Vie. Jun 27th, 2025

“Eres una niña, ¿qué vas a saber? No vas a saber más que yo. Yo soy hombre, llevo más tiempo en el mar que tú”, era una frase que frecuentemente escuchaba Aurelia Perera cuando, a sus 26 años, decidió colaborar en el proyecto de cultivo de ostiones de la cooperativa que su padre, junto con otros tres
hombres, fundó en su natal Río Lagartos

Pero la urgencia de hacer algo por su comunidad, cada vez más afectada por las consecuencias de la sobrepesca, la contaminación y el cambio climático, la motivó a ignorar los ataques.

“En Río Lagartos cada vez hay menos pesca, hay días que los pescadores salen y de plano
no hay peces en el mar”, relató.

Por ello, cuando surgió el proyecto de cría de ostiones, no dudó en participar. Poco a poco, otras personas se involucraron, pues siguiendo su ejemplo, encontraron en la actividad una manera amable de ganar sustento.

De manera inusual para un pueblo donde la mayoría de las cooperativas pesqueras están conformadas y lideradas por varones, en “Pepineros de Río Lagartos” comenzaron a participar activamente mujeres, entre ellas la mamá y las hermanas de Aurelia, quienes pronto se volvieron su red de apoyo frente a las críticas. Entre ellas, detalló, crearon fortalezas que les permitieron alzar la voz cuando pretendían apagarlas.

“Yo siempre he alzado la voz. Nunca me he quedado callada, obviamente respondiendo de la manera más respetuosa y adecuada, pero nunca me he quedado callada. Cuando ellos culpan o algo, he tenido una respuesta y he intentado hacer bien las cosas. Creo que el hecho de hacer las cosas como deben ser, en orden, te da valor. Y ellos solos, con el tiempo, se dan cuenta de la realidad y de que lo que haces hasta para ellos podría representar un beneficio”, contó.

Actualmente, hay siete socias y tres socios en la cooperativa, en la que también participan cerca de 25 personas voluntarias de todas las edades, en su mayoría mujeres. Aurelia no es la única que ha pasado por este proceso. Como ella, otras 27 mujeres de Yucatán, Campeche, Quintana Roo, Chiapas, Tabasco, Oaxaca, Puebla han construido y liderado, con apoyo del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), proyectos de conservación ambiental y desarrollo comunitario que en los últimos tres años han generado profundos cambios en sus comunidades, no solamente a nivel ecológico, sino a nivel social.

Sin embargo, el camino no ha sido sencillo. De acuerdo con Andrea Serrano Ysunza, encargada de Monitoreo y Evaluación del PPD, existe una brecha de género en los liderazgos de proyectos comunitarios. Las mujeres que desean implementar alguna labor de esa naturaleza, se enfrentan a una sociedad machista con roles muy marcados para las mujeres.

Muchas de ellas no se reconocen como lideresas. “Hay una falta de seguridad o de confianza en lo que podemos hacer, porque las narrativas no nos han permitido darnos cuenta de que sí se puede”, precisó. Algo que las mujeres acompañadas por el PPD han expresado es que identifican en ellas el popularmente llamado “síndrome de la impostora”, porque “no creen” que estén generando cambios o implementando acciones transformadoras para su comunidad.

Por ejemplo, a Patricia Silva, integrante de la asociación civil “Mujeres en Desarrollo para el Progreso de San Luis Morelia” (MUDEM), con base en San Andrés Dinicuiti, Oaxaca, le costó reconocer sus habilidades de liderazgo y las aportaciones que ha realizado en la comunidad con el proyecto “Oasis Mixtecos”, que busca reforestar y reactivar las subcuencas de agua en una región donde las personas llegan a recorrer varios kilómetros para conseguir unas cuantas cubetas de agua.

“Yo tenía que pedir aprobación y permiso a todo el mundo, y si era de un hombre, mejor, pero el agua fue sanando muchas heridas. Fue abriendo camino, fue limpiando. He sufrido mucha violencia de género, autoridades municipales y de bienes comunales, que normalmente son hombres, me han dicho ‘¿Qué sabe una mujer de escarbar la tierra? No sabe nada’. Pero sentirme parte de la comunidad y de la problemática, no llegar como alguien que quiere imponer, así como tener una red de apoyo y pasión, ha logrado que las personas me escuchen y se sumen al proyecto”, relató la mujer mixteca.

Por otro lado, otra característica que las coordinadoras de PPD han detectado es que algunas mujeres sí asumen sus liderazgos, pero con rasgos que “en general se consideran masculinos: voz fuerte, autoritarismo, incluso castigos. Muy punitivos, autoritarios: características que asociamos a los hombres líderes”, explicó Andrea.

El reto ahora no solamente es que las mujeres ocupen puestos de toma de decisiones, sino que lo hagan rompiendo los esquemas patriarcales.

“Reconocer que hay otras formas más participativas y colaborativas de ejercer los liderazgos, y tomar decisiones. No es que sean formas ‘femeninas’ de hacerlo, son otras formas que traen resultados también, pero solemos creer que esas características no son de liderazgo o no es un buen liderazgo, y esto no es así”, explicó.

Tal es el caso de Fátima López, de Chenalhó, Chiapas, quien colabora en el proyecyo “Poxiletik ta jlumal” de la asociación civil DIFA, consistente en la implementación de jardines de plantas medicinales para recuperar los saberes ancestrales de cuatro comunidades de los Altos de Chiapas.

Ella aseguró que cuando comenzó su labor, no sabía ser líder, pero siguió el ejemplo de su coordinadora. “Ella nos muestra que hay otras maneras diferentes de ser líder. Me di cuenta de que ser líder es seguir y buscar también que las demás mujeres tengan oportunidades, que alguien les diga que lo pueden hacer o que les digan ‘yo te enseño, yo te ayudo, yo te apoyo’’, indicó.

Fátima Vázquez, integrante de Tumben K ́ooben, organización que promueve ecotecnias en Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo, expresó que para ella fue difícil asumirse como lideresa en su comunidad, pues “es una palabra fuerte, como de un dictador o alguien que te impone”.

Sin embargo, gracias al trabajo en equipo y su red de apoyo, descubrió que no solo hay una manera de ejercer el liderazgo.

“Para mí se trata de acompañar procesos, de compartir el conocimiento que tengo con terceras personas, que podemos cambiar mentalidades”, sostuvo.

Precisamente con el objetivo de fortalecer estas figuras de liderazgo, las 27 mujeres participaron en el Encuentro de Mujeres PPD, en Ucú, Yucatán, los pasados 21 y 22 de mayo. En dicho foro no solo se dieron espacios para generar redes entre ellas, sino que se realizaron actividades de auto reconocimiento de liderazgos y empoderamiento económico, entre otros temas.

“Hay muchas barreras de género muy comunes en diferentes lugares, pero afortunadamente, las mujeres tienen experiencias muy claras, reales y situadas. Ayuda mucho que se den espacios de este tipo”, precisó Raquel Cepeda, Punto Focal de Género del Comité Nacional de Dirección del PPD.

Tras el encuentro, se desarrollarán una serie de guías para mujeres líderes del PPD, con la intención de ofrecer una herramienta de facilitación de talleres, mediación de conflictos y acompañamiento para aquellas que coordinan proyectos comunitarios financiados por el Programa.

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