Yucatán ocupa el primer lugar de los estados de la península en madres menores de edad.

«Nenes criando bebés», es la expresión que enmarca un drama vigente en nuestro país, pese a los cuantiosos programas para su prevención: el embarazo adolescente.

Claudia acaba de llegar a la mayoría de edad y aún le duele recordar aquella frustrada fiesta que terminó en lágrimas, cuando el entallado vestido evidenció una pancita que no daba lugar a dudas: la quinceañera estaba embarazada…

Ella misma es producto de un encuentro sin protección entre dos púberos a los que nunca ha visto; solo sabe que la mujer trabajaba con su actual mamá, a quien se la «regaló», obviando todo trámite de adopción, como si fuera un objeto. Toñito está a punto de cumplir tres años y, en la práctica, ha sido más su hermanito que su hijo, pues la abuela es quien lo ha cuidado.

Se preñan los datos duros

Y este es solo el botón que muestra una realidad alarmante: México está a la cabeza de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en embarazos de adolescentes cuyas edades oscilan entre los 15 y los 19 años, con un promedio de 77 nacimientos por cada mil.

En lo que se refiere a Yucatán, la entidad preside los embarazos adolescentes en toda la península, con un total de dos mil 31 madres de entre 12 y 17 años de edad, según el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y un dato aún más preocupante es que entre 2017 y 2019, las yucatecas embarazadas de 17 años lideraron las estadísticas nacionales con más de mil casos.

Foto tomada del Informador MX

Mientras que el Gobierno de la República ha desarrollado con organizaciones de la sociedad civil nacionales e internacionales la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (ENAPEA), para bajar a la mitad la tasa de fecundidad entre las adolescentes de 15 a 19 para el año 2030 y reducirla a cero en niñas de 10 a 14 años, el Gobierno de Yucatán cuenta con el programa Planificación Familiar y Anticoncepción. Salud Reproductiva que, desafortunadamente, no contempla a las menores de 15 años.

Hace apenas unos días, la diputada local Karla Franco presentó diversas iniciativas para reformar la Ley de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de Yucatán, con el fin de intensificar la educación sexual en la entidad; sin embargo, ha recibido algunas críticas por parte de activistas, quienes consideran que más allá de acuerdos o compromisos, se requieren acciones puntuales.

Las modificaciones a la ley y los programas gubernamentales tendientes a disminuir las cifras de embarazos adolescentes son un avance importante, mas no suficiente para combatir este flagelo que constituye un grave problema para la salud pública.      

En todo el mundo, las complicaciones durante el embarazo y el parto son la segunda causa de muerte entre mujeres de 15 a 19 años de edad, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los inconvenientes al nacer

Entrevistada para Viva Mérida, la doctora María Teresa González Fuentes, uróloga pediatra y cirujana oncológica, señaló que los alumbramientos prematuros son muy frecuentes entre las adolescentes, debido a que muchas de ellas ignoran que están embarazadas y continúan con su ritmo de vida habitual, sin tomar vitaminas ni tener cuidados prenatales, lo que también puede provocar que ellas, sus nenes, o ambos, desarrollen anemia.

«Los bebés, habitualmente, se asocian a malformaciones, sobre todo de la pared abdominal, cuando son hijos de madres adolescentes (…) tienen una falta del cierre de la pared abdominal y nacen con las vísceras afuera: intestino delgado, colon, estómago, útero, vejiga y, en casos más terribles, pueden llegar a tener incluso el corazón afuera», comentó la especialista.

Aunque el pronóstico de los bebés que nacen con esta condición tiende a ser muy bueno si son operados en las primeras seis horas luego de su nacimiento después van a terapia intensiva tras dicha intervención lo que representa un alto riesgo de muerte, ya que pueden infectarse, contraer neumonía por la intubación, sufrir una sepsis o presentar sangrados que les causen parálisis cerebral infantil; y eso, sin tomar en cuenta que el costo de un paciente en terapia intensiva es de 100 mil pesos por día, en el caso de los hospitales particulares.

Araceli y Víctor, quienes habitan en Ticul y fueron obligados a casarse a los 15 y 17 años respectivamente, al convertirse en padres de Kevin conocen bien el tema: «Hubo complicaciones en el parto y cuando salió la doctora a decirme que el niño podía morir, yo me sentí aliviado, pero no fue así, el niño vivió y nos lo entregaron dos meses después; fue prematuro. Todavía sigo arrastrando la deuda del hospital con mi tío, y ya pasaron 15 años», recordó Víctor.

