Hace una semana tomé mi maletita y salí de Mérida con rumbo a Puerto Escondido. Un lugar del que, sinceramente, sabía muy poco.
Ya aquí, comencé a preguntarme cómo estaba la seguridad, pues muy entre comillas, venía de la ciudad más segura de México; una googleada rápida me mostró que este es un lugar tranquilo y así fue como lo viví también. Pequeño hecho que me hizo valora esta coincidencia entre ambos lugares.
Cuando descubrimos nuevos horizontes, no solamente conocemos lugares, sino que viajar también alumbra nuestro propio lugar de origen.
Así fue como, por ejemplo, estos días aprecié desde la planicie de Mérida hasta la tranquilidad, la cercanía de las playas y seguro que una que otra cosa que en este momento no se me viene a la mente.
Cada experiencia fuera de casa nos proporciona una visión más aguda de lo que realmente significa pertenecer a un lugar. En ocasión, es cuando nos alejamos que logramos ver mejor.
Andando en bicicleta en Puerto Escondido me di cuenta de lo maravilloso que es tener tierra plana en Yucatán, cualquier trayecto a pie o en las dos ruedas puede volverse mucho más cansado cuando hay inclinaciones pronunciadas… y aunque es beneficiosa la movilidad en el cuerpo, aquí me sentí muy agradecida de que en casa todo sea plano.
Sin embargo, esta misma distancia también me llevó a sentir mucha tristeza por la realidad que atraviesa mi Estado natal en cuanto arbolado y vegetación.
Aunque la deforestación es un problema global, se manifiesta de manera más cruda cuando se observa haciendo una comparación. Lo que podría pasar desapercibido en el día a día se convierte en una llamada de atención cuando se observa desde una perspectiva más amplia. Reconocer la magnitud del problema nos insta a ser más conscientes en la preservación de nuestros recursos naturales.
Un contraste edificante se presenta al contemplar Puerto Escondido. Aquí, hay coexistencia entre la vegetación y el desarrollo urbano –al menos en apariencia–; esto desafía la creencia común de que el progreso implica inevitablemente la destrucción del entorno natural.
Este ejemplo me llevó a reflexionar –una vez más– sobre la destrucción que continúa incrementando en Yucatán por la venta de desarrollos inmobiliarios, creo que es necesario continuar uniéndonos como sociedad para exigir un alto a la autorización de estos proyectos de firma desmedida y sin regulaciones que obliguen al cuidado ambiental.
Es necesario repensar nuestras prácticas locales y explorar formas de armonizar el crecimiento con la conservación. Viajar no solo expande nuestro mapa geográfico, sino que también amplía nuestra percepción del lugar que llamamos hogar. Al reconocer tanto las fortalezas como las debilidades de nuestro entorno local, podemos cultivar una apreciación más profunda y trabajar hacia un futuro donde el equilibrio entre el desarrollo y la preservación sea la norma
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