Pako Pallares
Hoy viví uno de los momentos más difíciles y aterradores de mi vida.
En 12 años dedicándome a los fletes y mudanzas nunca había sentido un miedo tan profundo como el que sentí hoy… Solo comparable con aquel suceso del 2009 en Monterrey, cuando me llevaron a un terreno y pensé que nunca más iba a volver a casa. Ese día creí que ahí terminaba mi historia, y hoy, por un momento, sentí algo muy parecido.
Un servicio que parecía normal terminó convirtiéndose en una situación que no tenía absolutamente nada que ver con un trabajo honesto. Al llegar empezaron a preguntarme cuántos teléfonos llevaba, me pidieron apagar dos, mantener una videollamada abierta y seguir las instrucciones de una persona que “me iba a interceptar”. Desde ese momento supe que algo no estaba bien. Mi cuerpo temblaba, mis pies se aflojaban… y mi mente voló directo hacia mis hijos.
Pensé en ustedes, mis niños. Pensé en sus caritas, en su risa, en lo que representan para mí. Y se me hizo un nudo en el alma imaginar la posibilidad de no regresar. Gracias a Dios tuve la reacción, la intuición y la fuerza de alejarme. No sufrí daño físico, pero sé que estuve cerca. Muy cerca.
Y no, no lo comparto para dramatizar, ni para que nadie diga “pobrecito”.
Lo comparto porque es real. Porque esto está pasando aquí en Mérida, porque estos sujetos eran colombianos, y porque así como me pasó a mí, le puede pasar a cualquiera. Hoy nos toca estar alertas, cuidarnos, no confiarnos y pensar dos veces antes de acudir a un domicilio extraño.
El lugar donde me citaron fue en la carretera a Tixco. No me atacaron, gracias a Dios… pero la sensación de peligro fue clara y directa. Y hoy, más que miedo, lo que me queda es gratitud.
Gratitud por regresar.
Gratitud por tener otra oportunidad de abrazar a mis hijos.
Gratitud por estar vivo.
A mis hijos y esposa: Ustedes son mi motor, mi fuerza y mi razón de seguir aquí.
Por ustedes me cuido, por ustedes lucho y por ustedes agradezco cada día que Dios me permite volver.
Cuídense. De verdad. Cuídense mucho.
La vida es frágil y a veces, en un segundo, todo cambia.
La foto de portada es del lugar donde nos citaron y eso era la entrada, súmenle que entramos ingenuamente a la brecha como 2 km y nos faltaban 7 minutos para llegar, no había pa’ dónde dar reversa o inversión.
Pero eso no fue todo, al llegar había una camioneta en la brecha que tapaba el paso, y cuando le avisamos al supuesto cliente que no podíamos ingresar, nos dijo que le solicitaría al personal de seguridad que se movieran para permitirnos el acceso. Pero al momento de salir, identificamos que la camioneta se trataba de una unidad de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del estado; aunque no pudimos identificar el número o placas de la unidad, nos extrañó que aparentó ser que el colombiano fuera quien le diera indicaciones de moverse.
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