“Te amo con todo mi corazón” es una de las expresiones más comunes para manifestar afecto hacia otra persona, aunque dicha aseveración resulta errónea, pues es en el cerebro donde se generan las emociones y sensaciones relacionadas con este sentimiento.

“En todas las etapas de lo que llamamos amor de pareja (enamoramiento, amor estable y desamor) se observan cambios notorios en la actividad cerebral. En la primera, por ejemplo, se activan zonas que tienen que ver con un estado eufórico, pero se inactivan las ligadas a nuestro juicio de la realidad. Tales variaciones son transitorias”, expone Ignacio Camacho Arroyo, investigador de la Unidad de Investigación en Reproducción Humana del Instituto Nacional de Perinatología y de la Facultad de Química de la UNAM.

Este tema, analizado casi siempre desde las ciencias sociales y las artes, comenzó a ser de interés para la biología, la fisiología, la química y las neurociencias. Esto hizo que grupos de especialistas, sobre todo en Estados Unidos y Europa, comenzaran a buscar vínculos entre la actividad de diferentes regiones del cerebro y ciertos estados de ánimo.

“Así, hemos visto que, en el enamoramiento, se activan estructuras cerebrales importantes, como el núcleo accumbens, que forma parte de los circuitos de recompensa y está ligado a la motivación; el hipocampo, que participa en la memoria, aprendizaje y emociones, y el hipotálamo, regulador de la conducta sexual. Además, la amígdala y las cortezas frontal y prefrontal, asociadas al miedo y a la percepción crítica de la realidad, se inactivan”.

Ignacio Camacho Arroyo, investigador de la Unidad de Investigación en Reproducción Humana del Instituto Nacional de Perinatología y de la Facultad de Química de la UNAM.

También influyen neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, vinculados a las alteraciones en los estados de ánimo resultantes de estímulos placenteros y de recompensa. “Estudios demuestran que la testosterona, mayormente concentrada en hombres, reduce sus niveles en los varones, mientras que en las mujeres aumenta, lo cual modifica sus conductas. Estos cambios, de igual manera, son transitorios”.

¿Mariposas en el estómago?

Helen, alumna de la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción de la UNAM, tiene cuatro meses de relación con Emilio, quien estudia en la misma institución. Ella describe que, ver a su novio, le genera mucha emoción. Cuando se miran se pone nerviosa y siente que su corazón se acelera. Por su parte, él cuenta que, a veces, le sudan las manos e incluso llega a temblar cuando están juntos.

Mario —profesor de primaria jubilado— tiene 36 años de matrimonio y recuerda que, cuando conoció a su esposa, sentía “un revoloteo en el estómago”, algo que, con el correr de los años, se transformó en una sensación de estabilidad. Lo anterior tiene que ver con modificaciones en el sistema nervioso simpático y parasimpático.

“Moléculas como la adrenalina, noradrenalina y acetilcolina cambian. Ello genera sudoración, aumento de la presión arterial o alteraciones peristálticas en el intestino, las famosas mariposas en el estómago”, señala el profesor Ignacio Camacho Arroyo.

Aunque se han realizado cálculos sobre cuánto dura la primera fase del amor, el especialista en investigación biomédica básica subraya que es difícil determinarlo, pues en cada caso las circunstancias son diferentes.

Fernanda y Zezec, compañeras en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, coinciden en que, una vez pasados los primeros meses de noviazgo, comenzaron a experimentar mayor estabilidad, tranquilidad y confianza. Esto puede deberse a que los niveles de cortisol (hormona del estrés), producida por la glándula adrenal, se elevan durante el enamoramiento y disminuyen con el tiempo.

“El enamoramiento ocurre de manera impensada. Sin embargo, un vínculo a largo plazo es una decisión que se trabaja a diario, mediante vías claras de comunicación, por ejemplo. Para mantenerlo es necesario seguir estimulando al cerebro y sentirse contento. Eso puede hacerse mediante actividades que permitan continuar aprendiendo de la otra persona, sentir interés y confianza en ella”, plantea Ignacio Camacho.

Positivo para la salud

El amor puede ser benéfico para la salud, pues la felicidad, motivación y creatividad generan mejor desempeño en diversas áreas de la vida. Además, implica un incremento de moléculas y células relacionadas con la respuesta inmunológica, lo que permite una mayor defensa ante el ataque de algunos agentes extraños que provocan infecciones.

El investigador apunta que los estudios sobre las bases fisiológicas, celulares y moleculares realizados en torno a este tema han sido importantes para conocer cómo se regulan muchas de las emociones y cuáles son los mensajeros químicos involucrados, así como para ahondar en el funcionamiento del cerebro y cómo se vincula con la salud y la enfermedad.

“En nuestro país realmente no hay trabajos sólidos acerca de esto y, por lo tanto, tenemos ahí un área por explorar”, concluye.

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