Mié. Ago 20th, 2025

Tenencia irresponsable: entre el abandono, el mercado informal y la moda de las “razas de diseño”

ByLorena González Boscó

13 de agosto de 2025
En Yucatán, estamos todavía muy lejos de alcanzar una verdadera tenencia responsable de mascotas, especialmente de perros y gatos. Las calles son un reflejo de ello: animales abandonados, reproducción sin control y un ciclo de indiferencia que se repite.

Hace unos meses, conversaba con una amiga fotógrafa que me contó una escena tan cruda como real sobre que en algunas comunidades costeras, las crías de perros son arrojadas a los manglares para servir de alimento a cocodrilos, mientras que, en el otro extremo, perros ferales depredan a las crías de flamencos.

En múltiples ocasiones he comprobado cómo algunos dueños se niegan a esterilizar a sus mascotas con argumentos tan cuestionables como: “¿Cómo no va a sentir el macho el placer de una monta?” o “La hembra debe tener al menos una camada en su vida”.

Estas creencias, más que tradiciones, son un reflejo de la falta de conciencia sobre la calidad de vida de la mascota y de sus crías. La realidad es que muchas terminan engrosando las estadísticas de animales en situación de calle o, peor aún, siendo víctimas de maltrato y muerte.

Además, el problema no es solo de bienestar animal, sino también de salud pública. Las heces de animales ferales y domésticos —pues hay tutores que ni siquiera cargan una bolsa para recogerlas— se acumulan en calles y parques. A ello se suman las mordeduras: de acuerdo con el Boletín de Vigilancia Epidemiológica de la Secretaría de Salud federal, en lo que va del año se han registrado 2,700 mordeduras de perro atendidas en hospitales públicos, un aumento respecto a las 2,258 del mismo periodo de 2024.

A este panorama se añade un tema poco visibilizado: el mercado informal de compraventa de mascotas. En Yucatán no existen cifras oficiales, pero a nivel nacional se estima que el 90% del comercio de perros y gatos es informal, es decir, entre particulares y sin regulación. Basta recorrer la avenida Cámara de Comercio, a la altura de la calle 15, para encontrar un letrero ofreciendo cachorros “como si fueran pastelillos”.

Incluso hay personas que viajan ex profeso a Estados Unidos para importar animales, mientras que rescatistas y albergues en Yucatán optan por enviar en adopción a animales ferales a otros países o a extranjeros que puedan garantizarles una mejor vida.

La industria de las “razas de diseño” crece de forma acelerada.

Bloomberg reportó que en Estados Unidos, combinaciones derivadas del poodle —como goldendoodles (golden retriever + poodle) o labradoodles (labrador retriever + poodle)— se han vuelto muy populares. También existen cruces con french bulldogs, pastores australianos e incluso chihuahueños.

Este mercado, valuado en más de mil millones de dólares anuales, ofrece cachorros que van de los 2,000 a los 15,000 dólares. Entre 2013 y 2021, las pólizas de seguro para estos perros crecieron más de 160%. Sin embargo, el American Kennel Club, la autoridad que certifica la pureza de las razas, se niega a reconocer estas variedades.

Este panorama confirma lo insensatos que podemos ser con otros seres vivos: los obligamos a reproducirse por creencias erróneas, los convertimos en mercancía de alto valor y hasta alteramos su genética para satisfacer caprichos de mercado, sin detenernos a pensar en el costo real que esto tiene para su bienestar y supervivencia.

Lorena González Boscó, comunicóloga, internacionalista, profesora universitaria, constructora de ciudadanía, periodista, amante de los perros y amiga de los gatos. «Siempre he creído que más vale gente comprometida que capaz, porque la comprometida se hace capaz, pero la capaz no necesariamente comprometida.»

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