Hay quienes consideran a las abejas el animal más importante del mundo. Estos seres ocupan el primer lugar entre los polinizadores, pero en este grupo también figuran moscas, mariposas, murciélagos, arañas, escarabajos y colibríes; sin embargo, su supervivencia está en riesgo.
En 2006 se registró una gran mortandad de abejas, primero en Europa y después en Estados Unidos. Tras varias hipótesis, se concluyó que estas criaturas morían, principalmente, por el uso de agroquímicos en el campo.
A decir de Adriana Correa Benítez, del Departamento de Medicina y Zootecnia de Abejas, Conejos y Organismos Acuáticos de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, existen más de 20 mil especies de abejas. Una de las más afectadas por el uso de productos fitosanitarios, insecticidas, herbicidas, fungicidas, bactericidas y antibióticos, es la Apis mellifera, la productora de miel.
“Al usar estos productos, el agricultor daña a las abejas que buscan una planta para polinizar”, señaló la especialista. Y es que los plaguicidas son dispersados a través de varios métodos, pero el más peligroso es la dispersión aérea.
“Es la peor estrategia porque ese polvo arrojado desde avionetas llega lejos. En Quintana Roo murieron abejas a dos kilómetros a la redonda porque se había fumigado un sembradío con Fipronil”.
Esta situación no solamente ha ocurrido en Quintana Roo, en Yucatán y Campeche apicultores y meliponicultores también han reportado bajas en sus colmenas y jobons dsde hace años por estas mismas fumigaciones aéreas. Para Adriana Correa, quien tiene más de 40 años de estudiar a las abejas, esta intoxicación no sólo afecta a esa especie, sino a otros polinizadores.
“No podemos cuantificar a los demás insectos o especies contaminadas con este producto. Podemos medir el daño causado en las colmenas, pero los estragos son mayúsculos. Si esas abejas mueren, también lo harán las nativas y otros insectos alrededor”.
Los daños
Los efectos de los agrotóxicos van de agudos (si las abejas caen muertas al instante tras consumir el producto) a crónicos (cuando la abeja se tambalea, no puede volar, se queda alopécica, regurgita, saca espuma por la probóscide y fallece). Si estos insectos logran regresar a su colmena, la contaminan junto a sus crías, las cuales cambian su color perlado por uno púrpura y difícilmente llegan al término de su crecimiento.
Además, las reinas pierden la característica de una buena postura y baja radicalmente la población de la colmena, mientras que zánganos aparentemente sanos pierden fertilidad hasta en un 55 por ciento.
“Aunque les des alimento y el apicultor haga de todo para que sus abejas se restablezcan, le puede llevar año y medio eliminar todo el producto que, para su desgracia, se impregna en la cera. El año pasado, México perdió 35 por ciento de sus colmenas y, por lo tanto, bajó la producción de miel. Hubo quienes dejaron la apicultura porque se les murió todo”.
A decir de Correa, las afectaciones no ocurren únicamente de manera directa hacia las abejas, pues en lugares donde han exterminado a las abejas nativas por las fumigaciones aéreas, también se ha perdido flora endémica como consecuencia.
«Ahora hay plantas que no están floreciendo y eso afecta a todo el equilibrio ecológico. Es necesario destacar que las abejas nativas de nuestras zonas tropicales están siendo fuertemente afectadas”, advirtió la investigadora.
Existen proyectos que buscan preservar las especies
Uno de esos proyectos es Miel Nativa Kaban, que ha creado un «hospital de abejas» para rescatar a estas polinizadoras tras enfrentar riesgos, ya sea por fumigaciones u otras vulneraciones que atentan contra sus vidas.
Desde hace seis años, en la Península de Yucatán florece esta iniciativa que une conciencia ambiental y justicia social: Miel Nativa Kaban, un proyecto enfocado en la conservación de las abejas nativas, especialmente las meliponas o abejas sin aguijón.
En el hospital de abejas, no se busca la producción, sino el rescate y recuperación de colmenas. Ahí habitan actualmente nueve especies de abejas nativas, y en algunos casos, las crías son donadas a productores que atraviesan crisis y necesitan apoyo para restablecer sus colmenas.
El proyecto no solo busca preservar la biodiversidad, sino también fortalecer las prácticas de comercio justo, generando beneficios tanto para el medioambiente como para las comunidades productoras. Iniciativas como esta son vitales ante el riesgo que enfrentan las abejas nativas y el papel fundamental que cumplen en nuestros ecosistemas.
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