Con la comida no se juega… ¿o mejor sí?

PorRedacción

13 de junio de 2024

Existe una nueva tendencia para inculcar buenos hábitos alimenticios de forma lúdica.  

Uno de los mayores desafíos de la maternidad (y de la paternidad también) es la hora de la comida, porque no se trata solamente de alimentar a los críos, hay que nutrirlos, física y emocionalmente.

Hasta hace relativamente poco, los adultos responsables del cuidado de los menores insistían en el respeto a las reglas de etiqueta en la mesa, algo que hoy en día se ha relajado, en gran medida por las prisas cotidianas y también por el avance de la tecnología.

Ahora no es extraño ver a nenes pegados a un celular o a una tableta —que hace las veces de niñera—, incluso mientras comen y aunque con algunos funciona como distractor para evitar los pleitos o confrontaciones, para otros es la razón de que apenas prueben un par de bocados.     

Para crear un vínculo sano con la comida desde la infancia, es fundamental e indispensable desarrollar estrategias para que la alimentación saludable se convierta en una decisión propia, sin prejuicios de edad, porque hasta los preescolares tienen la capacidad de elegir lo mejor para su salud, si se les dan herramientas suficientes … y se les permite hacerlo.

Si bien la laxitud actual para el momento de comer tiene sus bemoles, también es cierto que la apertura de los tiempos modernos puede ser aprovechada en beneficio de los más peques de la casa y prueba de ello es la enseñanza a través del juego, pero ojo, que este nunca involucra dispositivos electrónicos ni nada ajeno a los propios alimentos.

El juego con la comida puede iniciar tan temprano como la alimentación complementaria; alrededor de los 6 meses de edad, casi todos los bebés (excepto algunos nacidos prematuros o con condiciones especiales) están listos para incorporar a su dieta alimentos sólidos y esa etapa es ideal para percibir los alimentos con todos los sentidos.

Manipular la comida refuerza la conexión mano-boca, ayuda a identificar las diferentes texturas y colores, lo que favorece la aceptación de nuevos alimentos, eliminando el miedo de probar algo totalmente desconocido.

Adicionalmente, la interacción de los niños con la comida mediante todos sus sentidos permite saber si tienen sensibilidad a algún alimento y desecha la idea de que comer es una obligación, algo que tienen que hacer a la fuerza.  

En ese sentido, es importante también hacer caso a las señales de saciedad (o de hambre) que emitan los niños, no hay que olvidar que ellos comerán cuando tengan apetito y dejarán de hacerlo cuando ya estén satisfechos, igual que cualquier otra especie del reino Animalia; de ahí que condicionar la comida con chantajes, premios o castigos, lo que también se conoce como el síndrome del General: «no te paras de la mesa hasta que dejes el plato vacío» no sea ya recomendable.

En el caso de jugar al «avioncito», podría tener cabida todavía, pero solo si el pequeño lo disfruta y no se hace con el fin de que siga comiendo cuando ya no desea hacerlo. Sobra decir que las amenazas lo único que consiguen es que los pequeños comensales se sienten a la mesa con miedo y eso repercutirá en su alimentación de por vida.  

Mejorar la calidad de los alimentos que consumen los adultos y el modo en el que lo hacen es vital para los menores a su cargo, nada enseña más que el ejemplo; evitar la comida ultraprocesada y procurar que al menos el 80% de lo que se consume sea preparado en casa, es una inversión que beneficia no solamente a la salud, sino a la economía.

El plato del buen comer incluye un balance de verduras, frutas, semillas, grasas saludables, aceites prensados en frío, proteínas vegetales y animales, lácteos y leguminosas (lentejas, garbanzos, frijoles), sin olvidar que la principal fuente de hidratación debe ser el agua.

Los niños no nacieron amando el azúcar y odiando las frutas o las verduras, es un tema de hábitos, y si estos se inculcan desde la primera infancia y de manera lúdica, será más fácil que se mantengan en la vida adulta; así es que es hora de sustituir aquella vieja frase de los papás y abuelos, porque «con la comida, ¡sí se juega!»

Y si no sabes cómo invitar al juego a tu mesa, VIVE MÉRIDA te da algunas ideas:

  1. Excavar en la «arena» de amaranto, pan molido, quinoa o azúcar mascabado.
  2. Elaborar cuadros de paisajes o retratos (aceitunas para ojos; el espagueti, cabello).
  3. Fabricar sellos con manzanas o papas y pintura vegetal.
  4. Construir escenarios (una autopista de palitos de zanahoria o un bosque de brócoli).
  5. Jugar a la «comidita» con alimentos saludables.

Edith Montserrat De la Barrera Balbuena, comunicóloga, periodista, correctora de estilo y aprendiz de lengua de señas. Una zurda apasionada del cine, fan de la Navidad y amante de las galletas. Osa de corazón, pero con un hijo pingüino. «Don Quijote decía que ‘la pluma es la lengua del alma’ y yo dejo un tanto de la mía en cada nota que escribo para VIVE MÉRIDA»

ENTRADAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *