El valor de la presencia ante lo irrepetible

PorKaren Del Ángel Gómez

16 de julio de 2023
Retro black alarm clock dissolving into a little particles for time can not return and never wait anyone , Time management concept.

Hace unos años, mi mamá falleció, lo he compartido en artículos previos, sin embargo, ella vive en mi memoria, en mi rostro y en mi andar. Una de las cosas que me ensenó los últimos años (sin saber ella misma que lo estaba haciendo) fue sobre la presencia. No hablo ni de un espectro fantasmal ni de mindfulness (aunque no estoy segura de saber cómo funciona eso).

Hablo de estar presente en el momento, si estaba con mi madre, estaba al 100% para ella, no en los pendientes del proyecto, no con el chico que salía, no en mi pago pendiente del gimnasio. Yo me dedicaba a estar, a enfocar mi atención y mis sentidos a su ser, a olerla cuando la abrazaba, a mirar sus ojos, a sentir lo suave de su piel cuando tomaba su mano. Empecé esa práctica con ella por miedo, además, no era tan fácil para nosotras estar juntas, y cuando ella murió, empecé a llevar esa práctica de la presencia con mis hermanos, con mi padre, con mis primas y amigas queridas.  

Poco a poco, ha ido formando parte de mi vida hasta cuando lavo los trastes, porque tengo muy claro que ningún momento es repetible. Damos por hecho que mañana estaremos aquí, es más, estamos tan seguros del mañana, que hasta pagamos viajes todo incluido con meses de anticipación. Pero, si algo he aprendido de la vida, es que, en unos segundos, tu vida puede cambiar para siempre. Varios psicólogos me han dicho que esa fijación por el momento presente se debe a estrés postraumático que ha quedado de diferentes eventos en mi vida, se ha acumulado y de ahí mi obsesión por vivir el momento presente. Probablemente tengan razón, pero sigue siendo una buena práctica.

Durante la pandemia me rebajaron el sueldo a la mitad, y a veces me lo pagaban con semanas de atraso, mi esposo se quedó sin trabajo y acabábamos de rentar una propiedad. Así que tuvimos que hacer muchos cambios en casa, tomar decisiones que iban desde cancelar la suscripción a nuestras plataformas de entretenimiento favoritas, hasta cambiar o no la marca de café.

En un inicio lo viví como una limitación forzada, pues no podía adquirir todo lo que quería o que creía que necesitaba. Conforme fueron pasando los meses, fue necesario ponernos creativos para entretenernos, así que nos íbamos a las 5 de la mañana a la playa (vivimos a 30 minutos de ella) y nos llevábamos un topper con fruta picada, quesadillas y un termo de café. Nos sentábamos en un lugar alejado a ver el amanecer y a desayunar sentados en la arena, a veces me metía a nadar al mar, otras no, pero fue muy sorprendente para mí que no necesito comprar nada, ni pagar nada por disfrutar de algo que está ahí en este momento (mi esposo, el sol, el amanecer, el mar, la playa).

Es así como comencé a descubrir otros placeres y regalos de la vida por los que no necesito dinero, sino creatividad, voluntad y mantenerme presente en ese momento. Hace unos meses estuve en Veracruz, y caminando en el malecón, encontramos una familia conformada por mamá, papá y dos hijos. Estaban comiendo pizza a la orilla del malecón, viendo al mar y contando chistes con una enorme sonrisa en su rostro. Me pareció una de las experiencias más bellas, intimas y sencillas de las cuales he sido testigo en mi vida. Ahora hay corrientes como el minimalismo o el esencialismo, que pregonan que únicamente es necesario enfocarse lo más elemental. A mí me recuerda a Baloo, el oso de la película de” El libro de la selva”, cuando canta que busquemos lo más vital.

No estoy diciendo que no tengas metas o sueños, no estoy hablando de la mediocridad o de no esforzarte, estoy hablando de disfrutar lo que es, lo que ya está aquí y dejar de lamentarnos por aquello que no tenemos.

ENTRADAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *