Son pocos los libros que impactan nuestra vida, ya sea por una frase o situación dentro de la misma historia del libro o porque hay una asociación con nuestra propia vida.
Hace algunos años estaba leyendo “La casa de los espíritus” de Isabel Allende, un libro que disfrute muchísimo.
Hay un momento del libro, en donde sentí miedo, ya que una niña de aproximadamente 6 años llamada Clara se encuentra sola en una habitación con un hombre (su desconocido medio hermano) el cual tiene toda la intención de hacerle daño, pero la niña, lo mira a los ojos directamente y le pregunta a él porqué pone la mano de ella sobre su pene. Él se asusta y se aleja.
Este fue un momento de verdad para mí, porque descubrí la importancia del conocimiento de la sexualidad a una temprana edad, la importancia de decir las cosas por su nombre y la valentía y la fuerza que te da el hablar de manera frontal. Tengo 39 años y soy fan de un personaje de 6 años en una novela, así son las cosas.
Cuando yo era niña, estaba en una escuela de monjas y me decían que cuando me bañara, no me tocara “ahí abajo” y si lo hacía, debía hacerlo rápido y rezar un padre nuestro, ya que tocarme era pecado. Desafortunadamente, la religión tiene un impacto bastante negativo al relacionarnos con nuestro cuerpo. Debes esperar hasta el matrimonio para cometer el pecado de la carne con la persona que más amas en el mundo. Y así se casan, sin conocer su propio cuerpo, sus gustos, sus límites y sus sensaciones, a veces aceptando lo que la pareja quiere y pide a costa de mi propio bienestar, y de ahí podría comenzar un peligroso declive en mi autoestima, que después pudiera llegar convertirse en violencia física, emocional y psicológica dentro y fuera de la cama y de la casa.
Así es como en México, un país tan religioso, nos escandalizamos con el embarazo de la adolescente, con el escote de la sobrina y con la vida pecaminosa que la ahijada lleva por vivir con su novio, pero no hablamos de sexo, ni de sexualidad, ni de erotismo, ni de la relación con nuestros cuerpos. Y así, con esa prohibición total, en un país que reúne a miles de personas en la basílica para ver a la madrecita (yo también soy guadalupana) nos encontramos en un país con doble moral, machista y con un alto número de feminicidios.
Una amiga mía fue llamada de urgencia a la escuela de su hija porque la niña dijo la palabra clítoris en el salón, y esa palabra es inmoral. Hay una famosa autora y psicóloga, Esther Perel, quien menciona que, en su país, a los niños desde su más tierna infancia aprenden sobre las relaciones, las sensaciones y el cuerpo. Conforme van creciendo, el contenido va cambiando de acuerdo con su edad, pero es un tema presente y en constante actualización. Porque la sexualidad tiene todo que ver con el cómo me relaciono con los demás.
Por ejemplo: Dejemos de romantizar el “te necesito”. No necesitamos a nada ni a nadie, no somos media naranja de nadie, hay que ser nuestra propia fuente de amor y reconocimiento para dejar de estar pidiendo migajas y buscar amor y atención a costa de nuestra integridad. Como cuando tu amiga anda con el fulano que la insulta y la obliga a tener sexo para demostrarle su amor.
¿Te incomoda este tema? ¡Qué bueno! La incomodidad nos lleva a movernos de lugar, infórmate, edúcate, comparte lo aprendido. Conocer mi cuerpo, mi placer, el amar a mi persona, el saber relacionarme con otros, saber lo que quiero, poner mis límites y hablar con la verdad y de frente puede asustar y ahuyentar a esa persona con intención de dañarme. Así como Clara, tu voz, tu conocimiento, tu valentía puede ser inspiración para los demás.
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