El creciente envejecimiento de la población mexicana representa un desafío para garantizar la atención de todos los adultos mayores.
Bety inició su vida académica con el pie derecho; en la primaria, fue invitada a Los Pinos para recibir una medalla del presidente en turno por sus altas calificaciones y concluyó la licenciatura con mención honorífica. Fue reportera fundadora de un periódico de circulación nacional y colaboró en varios más… hasta que su mamá llegó a la tercera edad y tuvo que dejar de trabajar para cuidar de ella.
Sus días en la calle persiguiendo a políticos, deportistas o actores para «sacar la nota», se convirtieron en meses de encierro que se sintieron como años cuando su mamá enfermó; ninguna escuela podría haberla preparado para los cientos de duchas, cambios de pañales, terapias físicas, dosificaciones de medicamentos e interminables labores domésticas -algunas de las cuales realizó por primera vez a sus casi 45 años.
No parecía la edad indicada para dejar de lado sus sueños y olvidar la idea de ser corresponsal en Europa, pero ya ni siquiera tenía computadora, tuvo que entregarla al dejar el último diario y los gastos para mudarse con su mamá no le permitieron comprar otra; al menos contaba con la mitad de la renta mensual del local que fue de su papá y ya era administrado por sus hermanos.
Como Bety, miles de personas en México se ven obligadas a abandonar sus ocupaciones e incluso sus lugares de residencia para atender a algún pariente durante la vejez. Mayoritariamente, se trata de mujeres que ejercen como cuidadoras improvisadas de tiempo completo sin remuneración, un fenómeno conocido como «feminización del cuidado», porque los varones de la familia no pueden —o no quieren— hacerlo y, en el mejor de los casos, solo apoyan económicamente… en muchos otros, ni siquiera eso.
Según el Censo de Población y Vivienda realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2020, alrededor de 15.1 millones de personas en México eran mayores de 60 años, equivalente al 12% de la población total, un número que seguirá en aumento, debido a los cambios demográficos de las últimas décadas.
Dicho registro arrojó también que la Ciudad de México, Veracruz, Morelos, Sinaloa, Colima y Yucatán poseen los índices más altos de envejecimiento, con una proporción que oscila entre 51 y 90 adultos mayores por cada 100 menores de 15 años.
«Entre la niñez y la vejez…
Existe un instante mágico llamado vida», dice aquella frase de autor desconocido que circula en Internet. Y, actualmente, ese instante es un poco más duradero que en los siglos pasados cuando enfermedades como la tuberculosis, la viruela o la fiebre tifoidea no tenían cura.
La llegada de las vacunas, junto con la mejora en las medidas de higiene, el acceso a los servicios públicos y la cobertura sanitaria, así como las campañas dirigidas a promover hábitos saludables ha contribuido a una mayor longevidad a nivel mundial.
De acuerdo con las Naciones Unidas, los bebés nacidos a partir del 2021 vivirán, en promedio, hasta los 71 años: casi un cuarto de siglo más que aquellos que llegaron al mundo en 1950.
Pensar que prodigios del arte como Caravaggio o Mozart e iconos del entretenimiento como Marilyn Monroe y Pedro Infante murieron antes de cumplir los 40 años parece increíble considerando sus largas trayectorias y bastante prematuro en esta época en la que la esperanza de vida crece cada día.
El hecho de que en el mundo entero las personas puedan vivir más tiempo que antes representa, indudablemente, un logro de la medicina y las políticas públicas; sin embargo, este progreso viene revestido de retos que comienzan con lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte como un «déficit global» para prevenir y tratar enfermedades no transmisibles: cardiacas, pulmonares, cerebrovasculares, cáncer y diabetes.
De ahí que el mismo organismo haya propuesto la Década del Envejecimiento Saludable 2021-2030 como un plan de acción y colaboración internacional entre gobiernos, sector privado, instituciones académicas, sociedad civil y medios de comunicación para mejorar la vida de las personas mayores.
Uno de los ejes centrales del envejecimiento saludable para la OMS es conservar la capacidad funcional del adulto mayor, entendida como el conjunto de habilidades físicas, mentales y sociales que le permiten seguir realizando sus actividades cotidianas con autonomía.
