Habitar y habitarme en la mayor cantidad de espacios posibles…
¿Se han dado cuenta cuán sofisticados nos vamos volviendo para complacer a la pareja o a nosotros mismos? ¿Cómo es que nos gusta experimentar y también sentirnos conocedores o abiertos a la posibilidad? Me pregunto si cada vez seremos más los que nos encontremos en ello…, de dientes para fuera o realmente.
¿Saben lo que es el potro del amor? También le llaman, sillón tantra. No crean que es un potro como los que se recuerdan como artefactos de tortura, con los que uno crecía por tener atadas las extremidades con cuerdas, y estas, comenzar a ser jaladas, cuál si uno fuera de hule. Obvio, no era que uno precisamente creciera. Definitivamente, ese no es.
Casi parece un sillón como el de un dentista, pero podría sugerir que es más ergonómico. No tiene descansabrazos, aunque también podríamos describir alguno como una eme boleada, con uno de sus arcos más altos y otro más leve. Un sillón con curvas y mullido.
Dícese que este aparato, sirve para disfrutar distintas posiciones sexuales. Imagínense ustedes cuáles y las que quieran. Lo cierto es que observando el silloncito, desde luego que se me ocurren varias.
Para los más recatados, pueden pensar que este es un sillón tantra, como ya lo mencioné. El tantra, piénsenlo así, es una de las tradiciones orientales que enseña a utilizar el deseo sexual con el propósito de desarrollar el espíritu. Así que cualquier moral judeo-cristiana, puede considerarlo desde luego, una máxima virtud.
Entonces, ¿qué tal comprar uno? Pregunto a mis amigas, luego de explicarles sus formas. Y no es que no lo hubieran visto antes, sólo no sabían su nombre público. ¿Lo pondrían en su casa? ¿Dónde lo colocarían?
¿Qué les diría su hombre, pareja o quimera? ¿Qué las visitas? Desde luego, habría que colocarlo, sostengo, como uno de los sillones de la sala. Yo ahí lo pondría. No me imagino a mis padres viniendo a visitarme. Seguro mi papá pensaría que es un reposet moderno y se acostaría en él para probarlo, y yo sin prudencia alguna, moriría de risa nada más verlo. Luego le comentaría delante de mi madre, que el artículo en que descansa (y hasta me habrá dicho que es muy cómodo), se denomina en el mercado “potro del amor”. Entonces, querrá levantarse de ahí de inmediato, se sonrojará, aunque…, permanecerá tumbado en el silloncito, feliz. Mi mamá querrá, pero no se animará a quitar a mi padre para acomodarse, pero lo hará en otra visita…
¿Para qué buscar un potro del amor y no utilizar la taza del baño, la mesa, la alfombra, la tina, la regadera, el sillón, la silla, el baúl, el escritorio…? Ya entrados en el asunto, ¿hasta la cama? Porque está bonito.
¿Dónde conseguir uno? Nos preguntamos todas. De inmediato nos dimos a la tarea de buscar dónde vendían el mentado potro, y ¿qué creen? Lo encontramos en Mercado libre y por menos de dos mil pesos.
¿Se imaginan cuando invitemos a un varón a casa o cuando tengamos visitas? ¿Otros que sepan que eso, justamente, es un potro del amor? No cabe duda, la pasión andante en el viento, un despertador de intenciones inmediatas y sin tregua; al menos en la imaginación, si es que no existe el atrevimiento.
-Eres una chimenea, dice Rosaura a Marcia, al verla tan sonriente y le azota en seguida: -o quieres una chimenea. Ambas, responde Marcia, con su singular tono de que se come el mundo.
Nos ponemos a pensar en si estos “potros del amor” que encontramos en la red, son usados o no, y continuamos dando rienda suelta a nuestra imaginación, que por más que quisiera (la imaginación), dista de prudencia. Menos cuando estamos juntas. Aquí no pasa nada, solo disfrutamos mentalmente, a todo galope. Comenzamos a construir historias en posiciones diversas; de otros, ¡claro está! Y nos sonrojamos mucho, pero nos divertimos otro tanto.
Bien lo canta Willie Colón en El gran varón. “No se puede corregir,/ a la naturaleza,/ palo que nace doblao,/ jamás su tronco endereza”… Por esta vida, sin complicárnosla tanto. Comentarios: celiatgramos@gmail.com
La redacción de Vive Mérida reconoce y agradece la generosidad de la escritora y periodista Celia Gómez Ramos por permitir que su texto sea replicado en nuestro portal.
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