Singular sensación, esa de descubrirte observado por ti mismo y, no saber dónde esconderte…
Caminas despacito, con altanería, como si no tuvieras interés en interesarte en todo aquello que no te interesa, como si ahora fuera el tiempo el que se preocupa por no perderte.
Soberbia, muchos dirán. Precaución, dirán otros…
Al percibir tu reacción, te preguntas a ti mismo, repetidamente, una y otra vez, pero no hay respuesta alguna, pero no porque esta no exista, sino porque te haces pendejo para no contestarte, al mismo tiempo que te cuestionas por qué te andas preguntando, si se suponía que ya habías entendido que, si sabes que la respuesta no te va a gustar, debes de omitir la pregunta.
Aceleras el paso, pero te frenas de golpe, pues frente a ti pasan todos tus pensamientos, corren desordenadamente, empujándose, se siguen de largo y ni siquiera te saludan.
Continúas, con gesto de no sé, no vi, me vale madres. Das vuelta en la esquina, te topas cara a cara con Doña Prudencia, quien te reclama por los sentimientos que has dejado salir a jugar sin permiso alguno. Estás entre el respirar profundo o mandar a la chingada.
Respiras… Sigues caminando.
Tus pasos te llevan, te guían, porque tú ya no lo haces, tú no vas a ninguna parte, sólo escapas, sólo esquivas, mirando atrás, sin soltar, por eso no te das cuenta cómo, pero llegas, al lugar que más miedo te da; al Cementerio de las Promesas sin Cumplir.
Recorres tus miedos entre lápidas frías, entre sentimientos moribundos, entre sueños enterrados. Un escalofrío recorre tu espalda, te conviertes en tu propio silencio incómodo, cuando descubres que unas flores se marchitan, sobre una tumba sin nombre…
Somos lo que vivimos… Y lo que dejamos morir.
@jmpumarino
José María Pumarino, escritor, cineasta. Leyendo aprendí a perderme, escribiendo a encontrarme.
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Todos en algún momento llegamos a ese lugar, a ese cementerio que nosotros mismos construimos, un lugar que en nuestra inocencia creímos que nunca existiria…
Pero todos tenemos nuestro pedacito y solo nos queda salir e intentarlo de nuevo
Se me enchinó la piel al leerte, muy profundo, muy cierto, doloroso, no sé ni cómo explicar lo que me hiciste sentir. Y no sé si darte las gracias o reclamarte por dejarme tantas sensaciones alborotadas.
Ese miedo a mirar hacia adentro porque tienes que despertar y ver la realidad de la que a veces sólo deseas escapar…
Siempre te leo, pero nunca he sido de las que dejan comentarios, pero ahora siento mucho la necesidad de decirte que me encanta la manera que tienes de envolvernos y hacernos pensar y sentir. No es la primera vez que tras leerte me quedo varios minutos como en transe tratando de entender cómo me siento con lo que acabo de leer. Siempre he preferido tus escritos románticos, eróticos, existenciales, antes que los políticos o, como dices tú, desde trinchera ciudadana, pero aún así los leo y comparto, y quizá no me gusta porque muchas veces tienes mucha razón y no me gusta que como sociedad tengamos tanto por trabajar, a lo mejor en ese tema soy una cobarde y prefiero perderme en las fantasías que despiertas en mi. Pero solo quiera darte las gracias por tus letras, que abrazan o golpean, pero nunca pasan desapercibidas.
Pinchi cementerio de las promesas sin cumplir, a ese todos le tenemos miedo.
Qué bonita manera la tuya de escribir.
Gracias por tus letras.
Ese cementerio que ya sabemos de qué esta lleno de quién es cada lápida.
Todos tenemos miedo de llegar a ese cementerio y ver nuestro nombre el alguna de las lápidas. Fregona tu columna. Bienvenido a Mérida.
Me encanta leerte!
Tu tan maravilloso y tan auténtico como siempre