Para muchos adultos mayores la ejecución de esas tareas diarias requiere de ayuda o, cuando menos, de supervisión, pero es importante que quienes les auxilian eviten tratarlos como niños pues si bien entre la niñez y la vejez hay un solo instante, detrás de él hay un cúmulo de experiencia que les faculta para tomar decisiones y que no debe ser ignorado.
Edadis… ¿qué?
El Diccionario de la lengua española incorporó hace apenas unos meses el término «edadismo», al que define como «discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas», una medida que fue aplaudida por diversas agrupaciones, como la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP) y la Asociación de Profesores Universitarios Jubilados (ASPUR), quienes consideraron la inclusión de esta palabra como una reivindicación histórica.
Edadismo es, entonces, el equivalente en español para el vocablo inglés ageism, acuñado desde 1969 por el médico gerontólogo, psiquiatra y activista estadounidense Robert N. Butler, en respuesta a la actitud desdeñosa que observó en sus propios profesores de la escuela de medicina hacia los ancianos y sus padecimientos.
Butler, quien había crecido acompañado de sus abuelos en Nueva Jersey, dedicó su vida a la investigación acerca del envejecimiento saludable y a la lucha por los derechos de las personas mayores, lo que le llevó a convertirse en 1975 en el director fundador del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (National Institute on Aging), donde estableció que la enfermedad de Alzheimer fuera una prioridad nacional de investigación y en 1976, recibió un Premio Pulitzer.
Pese a que el trabajo de Robert Butler como pionero de la gerontología moderna tiene casi medio siglo, hoy en día su activismo adquiere especial valor en países como México, donde muchos adultos mayores ven vulnerados sus derechos al ser víctimas de edadismo incluso en su entorno familiar: son aislados, humillados, maltratados y sus opiniones no son tomadas en cuenta.
La existencia de una palabra en español para nombrar tal exclusión representa una oportunidad para hacer visible el problema en los países hispanohablantes y así contribuir a su erradicación.
El edadismo es visible en ámbitos tan diversos como el laboral, con la falta de vacantes para personas mayores; el urbanístico, carente de espacios accesibles y transporte suficiente para dicha población; y el recreativo, siendo difícil hallar lugares y actividades de esparcimiento para quienes pasan los 60 años, además de que las personas mayores pocas veces protagonizan una serie o película por considerarlo antiestético o poco redituable.
Aunque arrancar de raíz el edadismo parecería una misión difícil de cumplir por la multiplicidad de actores y contextos involucrados, un buen comienzo podría ser cambiar la propia mentalidad, desechando aquellos estereotipos o prejuicios que perciben equivocadamente a los adultos mayores como frágiles o incapaces y respetando su dignidad e independencia.
De algo nos vamos a morir o «si me he de morir mañana…»
Parte esencial de ese respeto a las personas de edad avanzada incluye el acatamiento de su libre albedrío, aun en aquellas situaciones que podrían causarles algún perjuicio, bajo la premisa de que los derechos humanos no expiran con la edad.
Está claro que los cuidadores y acompañantes, ya sean voluntarios o remunerados, deben resguardar en todo momento la integridad física del adulto mayor, pero también tienen la responsabilidad de velar por su bienestar mental y emocional, por lo que es de suma importancia que eviten “infantilizarlos” —como se mencionó anteriormente— y se abstengan de nulificar sus deseos… aunque no sean los más recomendados.
Cuando Juan sufrió un infarto agudo en plena vía pública sus familiares pensaron que sería un alto en el camino, que cambiaría su estilo de vida y esa forma de comer que durante décadas presumió con orgullo: «¿habían visto a alguien comer como yo?», repetía en cada reunión con amigos o parientes, mientras que «esto estuvo bien de botana, pero yo creo que ya pedimos las pizzas», era su broma habitual al terminar cada cena, ya fuera anfitrión o invitado… pero nada más alejado de la realidad.
No pasaron ni siquiera dos semanas de su salida del hospital —-en el que permaneció diez días— cuando empezó a negarse a seguir la dieta que le indicó la nutrióloga y, para evitar ser cuestionado en casa, poco tiempo después volvió a las andadas de comer en la calle cuanto se le antojaba (con todo y sus tres stents).
