Durante décadas, el cáncer colorrectal se ha considerado una enfermedad propia del envejecimiento. Sin embargo, en los últimos años ha emergido una tendencia preocupante: el aumento mantenido del cáncer colorrectal en personas jóvenes, especialmente entre los 20 y 49 años.
Este fenómeno, reconocido ya como un problema de salud pública, genera preocupación en la comunidad científica y requiere una respuesta decidida desde la investigación, la prevención y las políticas sanitarias.
Una tendencia global al alza
En países como Estados Unidos, Canadá, Australia o Chile, la incidencia del cáncer colorrectal en menores de 50 años ha ascendido de forma consistente en las últimas décadas. Según una investigación reciente, los cánceres gastrointestinales son los que presentan el mayor incremento entre todos los cánceres de aparición temprana, con una subida media anual del 2,16 % entre 2010 y 2019 en Estados Unidos.
Un análisis global con datos poblacionales de alta calidad en 50 países ha mostrado que la incidencia del cáncer colorrectal de aparición temprana se está incrementando en 27 de ellos, con subidas más rápidas que en personas adultas mayores.
Aunque este tipo de cáncer en jóvenes representa todavía una proporción pequeña del total de casos, su crecimiento contrasta con la estabilización o incluso descenso que se observa en mayores de 50 años, donde los programas de cribado ya están bien implantados.
Particularmente en Yucatán, con información del Boletín Epidemiológico del Sistem de Vigilancia Epidemiológica este 2025 se han identificado 14 casos en hombres y 36 en mujeres hasta la semana 17 del año, aunque esta información no está segregada por edad, da cuenta del número total de casos, siendo que el 2024 cerró con un total de 38.
Por su parte, otros proyectos como TEOGIC o SECOC buscan caracterizar las bases moleculares y otras características clave de los tumores gastrointestinales diagnosticados en personas menores de 50 años.
A todo esto hay que añadir que, según el informe más reciente de la American Cancer Society, el cáncer colorrectal se ha convertido en la primera causa de muerte por cáncer en hombres y la segunda en mujeres menores de 50 años en Estados Unidos.
¿Qué hay detrás de este aumento?
No hay una causa única: la evidencia señala que se trata de un fenómeno multifactorial. Alrededor del 30 % de los casos en jóvenes pueden asociarse a síndromes hereditarios, pero la mayoría son esporádicos.
De acuerdo con las evidencias recientes, la hipótesis más aceptada es la del efecto cohorte de nacimiento: personas nacidas a partir de 1960, y especialmente las millennials, tienen un mayor riesgo que generaciones anteriores a la misma edad. Es decir, algo en el entorno, el estilo de vida o las exposiciones durante la infancia y juventud está cambiando y favoreciendo la aparición precoz de esta enfermedad.
Entre los factores más consistentes se encuentran los siguientes:
- Las dietas con alto contenido en carnes procesadas, azúcares añadidos y alimentos ultraprocesados, junto a un bajo consumo de fibra y vegetales.
- El sedentarismo, el tabaquismo, el consumo de alcohol y la obesidad abdominal.
- El consumo frecuente de antibióticos en la infancia, que puede alterar el microbioma intestinal.
- La exposición a sustancias contaminantes como plásticos o compuestos orgánicos persistentes.
- La mayor prevalencia de alteraciones metabólicas como la resistencia a la insulina o la inflamación crónica de bajo grado.
Estudios recientes han identificado nuevas variantes genéticas asociadas al cáncer colorrectal de aparición temprana, pero también han confirmado la relevancia de factores modificables como el índice de masa corporal o el bajo nivel educativo. La interacción entre predisposición genética y factores ambientales desde edades tempranas parece ser clave.
Un cáncer diferente: más agresivo y difícil de detectar
Este cáncer no solo aparece antes: también se comporta de forma diferente. Suele diagnosticarse en fases más avanzadas, ya que sus síntomas, como dolor abdominal, cambios en el tránsito intestinal o sangrado en las heces, pueden confundirse con patologías benignas y se minimizan por la edad de la persona que los padece.
Además, algunos trabajos apuntan a subtipos moleculares más agresivos y una biología distinta, lo que complica su tratamiento y empeora el pronóstico. Su aparición en edades productivas implica un impacto emocional, familiar y económico mucho más importante, ya que afecta a personas que están construyendo su vida, desarrollando su carrera profesional o formando una familia. Y cada diagnóstico se traduce en muchos años de vida potencialmente perdidos.
¿Qué podemos hacer?
La primera medida a tomar es aumentar la concienciación. Ni los profesionales sanitarios ni la población deben descartar el cáncer colorrectal por la edad de la persona. Para su detección precoz, es importante reconocer los síntomas de alarma y consultar a su médica o médico ante señales persistentes.
También es necesario reconsiderar las estrategias de cribado. Estados Unidos ya ha bajado la edad recomendada para iniciarlo a los 45 años, y existen propuestas para hacerlo aún antes en personas con factores de riesgo conocidos.
Además, se están desarrollando nuevas herramientas como la biopsia líquida o la inteligencia artificial, para identificar el cáncer antes de que aparezcan los síntomas.
Es prioritario abordar los determinantes sociales y ambientales: reducir el consumo de ultraprocesados, promover la actividad física y diseñar entornos urbanos saludables. También urge reforzar los registros poblacionales de cáncer, que permiten identificar tendencias emergentes y orientar políticas basadas en la evidencia.
Y otro aspecto clave es reducir las desigualdades. Grupos con menor nivel educativo o acceso limitado al sistema sanitario presentan mayores tasas de mortalidad por cáncer colorrectal, incluso en jóvenes, particularmente porque suelen acumular varios de los factores de riesgo mencionados.
Mirando al futuro
El aumento del cáncer colorrectal en jóvenes no es un fenómeno estadístico anecdótico. Es una señal de alerta de que algo está cambiando en nuestros cuerpos y en nuestro entorno, y una oportunidad para repensar cómo entendemos la prevención, el cribado y la atención oncológica en el siglo XXI.
Ignorar esta tendencia sería un error. Actuar ahora, con investigación y políticas eficaces, resulta esencial para proteger la salud de las generaciones más jóvenes y evitar que esta tendencia se consolide como una nueva normalidad.
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