Dom. Jul 13th, 2025

Con información de Daniela Reyes para Causa Natura Media / Mongabay Latam

Los primeros intentos para cultivar el pepino de mar en México fueron en 2009 y tuvieron lugar en Yucatán. El Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional en Yucatán empezó a experimentar con las especies de pepinos del sureste de México: el chispas de chocolate (Isostichopus badionotus) y el pepino lápiz (Holothuria floridana). En 2024, el Cicese inició las primeras investigaciones para el cultivo de pepino de mar café y el verrugoso, especies del golfo de California y del Océano Pacífico, respectivamente.

El objetivo de ese trabajo científico era claro: encontrar una solución sustentable que permitiera preservar una especie altamente codiciada en el mercado asiático y, al mismo tiempo, aliviar la presión sobre las poblaciones silvestres que han sido devastadas por la pesca ilegal y la falta de regulación.

Una apuesta por la acuicultura

Años más tarde, ese camino trazado por Yucatán fue retomado por científicas y científicos en el noroeste de México, quienes ven en la acuicultura una salida viable ante la inminente amenaza de desaparición del pepino de mar. Especialistas del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese), en Baja California, trabajan desde 2024 para reproducir en laboratorio al pepino de mar verrugoso (Apostichopus parvimensis) y al pepino café (Isostichopus fuscus), especies del Golfo de California y del Pacífico, respectivamente.

“Nosotros concebimos la acuicultura como una herramienta auxiliar para contener el deterioro de las especies porque tiene varias salidas posibles: una es producir para comercializar, pero otra es producir para repoblar. Esas son las dos vertientes importantísimas de la acuicultura, y el pepino es una especie muy amenazada”, señala Benjamín Barón, investigador titular en el Departamento de Acuicultura del Cicese y líder del proyecto en Baja California.

Sin embargo, el camino no ha sido sencillo. A las dificultades técnicas y presupuestarias, se suma la tramitología: obtener ejemplares de pepino café para reproducción ha sido complicado debido a que la especie está protegida, por lo que los permisos son difíciles de conseguir.

Pese a estos obstáculos, el avance en el cultivo del pepino verrugoso ha sido significativo. Científicos del Cicese lograron reproducir en laboratorio a esta especie desde su fase adulta hasta la juvenil. Aunque un brote de copépodos —pequeños crustáceos carnívoros— acabó con un lote completo, los expertos continúan con la investigación.

De los laboratorios al mar

El objetivo a mediano plazo es que los juveniles producidos en laboratorio lleguen a manos de cooperativas pesqueras que ya cuentan con permisos de captura, para que sean cultivados hasta su talla comercial. De esta forma, se busca disminuir la presión sobre las poblaciones silvestres, garantizar la trazabilidad del producto y crear una alternativa sustentable que beneficie tanto al medioambiente como a las comunidades costeras.

Esta propuesta cobra relevancia cuando se considera el caso de Yucatán, donde la especie Isostichopus badionotus fue sobreexplotada hasta que su captura fue vetada permanentemente en 2013. Desde entonces, se ha buscado preservar la especie y proteger los ecosistemas marinos que dependen de ella.

Como explica la científica Magali Zacarías, “cuando se depreda al pepino de mar, mueren langostas, peces y corales. Se muere todo lo que habita el fondo marino porque no hay quien lo limpie”. Estos organismos no solo tienen un alto valor comercial, sino también un rol ecológico fundamental: al alimentarse, remueven y oxigenan el fondo marino.

Yucatán, pionero en México

Aunque hoy Baja California encabeza las investigaciones sobre acuicultura de pepino de mar en el país, el primer paso se dio en Yucatán. Ese precedente científico fue clave para abrir camino a nuevas soluciones que buscan equilibrar el aprovechamiento de los recursos marinos con su conservación.

Los aprendizajes y experiencias generados desde el sureste mexicano sentaron las bases para que otras regiones del país intenten revertir la crisis del pepino de mar, y al mismo tiempo, construir alternativas económicas viables para las comunidades pesqueras.

Conoce la historia de la degradación que ha vivido el pepino de mar en México

El pepino de mar tiene una alta demanda en el mercado asiático, donde su consumo es un lujo reservado para ocasiones especiales. China, Hong Kong y Corea del Sur son los principales destinos comerciales. 