Su esposa e hijos recordaron que, cuando estuvo en terapia intensiva, una doctora residente les comentó que son los familiares de quien sufre un infarto los que deben buscar apoyo psicológico más que los propios pacientes, porque la mayoría de ellos jamás dejan los malos hábitos aun sabiendo que fueron la causa de su llegada a urgencias.
Así sucedió con Juan: apenas visitó el centro de salud mental un par de veces y siempre volvía con la broma de que ya le había dado terapia al psicólogo. Y cada vez que sus hijos le hacían ver que lo que ingería no era saludable, él respondía: «de algo nos vamos a morir», al tiempo que tarareaba, burlón, su propia versión de algún dicho popular: «si me he de morir mañana, que me muera de una vez» y remataba recordando que su abuela paterna había muerto de una congestión, «mi muerte ideal»… con esa determinación, poco había que argüir.
Juan es, al fin y al cabo, un adulto mayor independiente capaz de tomar sus propias decisiones, mismas que deben ser respetadas.
¿Geriatra o gerontólogo?
El avance de la medicina, junto con los cambios políticos y sociales del mundo, ha conducido a su especialización. Así como mucha gente suele llevar a los bebés con un pediatra desde su nacimiento, es necesario que los adultos mayores sean atendidos también por un experto en padecimientos propios de su etapa de vida y facultado para prevenir riesgos, desde accidentes domésticos hasta intoxicaciones por la ingesta de múltiples medicamentos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se considera que una persona pertenece a la «tercera edad» a partir de los 60 años en los países de bajos y medianos ingresos, como es el caso de México, mientras que los países que tienen ingresos altos, las personas llegan a dicho estadio hasta los 65 años.
El inicio del envejecimiento, sin embargo, no puede situarse a una edad específica para todos los seres humanos; se trata de un proceso completamente individual que depende del estilo de vida de cada persona y de los hábitos que adquirió en su juventud, si no es que desde su primera infancia. Por eso, es muy importante que un médico especialista esté al tanto de la salud de todo aquel que ha rebasado la madurez.
Un especialista en vejez, sí, pero ¿cómo saber quién es el indicado? ¿Geriatra o gerontólogo? ¿Cuál es la diferencia entre ambos?
La geriatría es, por definición, una rama de la medicina que se encarga de la salud de la vejez y trata sus enfermedades; su enfoque es puramente médico, por lo que todos los que se dedican a ella deben haber estudiado medicina. Entre sus objetivos están: prevenir, diagnosticar, tratar y rehabilitar a los adultos mayores, especialmente quienes se encuentran en riesgo de sufrir diversos padecimientos al mismo tiempo (plurienfermedad).
La gerontología, en cambio, es una ciencia que estudia la vejez y todo aquello que la rodea. Parte de la investigación de los factores sociales, culturales, económicos y biológicos del envejecimiento, de manera multidisciplinaria, por lo que en su ejercicio no intervienen únicamente médicos, sino muchos profesionales como sociólogos, psicólogos, trabajadores sociales, entre otros. La geriatría sería entonces una de las muchas ramas de estudio de la gerontología.
Dado que ambas especialidades buscan mejorar la calidad de vida de los adultos mayores, la decisión del especialista más apropiado podría basarse en la condición del adulto mayor; el gerontólogo tiene un enfoque más preventivo, como primer nivel de valoración, mientras que la visita al geriatra es imprescindible para quienes ya presentan síntomas de cualquier afección.
Retirado, pero no apagado
«Hasta la muerte, todo es vida», rezaba Sancho Panza con sabiduría y es que, ciertamente, «mientras hay vida, hay esperanza», así lo han extraído -y versionado- de la Biblia mentes brillantes como el físico británico Stephen Hawking, cuya enfermedad degenerativa (esclerosis lateral amiotrófica) le mantuvo en una silla de ruedas por medio siglo, pero no derrotó su voluntad.
Frente a los cambios en el estilo de vida que puede acarrear la llegada a la tercera edad acompañada de alguna enfermedad —discapacitante o no— e incluso del retiro laboral, es importante que tanto el adulto mayor como sus familiares y/o cuidadores vivan un proceso de adaptación y reajuste de rutinas, preferentemente, con apoyo profesional.
La atención gerontológica permite que los pacientes y sus allegados puedan abrazar esta nueva realidad de la mejor manera; vivir con plenitud la vejez, a pesar de las situaciones adversas, es igual o más importante que prolongar la vida.
