María Fernanda tiene 10 años, mucha empatía y una cabeza llena de ideas... Es así que se le ocurrió que vender aguas en la calle de su casa, donde paran los camiones y percibe a la gente acalorada, era una gran idea. Idea que fue el primer esbozo para lograr un emprendimiento familiar que más allá de las ganancias monetarias, considera la situación que vive la gente en la espera del transporte público.
Rubén Gómez y Yessenia Martínez son papá y mamá de María Fernanda, quienes entre ideas de emprender, las ideas de su hija y su experiencia con el transporte púbico, a través de su hijo Gadiel de 18 años, decidieron realizar un negocio que tuviera un impacto en su comunidad.
Lo que no imaginaron fue que su impacto sería inmediato, pero así fue. Una madrugada colocaron su máquina expendedora en una pequeña construcción que realizaron para que la gente pueda esperar el camión sentada, en la sombra… Y a la mañana siguiente ya circulaban por redes sociales fotografías del emprendimiento/labor social que estaban realizando en el Fraccionamiento Los Héroes.
«Pensamos en una solución para las personas que están paradas en el rayo del sol… Pensamos en una tienda, pensamos hasta en una sombrilla y vender aguas con una hielera, pero cuando detectamos que ya pasaba el Va y Ven, empezamos a considerar esto», apunta Rubén.
Y es que su idea no surgió de un día para otro, ni con la llegada del paradero Va y Ven al costado de su casa, sino que había rondado por sus mentes durante algún tiempo; sin embargo, tenían que pensar cuál sería el camino ideal, pues los camiones antes paraban en cada esquina, por lo que la gente no se detenía en un sitio en específico. Fue por eso que al convertirse en este sistema de transporte y tener la parada justo allí, encontraron la respuesta.
No podían poner un toldo ni techo que abarcara la escarpa porque implicaba solicitar permisos y muchos trámites, pero tampoco querían una tienda que requiriera de su atención todo el tiempo porque además allí no se podría quedar la gente, así que decidieron utilizar un espacio de su propia casa para poner al servicio de la gente y, al mismo tiempo, emprender con su máquina expendedora.
Con una inversión que oscila entre los 100 y 150 mil pesos, en un mes, construyeron un espacio que está compuesto por: un techo, una banquita, un ventiladorcito y una máquina expendedora. Estos elementos los eligieron porque Yessenia, al mirar por su ventana, veía a la gente esperando y sobre todo le preocupaban madres que iban con bebés o infancias que esperaban bajo el sol e incluso Gadiel, su hijo, sufría la espera del camión en el calor. «Es un negocio para que la gente se pueda cubrir», dijo Rubén.
Aunque le robaron un pedacito a su casa para abrir este espacio, consideran que vale la pena, pues no sienten que esto les estorbe en lo absoluto y, por el contrario, sienten mucha satisfacción de aportar ese granito de arena; además de que están allí mismo si alguien tiene problemas con la máquina porque se les atore una moneda o alguna otra situación. Además, con sus precios «lo que buscamos es no afectar a la economía yucateca, a la economía de la familia»; los productos que tienen van desde los 8 hasta los 25 pesos.
Este empredimiento no termina aquí, sino que siguen pensando cómo innovarlo y qué otras estrategias pueden implementar para la gente. Además, próximamente venderán las aguas que su hija ha querido vender desde hace tiempo.
Buscan graffiteros
Ahora, tienen interés en que este espacio sea de la gente, sea un espacio urbano con sentido de pertenencia, por eso, se encuentran buscando que artistas locales intervengan el espacio con un graffiti.
«Invitamos a graffitear o a hacer un mural, queremos que vengan y sean parte de, que aporten su arte».
Si quieres que la gente conozca tu arte y aportar un espíritu distintivo a este espacio, puedes comunicarte a través de Instagram para sumarte a este espacio que da sombra y un respiro a la gente mientras espera.
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