Caminante no hay camino
Cumplir 50 años no es llegar a una cima, ni mirar hacia abajo con nostalgia o miedo.
Es más bien como abrir una botella de buen vino que ha sabido esperar su tiempo. No cualquier vino: uno que ha sido cuidado con esmero, que ha resistido los cambios de clima, las sacudidas del viaje y que, en lugar de debilitarse, ha ganado fuerza, cuerpo y carácter.
"Siento que he dado mucho, pero no sé si he vivido para mí."
Esa frase, dicha entre suspiros y lágrimas, no es rara en la consulta. Muchas personas al llegar a esta etapa sienten que cumplieron con todo… menos consigo mismas. Y es ahí donde comienza el proceso más honesto: reconocer que nunca es tarde para volver a elegirse, para escucharse sin juicios, para reconstruirse sin prisas.
En el espacio terapéutico he acompañado a muchas personas que, al llegar a esta edad, se preguntan si ya es tarde para empezar algo nuevo, si deben conformarse o si aún pueden atreverse. Ahí me doy cuenta de que lo que más pesa no es la edad, sino las ideas que nos vendieron sobre lo que deberíamos haber logrado a estas alturas. Por eso, como el vino, vale más saborear lo que somos ahora que quedarnos añorando lo que pudo ser.
"A veces me despierto y me pregunto: ¿esto es todo?"
Esa pregunta, tan simple como profunda, aparece cuando el alma está pidiendo cambio. Y ahí, el acompañamiento no ofrece respuestas mágicas, pero sí un espacio seguro para mirar lo que antes se evitaba. Porque a veces, la verdadera crisis no es de edad… sino de sentido.
También es café. Ese que despierta los sentidos y acompaña los días. Pero no el que se toma con prisa mientras se corre a algún lado, sino el que se elige con intención, para compartirlo con alguien que escucha, que se detiene, que conversa. A menudo, en consulta, basta una pregunta con alma de café para que una persona empiece a despertar de sus automatismos: ¿cuándo fue la última vez que te escuchaste con cariño? A los 50, me doy ese permiso y lo extiendo a quienes acompaño: el de ser fuertes, pero también dulcemente humanos.
"Nunca aprendí a decir lo que necesito sin sentir culpa."
Esta frase, tan común, refleja cuánto nos cuesta reconocer nuestros límites, nuestros deseos y nuestra voz propia. Pero también nos recuerda que siempre hay tiempo para aprender. A esta edad, uno ya no busca complacer, sino estar en paz. Y eso, también se entrena.
Hoy no celebro una cifra, sino una forma de estar en el mundo. Agradezco cada historia compartida, cada duelo honrado, cada esperanza reconstruida junto a quienes han confiado en mi palabra y mi silencio. Soy vino por lo vivido, café por lo que me mantiene despierto. Y aunque los caminos recorridos han sido muchos, sigo andando, con copa en mano y taza en el corazón. Porque si algo he aprendido en estos años, es que no hay ruta trazada… solo el deseo profundo de caminarla.
¿Y tú, cómo estás caminando tu propia ruta?
Si algo de este texto te resonó, tal vez es momento de escucharte con más calma.
El acompañamiento psicológico no es para cuando no puedes más, sino para cuando decides vivir con más conciencia y dignidad.
ENTRADAS RELACIONADAS