Recuerdo que me encantaba ver a mi mamá arreglarse para salir. Era un espacio lleno de colores, brillantitos en la ropa (eran los ochentas), así como diferentes texturas, la cama llena de ropa, el estéreo encendido en su recámara. Para mí, era fantástico, pero para ella no.
A mi mamá siempre le dijeron “La gorda”. Escuchaba que decían “Ya llegó la gorda”, “¿en dónde está la gorda?” y para que no sienta tan feo, a veces le decían “la gordita”. Más de una vez escuché a alguna tía (esas tías que son difíciles de tratar) que le decía “Ay gorda, cada vez que te veo estás más gorda”, mi mamá se reía, aprendió a reírse de sí misma, la escuché con el tiempo compararse con un refrigerador, con una ballena o decir que antes era ella un bombón pero después de tener a sus tres hijos, quedó con forma de bombón.
Las bromas eran la forma en que ella lidiaba con las duras críticas a su cuerpo. Incluso después de su muerte, se refieren a ella como gordita o describiéndola como una mujer gorda. Para la sociedad es muy importante la apariencia, y describirte como gordo es una crítica acompañada de un tono filoso para que además, te sientas avergonzado por ello.
Una tía muy querida siempre vivió a dieta, ella misma decía que hasta el agua la subía de peso. Su mamá toda la vida le hizo hincapié en que era gorda y que eso estaba fatal. Para mí era una de las mujeres más bonitas del mundo, tenía una expresión muy tierna y unos hermosos ojos verdes, todo se le antojaba y siempre que se llevaba un pastelito a la boca decía que las gorditas eran antojadizas. Mi mamá era muy cercana a ella, se juntaban en la cocina, no solo para disfrutar de comer libre de críticas sino para reír, compartir y acompañarse.
¿Qué tan sorpresivo es mencionar que la hija de mi tía la antojadiza y yo tuvimos anorexia? Ahora que lo pienso, es más lógico que sorpresivo. Toda la vida escuché a mi mamá decirse a sí misma que se veía gorda. Se ponía de mal humor al hacer dietas y uno de los adjetivos favoritos para describir a otra mujer era “es bonita porque es delgadita”.
¿Por cuantos siglos la mujer ha sido el foco de una violenta presión para ser bella? Como si ser bella fuera lo más importante. A los hombres desde chicos se les impulsa a ser fuertes, inteligentes, críticos, valientes, pero a las mujeres se nos presiona para vernos bonitas y aunque las cosas han cambiado un poco, no ha cambiado la violencia estética bajo la que vivimos.
Nunca somos suficientemente bonitas. Porque el ideal femenino depende de los estándares de belleza de la época. En el renacimiento las formas redondas eran inspiración para los artistas, en los 90´s se celebraban las mujeres de aspecto europeo, con largas piernas y senos grandes. Ahora, las hermanas Kardashian establecen el estándar de lo que es bello (yo lo llamaría inhumanamente alcanzable). En el evento Met Gala en EU del año 2022, Kim Kardashian fue sumamente criticada por dos temas, primero, que utilizó para la alfombra roja el vestido que usó Marilyn Monroe para cantarle las mañanitas al presidente Kennedy en 1962 (un vestido histórico) y segundo, porque dijo que tenía semanas muriéndose de hambre para entrar en el vestido.
Cuando yo era adolescente también odiaba mi cuerpo. En la secundaria mis compañeras eran altas, blancas y delgadas. Yo soy bajita, morena y lo único que podía controlar era mi peso. Al menos podría tener eso en común con las chicas que eran consideradas bellas en la escuela. No disfrutaba comer, me limitaba mucho, me ponía de mal humor y después me daba muchísima hambre, pero no podía comer mucho porque mi estómago no aguantaba. Me comía una dona o un poco de sopa instantánea y con eso era suficiente. Obviamente eso repercutio muchísimo en mi salud.
Cambié de escuela y había todo tipo de cuerpos, morenos, rubios, blancos, altos, chicos, delgados, gordos, peludos, lampiños, curvilíneos, etc. Fue ahí, en ese ambiente donde me di permiso de aceptar mi cuerpo, me di cuenta que hay una enorme variedad, colores y formas, encontré amigos divertidísimos y comía con placer. Mi cuerpo y la imagen de mí misma era sana.
Cuando me fui a vivir a Estados Unidos, había más variedad de cuerpos, me encantaba ver a las mujeres afroamericanas, porque ellas disfrutan su cuerpo, se sienten sensuales y son ellas mismas sin disculpas. Ahí empecé a usar bikini sin sentirme avergonzada de mi cuerpo, pero regresé unos años después a México y me di cuenta de lo mucho que se discriminan los cuerpos gordos, como si no tuviéramos permiso de comer o disfrutar vestirnos porque el cuerpo no se ajustan a los estándares de belleza. Mi mamá no se levantaba de su silla en las fiestas porque sabía que la iban a criticar, si se levantaba, me pedía que me fuera delante de ella para taparle la panza (así decía ella). Yo veía a mi madre como la mujer más bella del mundo, y deseaba que se viera a ella misma como yo la veía.
Hace unas semanas Michelle Rodríguez, actriz mexicana, salió resplandeciente en la portada de Marie Claire, de frente, mostrando sus curvas. Yalitza Aparicio ha salido en las portadas de famosas revistas de alcance internacional y ambas han sido muy criticadas, porque ¿Cómo puede ser posible que dos mujeres que no caben en los estándares actuales de belleza hayan posado para el mundo? India, prieta, gorda, machorra, enana, negra… ¿Cuántas veces hemos escuchado estos adjetivos con intento de ofendernos o humillarnos? ¡Pues ya basta! Pongamos límites claros y en el momento, soy valiosa y bella exactamente, así como soy. Y nadie tiene derecho a criticar mi cuerpo, mi estética y mi estilo.
Cuando empecé a crecer me decía constantemente que no era lo suficientemente bonita, guapa, o valiosa. Mi mamá, con esa mirada que solo te da una madre, me veía a los ojos y me decía “ojalá puedas un día verte como yo te veo”.
En esa frase mi mamá me regalaba una mirada de amor, una que no se dió a ella misma. Y ese es mi deseo para todos aquellos que no se sienten suficientemente delgados, bellos o valiosos. Regálate esa mirada de amor para ti mismo. El sistema, el machismo, la sociedad establecen los estándares, puedes elegir medirte con sus ideales o medirte con quien tú realmente eres. A la chingada sus estándares ¡Esta soy yo!