El boom inmobiliario en Mérida y Yucatán ya no es un fenómeno abstracto. Se ha convertido en una realidad tangible que se vive y se siente en el día a día, con profundas consecuencias para la vida de los ciudadanos. La llegada de inversionistas, impulsada por plataformas de hospedaje digital como Airbnb, ha detonado una transformación sin precedentes en la capital yucateca, un proceso que, aunque ha traído una importante derrama económica, también ha puesto en jaque el derecho a una vivienda digna para los locales y ha alterado el tejido social de los barrios.
El valor de tu casa, ¿para quién?
Una de las consecuencias más directas de este fenómeno es el aumento acelerado de los precios de las propiedades. Un informe reciente muestra que, en un solo año, el precio de la renta de casas aumentó un 14% en promedio durante el último año, mientras que el precio de venta subió un 19.5 por ciento. ¿La razón? El mercado se ha vuelto sumamente atractivo para la inversión en alquileres de corto plazo. Un análisis financiero revela que una propiedad destinada a este fin puede generar un flujo de efectivo mensual «casi el doble» que el de un alquiler tradicional a largo plazo. Esto convierte a la vivienda en un activo puramente comercial, lejos de su función social de ser un hogar.
Esta situación ha provocado que la gente tenga propiedades específicamente para rentar, así lo deja entrever un informe de AirDNA, que destaca que el 76% de los listados en Mérida son de «casas enteras», lo que indica que se trata de una actividad comercial profesionalizada y no de un simple «activo subutilizado» puesto a disposición de manera intermitente.
La compra de casonas históricas en el Centro para ser rehabilitadas y convertidas en hoteles boutique o residencias de lujo, y el desarrollo de complejos residenciales exclusivos en el norte de la ciudad y más allá del periférico, son dos caras de una misma moneda.
Este crecimiento, en muchos casos, se ha dado de manera desordenada, devorando comisarías y forzando a los ciudadanos a depender cada vez más del automóvil para acceder a servicios básicos.
La expulsión silenciosa
El problema más grave es el desplazamiento de la población local, un proceso conocido como gentrificación. A medida que las rentas turísticas se disparan a niveles inaccesibles para los yucatecos, se crea una escasez crítica de viviendas para alquiler a largo plazo. En algunas zonas turísticas, el costo de las rentas para la población local puede «casi triplicar» las rentas en áreas habitacionales. Este encarecimiento de la vida obliga a los residentes a buscar opciones más económicas en la periferia, alejándolos de sus comunidades y de los servicios que solían tener a la mano.
Además, la llegada de turistas constantes puede cambiar el ambiente de un barrio. Especialistas señalan que los visitantes no hacen «vida de barrio», lo que provoca que los pequeños comercios que atienden las necesidades de los locales «tiendan a languidecer y desaparecer». En su lugar, florecen negocios orientados al turismo, transformando la identidad de la comunidad y convirtiendo la ciudad en una «mercancía». Un efecto colateral menos visible, pero igualmente preocupante, es la precarización laboral. El auge inmobiliario ha creado una alta demanda de servicios de limpieza, lo que ha generado un «nido de explotación» para las trabajadoras del hogar.
La necesidad de un «piso parejo»
Los hoteleros tradicionales han alzado la voz, argumentando que las plataformas digitales operan con una «competencia desleal». Mientras ellos deben cumplir con estrictas regulaciones, permisos e impuestos, las plataformas operan en una zona gris regulatoria. En respuesta a esta problemática, ciudades como la Ciudad de México, Jalisco y Quintana Roo ya han comenzado a legislar. La Ciudad de México, por ejemplo, ha implementado un registro obligatorio y un «coeficiente de ocupación máxima del 50% anual», buscando limitar la operación de estas plataformas para proteger la vivienda y regular la actividad.
La experiencia de otras ciudades muestra que el debate no debe centrarse en prohibir, sino en regular. El desafío para Yucatán es encontrar un equilibrio que permita aprovechar la derrama económica que genera el turismo, sin que eso signifique la pérdida de los barrios, la expulsión de sus habitantes y la precarización de la vida local. La regulación es vista como la herramienta clave para asegurar que el progreso beneficie a toda la comunidad, no solo a los inversionistas.
La pregunta que queda en el aire es: ¿Mérida seguirá el camino del crecimiento desordenado, o tomará la batuta para construir un futuro en el que el auge económico y el bienestar ciudadano puedan coexistir?
*Este texto fue realizado con ayuda de IA
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