El consumo está cambiando. Cada vez más personas no sólo preguntan cuánto cuesta un producto o si es de buena calidad, sino también cómo fue hecho y bajo qué condiciones. ¿Recibieron un pago justo los trabajadores? ¿Hubo transparencia en el proceso? ¿Se repartió la riqueza de manera equitativa?
Estas preguntas también transformaron la vida de Amir Rodríguez. Economista de formación y carpintero por pasión, Amir aprendió a golpes que no basta con tener talento ni capital. Tras dos intentos fallidos de abrir talleres de carpintería, entendió que su enfoque debía cambiar y para lograrlo tendría que aliarse con personas dispuestas a comprometerse y, por su parte, debería estar dispuesto a romper esquemas y paradigmas.

Fue entonces decidió cambiar el rumbo y dar un giro de 180 grados; así creó junto con los propios carpinteros, un taller al que llamó UNO80, así como el giro que le dio a la forma de hacer negocios. En lugar de aportar por estructura corporativa tradicional, él y sus nuevos socios apostaron por la formación de una cooperativa.






Una cooperativa es una forma de organización social y empresarial en la que varias personas se asocian voluntariamente para satisfacer necesidades o alcanzar objetivos comunes —económicos, sociales o culturales— mediante una empresa de propiedad colectiva y gestión democrática.
«Yo me encargo de las ventas y de la gestión, pero los maestros carpinteros son los verdaderos socios. Hoy el equipo ha crecido, somos más que cuando comenzamos”, cuenta con orgullo.
El modelo no es sencillo: los socios ya no reciben un sueldo fijo, sino que dependen de las decisiones colectivas y del éxito de cada proyecto.
«Lo más difícil ha sido cambiar la mentalidad. Antes estaban acostumbrados a que alguien les diera órdenes y un pago seguro. Aquí, en cambio, todo lo que pasa en la cooperativa es consecuencia de lo que decidimos juntos”.

Pero el cambio también trae satisfacciones. Amir recuerda la historia de Darwin, uno de los carpinteros.
“Me dijo que soñaba con comprarse un coche. Se comprometió, dejó de tomar, trabajó hasta en domingos y lo logró. Hoy no sólo tiene su auto, también pudo comprarle un Nintendo a su hija. Ese ejemplo motivó a los demás: si él pudo, ellos también pueden”.
Las decisiones importantes se toman en asamblea. Como cuando necesitaron una enchapadora para un pedido urgente. Amir puso sobre la mesa tres opciones; la mejor implicaba renunciar a los dividendos para comprar una máquina. Al final, fueron los propios carpinteros quienes decidieron seguir con la máquina manual que ya tenían para cuidar las utilidades. “Cuando es tu dinero, lo valoras de otra manera”, explica.

Para Amir, lo fundamental es que cada socio entienda cuánto vale su trabajo. “Si sabes lo que vale tu esfuerzo, lo cuidas, lo inviertes mejor y te involucras. La cooperativa no es para todos, pero para quienes se comprometen, representa una forma más justa de crecer”.
En UNO80 no hay jefes que se lleven la mayor parte. Todos son responsables, todos son dueños. Y eso, dice Amir, también se refleja en el trato al cliente:
“Aquí la calidad no depende de la suerte. Cuando alguien nos contrata, sabe que todos los socios de la cooperativa trabajarán directamente para él. Esa es nuestra garantía”.
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