Sus supuestas propiedades medicinales y el hecho de que es considerado una delicatessen culinaria en guisos y sopas, permite que se venda a precios que, dependiendo de la especie, superan los mil dólares el kilo deshidratado.

El pepino de mar seco es la forma más comercializada y de mayor valor, debido a su larga duración y facilidad de transporte. Al secarse, un kilogramo de pepino de mar se convierte aproximadamente en 100 gramos, por eso su precio es tan alto.

En Asia, el desarrollo de la tecnología ha permitido el cultivo de la especie de pepino de mar Apostichopus japonicus, considerada En Peligro de Extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin embargo, la demanda es tanta que esa producción no alcanza a satisfacer el mercado. 

“Producen grandes cantidades, pero también consumen mucho pepino de mar”, asegura Zacarías. De hecho, “su producción no les alcanza y por eso han depredado muchas de las especies en todo el planeta”, dice. Así pasó en Yucatán, al sureste de México, donde el pepino de mar de la especie Isostichopus badionotus se convirtió en un recurso de tal importancia para el mercado asiático, que terminó sobreexplotado y con una veda permanente que prohíbe su captura desde 2013.

En la búsqueda de satisfacer esa demanda, México, y puntualmente el estado de Baja California, juegan un papel clave, puesto que, desde 2021, exporta el 100% del pepino de mar que se produce.

El pepino de mar café está clasificado como especie En Peligro, tanto por la UICN como por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que se encarga de su manejo. El pepino verrugoso está considerado Vulnerable y no cuenta con un plan de manejo. Solo se rige por cuotas de capturas anuales asignadas por la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca).

Producción de pepino de mar en el noroeste de México: Fuente: Carta Nacional Pesquera (2023).

Desde que en 1991 inició el registro de la producción del pepino verrugoso, se alcanzaron cifras máximas de hasta 747 toneladas en 1994. A partir de ahí, ha habido una tendencia decreciente. En el periodo de 2013 a 2020, se capturaron entre las 90 y 100 toneladas anuales, de acuerdo con la Carta Nacional Pesquera.

En enero de 2021, el Centro para la Diversidad Biológica en México, una organización de conservación sin fines de lucro, ingresó una solicitud ante la Semarnat para que se considere la inclusión del pepino de mar verrugoso a la lista de especies amenazadas enlistadas en la Norma Oficial Mexicana (NOM-059), pero la solicitud no tuvo acogida.

Para Cathy Valdez, jefa del Centro Regional de Investigación Acuícola y Pesquera (CRIAP) Ensenada, la incorporación de la especie en la NOM-059 debería tener como resultado la recuperación, pero se requiere un acompañamiento con labores de inspección y vigilancia.  Enlistarla allí tendría un gran impacto en la economía de las comunidades pesqueras, por lo que propone una recuperación comunitaria antes de incluirla en la norma.

“Son varios factores, desde ecológicos, de manejo y también pesqueros. En los años 90 se hizo una pesca indiscriminada del pepino de mar y eso llevó a un deterioro de las poblaciones silvestres y a una menor disponibilidad del recurso. También [hay problemas] con el manejo que se le ha dado y la pesca no regulada, no registrada o la pesca ilegal también tienen gran participación de esta disminución”, señala Valdez.

Estos factores, aunados a los efectos del cambio climático en el mar y la alta demanda del mercado, están mermando las poblaciones de pepino de mar y acabando con su hábitat, de acuerdo con Carolina Navarrete, bióloga y encargada de productos bentónicos en el CRIAP Ensenada.

En 2018, la Carta Nacional Pesquera mostraba que el pepino de mar verrugoso estaba “aprovechado al máximo sustentable” y recomendaba no incrementar el esfuerzo pesquero para aprovechamiento comercial, que en aquel tiempo era de 26 permisos y 164 embarcaciones, de las cuales 100 estaban en Baja California.

Sin embargo, se desoyó esta primera recomendación y para 2023 el esfuerzo pesquero ascendió a 31 permisos y 272 embarcaciones autorizadas, de las cuales 178 corresponden a Baja California, de acuerdo con Valdez. 

*Esta nota fue realizada con la información del reportaje publicado originalmente en Causa Natura Media y Mongabay Latam.

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