Plcas

Me estacioné mal, lo supe, la prisa me ganó, entonces ni al caso sorprenderse o enojarse por la multa, si de antemano se están haciendo mal las cosas.

Llego al auto, y la placa trasera se la llevo la policía municipal, malamente pensé que recuperar la placa suponía un una telaraña de trámites, y un va y ven de aquí para allá.

Me sorprendió la atención de la Policía Municipal del Ayuntamiento de Mérida. Me metí a Internet para conseguir su teléfono, llamé con la infracción en mano, me dijeron el monto de la multa, y me comentan que hay un descuento del 50% si se pagar durante los primeros quince días de la infracción y si es la primera falta, yo cumplí esa condición, pero además una vez liquidado el adeudo, ahí mismo podía recoger la placa ¡de verdad, no podía creer que fuera así de expedito!

Recuperar la Placa

Llego a las oficinas, y tal como me lo dijeron en el teléfono, pague en la caja la cantidad que me habían indicado, y el pago podía ser con tarjeta o en efectivo, además de que en el lugar hay un cajero automático, ya más fácil no se puede.

Hago el trámite, le llaman a una licenciada para que me de la placa, sale en menos de 3 minutos, y me la entrega, firme y listo, pero me dice, lejos de cualquier dejo de reproche o de postura de guardián del orden:

«Es una lata estacionarse en el centro, yo lo padezco mucho también, los estacionamientos son caros, creo que lo mejor es que pague una pensión si trabaja por aquí.»

Funcionaria de la Policía Municipal de Mérida

Asenté la cabeza y le di las gracias, y verdaderamente lamento no haber preguntado su nombre porque fue gentil, pero sobre todo empática, ya que pudo haber tomado una postura enérgica, incluso autoritaria, pero lejos de eso se puso en mi lugar y me dio soluciones. La servidora pública me vio como su igual, como ciudadanas que somos ambas, no antepuso su poder ante mi falta, ambas por un momento construimos ciudadanía, ella haciendo su trabajo y yo enmendado mi falta.

Tengo la certeza después de esa breve charla que seré más precavida en mis estacionadas de prisa, y optaré: por no llevar el auto al centro y agarrar la bici, que dicho de paso tampoco es fácil estacionarla, o pagar la pensión. Lamentablemente no puedo considerar el transporte público porque mi quehacer exige pronta movilidad.

Esta lección me demuestra, y tal vez a quien lea estos párrafos, que los problemas latentes de movilidad en el centro de la ciudad nos deben orientar a cambiar nuestras formas de transitar por el primer cuadro de Mérida, y asumir que tener un auto es caro en su manutención y resguardo, y más aún que cada vez son más imviables para las ciudades.

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