En un contexto donde la inteligencia artificial (IA) ya forma parte de la vida cotidiana —desde el aula hasta el trabajo—, el filósofo e investigador Daniel Innerarity advierte que más que temerle, es momento de asumirla como un desafío colectivo. «La IA no anula nuestra creatividad, la pone a prueba”, afirma.
Innerarity, autor del libro Una teoría crítica de la inteligencia artificial, subraya que la irrupción tecnológica debe ser entendida con equilibrio. “La tecnología no es algo perverso, pero tampoco un salvavidas automático. Puede liberarnos de tareas repetitivas, pero también exige más inteligencia y creatividad por parte de las personas”, explica.
Una reflexión pertinente en una sociedad donde profesiones como el periodismo, la docencia o la escritura ya sienten el impacto de estas herramientas.
El filósofo, quien dirige el Instituto de Gobernanza Democrática, pone sobre la mesa una discusión urgente: ¿quién controla los datos que alimentan a estas inteligencias? Para Innerarity, los datos deberían tratarse como un bien común, no como una carga individual.
“Necesitamos instituciones que protejan nuestros datos y que no dejen en manos de cada persona la tarea imposible de entender todos los términos y condiciones a los que estamos expuestos”.
Esto se relaciona directamente con los derechos digitales, un tema poco explorado en la conversación pública, pero de enorme relevancia, sobre todo para las infancias y juventudes que interactúan constantemente con algoritmos publicitarios sin ningún tipo de regulación clara. “Es necesario crear políticas públicas que protejan a niñas, niños y adolescentes frente a estos algoritmos”, enfatiza Innerarity.
Además, hace un llamado a no simplificar el debate: ni todo debe resolverse con tecnología, ni todo puede eliminarse por temor a ella.
“Pasamos de meter pantallas en todas las aulas a querer sacarlas completamente. Lo importante es educar para el uso crítico, no crear tabúes”.
Por otro lado, Innerarity cuestiona también el desdén hacia las instituciones tradicionales. Aunque muchos ven en la IA una posible vía para resolver procesos democráticos, el filósofo recuerda que estos espacios fueron conquistas sociales que no deben darse por sentadas. “La solución no es reemplazar escaños por algoritmos, sino repensar nuestras formas de participación”.
En medio de una era donde las tecnologías digitales están cambiando las reglas del juego, Innerarity concluye con una provocación: el verdadero reto no es crear máquinas más inteligentes, sino comunidades más conscientes, informadas y participativas.
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