En productos y páginas web es común encontrar el distintivo de Empresa Socialmente Responsable (ESR). Pero ¿qué implica realmente ser una ESR, tanto para las empresas como para los consumidores? Para profundizar en el tema, conversamos con el equipo de la Consultora yucateca Proyecto H, especializada en responsabilidad social empresarial y sostenibilidad.
No se trata de un sello, sino de filosofía
Laura Bates, directora de Proyecto H, enfatiza que la responsabilidad social no depende de un logo, sino de la manera en que la empresa asume su impacto en la sociedad.
“Siempre se ha dicho que el usuario es responsable de consumir o no un producto, pero en realidad el impacto comienza desde las decisiones que toman las empresas. Por eso, el silencio empresarial puede ser tan dañino como una mala práctica”,
Ser una ESR no está relacionado con el tamaño de la empresa, sino con la forma en que opera. Aunque obtener el distintivo oficial puede costar entre 20 y 25 mil pesos —principalmente para pequeñas y medianas empresas—, este no define el nivel de compromiso social de una organización.

“Una empresa se considera sostenible, separa sus residuos, lleva bitácoras de consumo energético y aplica mantenimiento preventivo no sólo actúa con responsabilidad, también previene riesgos operativos que podrían traducirse en accidentes, pérdidas económicas o vulneración del personal”, agrega la directora.
El reto está dentro de la empresa
Montserrat Zavala, jefa de proyecto en la consultoría, señala que uno de los principales desafíos es involucrar al personal operativo. Aunque la alta dirección esté convencida de ser una ESR, la estrategia puede fracasar si no se comunica e integra adecuadamente a toda la organización.
¿Ser ESR genera beneficios económicos?
Sí, si se sabe comunicar. Muchas empresas grandes solo contratan proveedores que cuenten con el distintivo ESR, por lo que puede convertirse en una ventaja competitiva. Pero no basta con tener el sello: es necesario vincularlo a la estrategia de comunicación para que los clientes lo perciban y valoren.
En palabras de Laura Bates, en Yucatán esta cultura se ha fortalecido gracias al trabajo de la Fundación del Empresariado Yucateco (FEYAC), que ha impulsado el tema entre las pymes, sobre todo tras la pandemia.
“Mientras en el norte del país ya no está de moda ser ESR, en Yucatán comienza a ser un factor estratégico, sobre todo con la llegada de inversiones extranjeras. Las empresas globales buscan proveedores responsables, lo cual desde hace tiempo es un estandar”, explica Bates.

La coherencia es clave
Adrián Ledesma, coordinador de implementación en Proyecto H, añade que la responsabilidad social no es una tendencia ni una inversión sin retorno, sino una exigencia del consumidor contemporáneo.
“Hoy los clientes son más conscientes. Ya no compran productos, por buenos que sean, si saben que detrás hay prácticas nocivas para las personas o el entorno. Ser ESR no solo es una forma de atraer clientes, sino de conservar los que ya se tienen.”
Para Proyecto H, más que obtener un sello, se trata de alinear todos los procesos de la empresa con una visión coherente de impacto positivo en la sociedad.

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