Los rostros de la agonía son perfilados por un artista yucateco con profunda visión de su Estado y todo aquello que lo carcome y devasta.
Sus colores intensos y vivaces entremezclados con ocres y verdes deslavados son el contrapunto perfecto para señalar la sordidez de una tierra aniquilada paulatinamente.
La mirada de Daniel Rosel se interna en la pérdida detrás de la exuberancia, en el absurdo de la voracidad humana que, sin embargo, el “desarrollo” todo lo justifica. Observar sus cuadros sacude la cómoda visión de una tierra prometida donde nada malo sucede, una tierra de paz, estabilidad y progreso.
Los bufones se abren paso descarnado para aterrarnos con su presencia que se regodea en la destrucción y al mismo tiempo se desnuda en su sufrimiento. La violencia demoledora del despojo, el asesinato de la naturaleza y la crueldad hacia quienes son originarios de esta tierra se exponen dramática e intensamente hasta atravesarnos la pupila.

Nadie queda impasible al estar frente a la obra de Rosel. Obliga a tomar una postura. Definirnos desde el ardor o seguir de largo en el confort de la indiferencia.
Uno de sus óleos “Quemazón” es el ejemplo perfecto de su visión actual de este pedazo del mundo. Se transpira destrucción en cada pincelada. Pero la vida lucha, se muestra en primer plano, doliente sí, pero existente. Tortugas se abren paso ante la catástrofe, mientras el bufón que divierte o provoca terrores esboza una sonrisa enigmática y perturbadora, nos hacemos preguntas, ¿somos espectadores pasivos de nuestra propia extinción?

“El tigre de Bacalar” muestra sus fauces y entre las garras a su presa desollada, la severa expresión de su rostro pareciera reprocharnos algo ¿es esto lo que me debe alimentar? ¿es esta la conformidad que debo asumir ante su rapiña capitalista? El dolor y la furia que transmite la fiera nos interpela. Somos los que se alimentan de lo que sobra. La abundancia de los restos, los que sobramos en todos los rincones nos encontramos. Especies olvidadas y multiplicadas que a quienes ostentan el poder les estorbamos. Somos esas bestias luchando por sobrevivir y al mismo tiempo somos las presas que quedan.
Mientras observo cada cuadro de Daniel Rosel pienso en el siguiente fragmento de María Fernanda Ampuero de su libro Visceral.

Cuando todo esté podrido, tóxico, contaminado, ¿entonces qué? ¿Qué comerán cuando la tierra se cuartee de sed y, rasgada, yerma, inútil, críe gusanos gordos de comer muerte? ¿Qué líquido pondrán en sus vasos de cristal? ¿Cómo filtrarán el aire que llegue a sus pulmones? El señor, el patrón, el capataz, el mandamás, el gerente, el inversor, el socio capitalista, el director, el ingeniero, ¿qué van a respirar, a beber, a comer cuando todo esto se haya destruido? El monstruo de madera, el de lata, el de fierro, no los llevará a otro lado.
No habrá otro lado.
La exposición de Daniel Rosel se encuentra en ULE Casa Cultural (Calle 64 No. 560 x 71 y 73, Centro) y cuenta con servicio de librería y cafetería para poder pasar un momento por demás agradable en un espacio colmado de energía creativa que invita al pensamiento crítico y al goce entre la naturaleza. Hasta el 30 de agosto.

Daniela Esquivel: Directora de escena, promotora de lectura, profesora y colaboradora de medios digitales. Exploradora gastronómica y lectora incansable. Nómada entre la Gran Tenochtitlan y la Tierra del Faisán y del Venado.
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