Piense en una persona inteligente. ¿Quién le viene a la mente? ¿Alguien con una gran capacidad analítica, alguien con muchos conocimientos y experiencia, alguien con una habilidad llamativa para resolver situaciones complicadas? ¿O también alguien con la capacidad de generar ideas nuevas y originales?
El psicólogo estadounidense Robert Sternberg, experto en ciencia cognitiva, estudió hace algunos años la relación entre inteligencia y creatividad, examinando teorías diversas sobre la posible relación entre ambas cosas: desde estudios que probaban que son capacidades diferentes e independientes hasta análisis que demostraban que la inteligencia es un subconjunto de la creatividad, o la creatividad un subconjunto de la inteligencia.
¿Tres inteligencias?
Lo interesante del estudio de Sternberg es que revelaba que, según qué perspectiva se tome, valoramos o infravaloramos una cosa o la otra. Si partimos de una base analítica cuantitativa, la creatividad queda reducida a lo que se denomina “pensamiento divergente”, es decir, una desviación de la norma o costumbre. Si partimos de mediciones más cualitativas, entonces la inteligencia queda reducida a simple análisis de datos.
Sternberg aplicó una teoría triárquica de la inteligencia, distinguiendo tres inteligencias diferentes en el cerebro humano: la inteligencia analítica, la inteligencia sintética y la inteligencia pragmática.
La inteligencia sintética es la propiamente creativa, capaz de componer y elaborar construcciones mentales que sean a la vez apropiadas y novedosas. Si la inteligencia analítica es la capacidad de atender, estudiar y trabajar con los datos y elementos de la realidad, la sintética es la responsable de formar con ellos ideas cuya novedad llame la atención a todos pero que al mismo tiempo encajen idóneamente en la situación que ya tenemos.
Inteligente, pero nada original
Según Sternberg, ninguno de los estudios de expertos era conclusivo en cuanto a la relación entre ambas capacidades, pero muchas de las averiguaciones resultaron interesantes.
Por ejemplo, se demostró que no necesariamente las personas muy inteligentes son o se vuelven creativas: puede ocurrir que la gran valoración social y profesional de la inteligencia a secas –por ejemplo, la capacidad para calcular, para resolver ecuaciones u obtener réditos– sea un impedimento para desarrollar creatividad.
El ‘momento eureka’ o salir de la caja
Muchos investigadores de la creatividad y de la inteligencia concuerdan en que la iluminación creativa o visión interior, el célebre “Eureka” de Arquímedes, llega después, y causa a su vez, un incremento de la inteligencia.
Así, el célebre matemático Henri Poincaré, el psicólogo del arte Mihaly Czikszentmihalyi o el escritor Antoine de Saint Exupéry describen cómo a una acumulación analítica de componentes de un asunto o problema para resolver, sucede, una vez que termina esa actividad, un momento de síntesis creadora en la que se produce una visión de conjunto donde se unen, varían, se suprimen o se añaden elementos, transformando la perspectiva, de modo que se halla la solución, innovación o avance creativo. A esto se lo denomina en ingles “salirse de la caja” (“thinking outside of the box”) que se refiere a pensar de manera creativa o salirse de lo convencional.
Cuando esto ocurre, inteligencia y creatividad trabajan consecutivamente: la inteligencia, que previamente ha hecho acopio de los datos o componentes, evalúa la idea creativa cuando esta llega, pues examina los cambios, transformaciones y generaciones que se han producido.
Avances para la inteligencia colectiva
Además, ese salto dimensional creativo es posible compartirlo y comunicarlo, debido, dicen los autores citados, a que llega en forma de realización completa y práctica. Los demás pueden también revisar con su inteligencia los pasos dados por el innovador o creador, experimentarlos ellos mismos, y finalmente los asumen. La nueva relación establecida tiene la capacidad de ser comprendida por otros.
Este proceso, que parece tan simple, sin embargo, es auténticamente milagroso. Mediante la creatividad es posible hacer progresar la inteligencia de todos los individuos, en tanto que es posible comunicar y compartir sus saltos cualitativos hacia soluciones de problemas y hallazgos beneficiosos.
Un ciclo virtuoso
Esto significa que la inteligencia no es una capacidad estática, sino que ella misma es progresiva: crece, o decrece, según va adquiriendo o no la capacidad de contemplar más elementos de la realidad. Podríamos decir que se genera un ciclo entre creatividad e inteligencia.
Un ciclo que hace que las personas creativas tiendan a ser cada vez más inteligentes, y las personas inteligentes, si acceden al soplo libertador de la creatividad, cada vez más creativas. En este ciclo, la inteligencia no es algo dado sino que se crea y se expande.
Ambas facultades, inteligencia y creatividad, son consecutivas, y resultan posibles porque la inteligencia es una y se comparte y comunica a través de la innovación creadora. ¿En quién está pensando ahora?
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