Mérida, conocida por su seguridad, calidad de vida y riqueza cultural, enfrenta un desafío creciente y silencioso: el consumo de drogas. Aunque Yucatán sigue siendo uno de los estados más seguros de México, el aumento en el consumo de sustancias ilícitas y legales entre sus habitantes, especialmente entre jóvenes, refleja un problema que no puede ser ignorado.
El consumo de drogas en Mérida ha dejado de ser un fenómeno aislado. Estudios recientes y testimonios de especialistas en salud y seguridad revelan un incremento en el uso de sustancias como marihuana, cocaína, metanfetaminas y cristal, así como en el abuso de medicamentos controlados y alcohol. Este fenómeno afecta tanto a las zonas urbanas como a comunidades rurales, desafiando el estigma de que se trata de un problema exclusivo de las grandes ciudades.
Los factores detrás de este crecimiento son complejos. La globalización y el acceso a redes sociales han expuesto a los jóvenes a nuevas conductas y normalizado el consumo recreativo de drogas. A esto se suma el estrés económico, la falta de oportunidades y una deficiente atención a la salud mental, que han creado un terreno fértil para que las adicciones se arraiguen.
Mérida ha gozado de una percepción de seguridad y tranquilidad que, aunque en gran medida es real, puede llevar a un exceso de confianza. Esta sensación de invulnerabilidad puede hacer que las familias y autoridades subestimen la presencia y las consecuencias del consumo de drogas. Sin embargo, detrás de la aparente calma, se esconden problemas que impactan directamente a la sociedad, como el aumento en delitos relacionados con el narcomenudeo, la violencia intrafamiliar y los accidentes de tránsito vinculados al abuso de sustancias.
La respuesta al consumo de drogas no puede limitarse a la criminalización y al combate policial. Es fundamental abordar este problema como una cuestión de salud pública, con estrategias que incluyan la prevención, el tratamiento y la reintegración social.
El sistema de salud en Mérida y en todo Yucatán enfrenta limitaciones en la atención a las adicciones. Hay una falta de infraestructura, programas especializados y personal capacitado. Además, persiste un estigma hacia quienes padecen adicciones, lo que dificulta que busquen ayuda.
En el ámbito educativo, es urgente reforzar programas de prevención que promuevan el bienestar emocional, la autoestima y la toma de decisiones responsables entre los jóvenes. Las familias, como núcleo de la sociedad, también deben ser incluidas en estas estrategias, recibiendo herramientas para identificar y abordar el consumo de sustancias en sus hijos.
Mérida aún tiene la oportunidad de actuar antes de que este problema crezca de manera descontrolada. Reconocer la magnitud del desafío y tomar medidas preventivas y correctivas ahora es esencial para preservar el tejido social y la calidad de vida que tanto caracteriza a la ciudad.
Enfrentar el consumo de drogas no es solo una cuestión de seguridad; es un llamado a cuidar de nuestra juventud, de nuestra salud y de los valores que han hecho de Mérida un lugar especial. La solución comienza con la aceptación del problema y la acción coordinada de todos los sectores de la sociedad.
Lorena González Boscó, comunicóloga, internacionalista, profesora universitaria, constructora de ciudadanía, periodista, amante de los perros y amiga de los gatos. «Siempre he creído que más vale gente comprometida que capaz, porque la comprometida se hace capaz, pero la capaz no necesariamente comprometida.»
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