En Yucatán, hablar de la muerte no es sólo un ejercicio filosófico: es una urgencia social. El estado encabeza desde hace años las tasas de suicidio en el país. De acuerdo con el INEGI, en 2023 se registraron 12.7 muertes por cada 100 mil habitantes, casi el doble de la media nacional. La mayoría de los casos en hombres jóvenes, entre los 15 y 29 años.
Suicidio: la herida abierta de Yucatán
En comunidades rurales y urbanas del estado, el suicidio se ha convertido en un fenómeno recurrente. En Mérida y en municipios como Kanasín o Umán, las autoridades reportan semanalmente casos que estremecen a las familias y evidencian un dolor silencioso.
La psiquiatra meridana Ana María Herrera lo resume así: “En Yucatán, el suicidio es una epidemia silenciosa. No basta con dar cifras; necesitamos programas comunitarios que integren salud mental, educación emocional y redes de apoyo. Cada vida perdida es un grito que no escuchamos a tiempo”.
La tanatología aporta aquí una mirada esencial: comprender que detrás de cada intento de suicidio no hay tanto un deseo de morir, sino de dejar de sufrir.
Eutanasia: un debate que aún no llega
Mientras el suicidio irrumpe como una realidad cotidiana, la eutanasia permanece ausente del debate público en Yucatán. Aunque en México la legislación federal reconoce el derecho a los cuidados paliativos y a rechazar tratamientos médicos invasivos, la eutanasia activa aún es ilegal.
María José, una joven meridana que acompañó a su padre en fase terminal, comparte: “Él me decía: hija, ya no quiero seguir conectado, quiero descansar. Pero no había opciones legales. Lo que vivimos fue más doloroso que la enfermedad misma”.
Este vacío legal obliga a muchas familias a enfrentar dilemas éticos en soledad, sin marcos claros de decisión ni acompañamiento.
La compasión como clave
En La insoportable levedad del ser, Milan Kundera nos recuerda que la existencia se vive una sola vez y no admite ensayos. La muerte, entonces, no es una abstracción, sino una decisión marcada por la irrepetibilidad de la vida.
Kundera sugiere que la compasión —entendida como la capacidad de sentir con el otro— es la respuesta más radical frente al sufrimiento humano. Desde esta óptica, acompañar al que sufre, incluso si decide dejar de vivir, es un acto profundamente humano.
El reto para Yucatán
Frente a las cifras de suicidio y la ausencia de debate sobre la eutanasia, Yucatán tiene un reto doble:
- Prevenir el suicidio con acceso real a salud mental, campañas de sensibilización y trabajo comunitario.
- Abrir la discusión sobre eutanasia desde una perspectiva ética, médica y legal, para ofrecer opciones dignas a quienes padecen enfermedades terminales.
Quizá lo más insoportable no sea la levedad de la vida, como escribió Kundera, sino la indiferencia ante el dolor del otro. Y es ahí donde la compasión, más que un concepto literario, se convierte en una necesidad urgente para la sociedad yucateca.

Lorena González Boscó, comunicóloga, internacionalista, profesora universitaria, constructora de ciudadanía, periodista, amante de los perros y amiga de los gatos. «Siempre he creído que más vale gente comprometida que capaz, porque la comprometida se hace capaz, pero la capaz no necesariamente comprometida.»
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