más en nuestra comunidad, ejercitando la observación de nuestro entorno, nos permitirá integrarnos de manera más sabia a sus modificaciones, a su nueva geografía y quizá poder prevenir alguno que otro evento que pudiera causar daño. Nuestras aportaciones también pueden realizarse desde la limpieza de las calles y drenajes para permitir el libre paso de la basura en tiempos de excesiva lluvia, integrarnos a brigadas de reforestación, disminuir el uso de plásticos en nuestra vida cotidiana y reducir a cero nuestra huella contaminante al asistir a playas y cenotes.
Quizá nuestra aportación es hacer lo que nos corresponde, como en aquella leyenda india del colibrí que quiso apagar un incendio llevando agua con su pequeño pico, mientras todos los animales del bosque lo cuestionaban. El simplemente respondió: Se que no puedo apagar el incendio, pero el bosque es mi hogar y yo haré mi parte.
Hagamos nuestra parte.
*La foto pertenece a un árbol del parque El triángulo al Norte de la ciudad.
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