Para Araceli, la crianza de su hijo no ha resultado menos complicada que el parto: «Si nuestros padres no nos hubieran echado la mano, quién sabe qué hubiera pasado con Kevin; la verdad, yo bien a bien, no había caído en cuenta de qué es ser madre hasta ahora que tengo 32 años y me mandaron llamar de la escuela para decirme que el Kevin nomás no estudia, y pensé: pos de dónde va estudiar, si yo ni secundaria terminé.

Es evidente que a las múltiples dificultades de salud tanto para la madre adolescente como para el neonato se suman los problemas psicológicos y sociales que implica la crianza de un menor a manos de alguien que todavía no ha terminado ni su propia adolescencia.

La paternidad, avasalladora a cualquier edad como compromiso irrevocable ante un ser indefenso, es doblemente desafiante cuando los nuevos padres siguen dependiendo de los suyos y, además, están experimentando todos los cambios biopsicosociales que conlleva la adolescencia.

Vivir el embarazo adolescente

Estrés, depresión, aislamiento, culpa, baja autoestima, son solo algunas de las sensaciones que pueden experimentar los padres adolescentes, quienes suelen ser víctimas del rechazo social, incluso por sus propias amistades o familias.

Adicionalmente, un gran porcentaje de las menores de edad que dan a luz tienen que interrumpir sus estudios, lo que restringe sus oportunidades laborales, dando como resultado que sus ingresos lleguen a ser, de acuerdo con información del Instituto Mexicano para la Competitividad A. C., hasta un 32% inferiores a los de aquellas mujeres que inician su maternidad en la edad adulta.

Existen diversos factores de riesgo que pueden propiciar los embarazos a temprana edad, tales como: el maltrato doméstico, la explotación infantil, el abuso sexual, el consumo de alcohol o drogas, la carencia de servicios de salud, la ausencia o abandono de alguno de los padres, la deserción escolar, o la falta de comunicación y de educación sexual en la familia.

Los menores, fruto de un embarazo adolescente, suelen tener acceso limitado a servicios de salud y de educación; como todos, requieren de figuras paternas que les brinden atención, seguridad y protección que sus padres adolescentes no siempre les pueden proveer, pues ellos mismos se encuentran en un proceso de crecimiento, de manera que llegan a ser sustituidos en sus roles por otros familiares, lo que puede inhibir el apego con sus hijos, generar confusión en los conceptos de autoridad y límites u ocasionar rivalidades.  

Es común que los padres adolescentes sean a su vez hijos de padres que aún no llegaban a la mayoría de edad cuando los engendraron; en muchos casos, se trata de familias monoparentales, donde uno de los progenitores no asumió la responsabilidad y el otro, que queda a cargo del bebé, recibe poco o nulo apoyo de su núcleo familiar.

En palabras de Kelly Ramírez Alpuche, presidenta de Igualdad Sustantiva Yucatán A. C., «el tema del embarazo adolescente requiere ser analizado desde la educación sexual integral, pero también desde la violencia sexual que sufren las niñas por personas adultas y la cosificación de sus cuerpos desde pequeñas (…) En una cultura patriarcal, se enseña a las niñas que están bajo el mandato de procrear y bajo la construcción del amor romántico, y muchas personas las vulneran bajo la violencia sexual y la consecución, es el embarazo adolescente».

La psicóloga acusa que la falta de educación sexual integral que permita prevenir el embarazo y las enfermedades de transmisión sexual, pero también disfrutar la sexualidad, es violencia institucional y el sistema falla al no contar con políticas públicas que la garanticen.

Porque no será posible hallar una solución a este problema mientras persista el oscurantismo de padres y maestros que se niegan a hablar de temas sexuales con los adolescentes, pensando que sería invitarlos a poner en práctica lo aprendido, siendo que la información es realmente la mejor arma que pueden darles para evitar prácticas de riesgo que los lleven a crear una nueva vida o, peor todavía, a destruir la suya.

Hacer visible este problema de salud pública es imprescindible para poder atacarlo. Es urgente elaborar planes integrales de atención a los padres adolescentes y dar seguimiento a la crianza de sus hijos, además de avivar la lucha contra el abuso sexual infantil y la violencia de género.

Y, sobre todo, resulta fundamental ofrecer a los adolescentes mayores oportunidades educativas, con todas las herramientas que les permitan construir y fortalecer un proyecto personal, de tal modo que sus planes de vida no contemplen la paternidad antes de haber concretado otras metas, o de tener la conciencia, madurez y solvencia necesaria para ejercerla.

Con información de Lorena González Boscó.

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