Los especialistas en la senectud, ya sea en instituciones públicas o en consulta privada, poseen las herramientas para garantizar una buena calidad de vida, fomentar su autonomía y orientar a sus cuidadores primarios sobre el trato que deben darles, las adaptaciones al hogar y las actividades recomendadas según sus circunstancias.
Renunciar a la inactividad, así como al aislamiento social es crucial para la salud física y mental de los adultos mayores. Conservar una actitud positiva, incluso frente a la enfermedad, es muy beneficioso para fortalecer el sistema inmunológico, aumentar la eficacia de los tratamientos, disminuir la percepción del dolor y reducir comportamientos de riesgo.
Practicar ejercicio físico en la medida de sus posibilidades (siempre con autorización médica), les ayuda además a aminorar el estrés y ampliar las conexiones neuronales, algo que podría mitigar el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer.
Las caminatas a buen ritmo, los paseos en bicicleta, las disciplinas orientales como el yoga o el taichí y la natación o los ejercicios en el agua, estos últimos bastante benignos por su bajo riesgo de lesiones, son prácticas óptimas para tener un envejecimiento activo y saludable.
Por otra parte, leer, armar rompecabezas, jugar ajedrez, memoria, dominó o cualquier otro juego, participar en cursos o talleres, viajar, hacer manualidades, aprender algún idioma, cultivar un arte, realizar trabajo voluntario o estrechar las relaciones sociales e intergeneracionales son actividades vitales para el bienestar mental y emocional de los adultos mayores.
Del coronel Sanders a doña Chayito
La longevidad humana que distingue a este siglo representa una oportunidad para cumplir aquellos sueños que se dejaron atrás cuando era ineludible atender a una familia, solventar los gastos de una casa o ejercer una profesión.
Jubilarse puede suponer no solamente el cierre de una etapa productiva, sino el comienzo de otra muy plena, al estudiar una carrera, emprender un negocio o desarrollar una nueva habilidad para la que antes no se tuvo el tiempo o los recursos suficientes.
Se dice que nunca es tarde para volver a empezar y eso ha quedado demostrado en las últimas décadas con la admirable determinación de personas que se armaron de valor y decidieron anteponer sus deseos a las opiniones o juicios ajenos para lanzarse a la aventura a su avanzada edad y eso les condujo al éxito.
Harland Sanders, mejor conocido como el coronel de Kentucky Fried Chicken, tuvo una infancia difícil, teniendo que aprender a cocinar a los siete años para cuidar a sus hermanos menores y abandonó los estudios poco después de cumplir los 12; fue bombero y vendedor, pero tenía más de 60 años cuando pudo abrir la primera de sus más de 600 franquicias que lo hicieron millonario.
Con mucha menor fama, pero igual mérito, la chiapaneca Lupita Palacios, originaria de la comunidad indígena Vicente Guerrero, aprendió a leer y escribir cuando ya era tatarabuela y, a sus 96 años, logró obtener su certificado de secundaria; mientras que la octogenaria colombiana Rosa Elisa Salgado concluyó con excelencia su carrera de Educación Artística en Miami, Florida, y compartió la ceremonia de graduación con dos de sus nietos.
Durante más de 60 años, la vendedora de periódicos Rosario Iglesias Rocha, a quien le llamaban «Chayito», corrió entre 9 y 11 kilómetros diarios para entregarlos a sus clientes y uno de ellos, quien era corredor, fue el que la animó a participar en 1991 y con 80 años cumplidos en una carrera realizada en Xalapa, Veracruz, misma que Iglesias ganó.
Desde entonces y hasta su muerte por causas naturales en 2009, Chayito se convirtió en un orgullo de su país, al obtener más de 104 victorias en todo el orbe y romper 25 récords mundiales, lo que no le impidió seguir repartiendo periódicos hasta los 95 años. El Gobierno de la Ciudad de México, su tierra natal, la homenajeó en vida con la inauguración de un deportivo que lleva su nombre en la Alcaldía Coyoacán y también tuvo el honor de ser el último relevo de la antorcha olímpica durante su paso por México, previo a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
Cada una de estas historias prueba que no hay límites de edad; los sueños no tienen caducidad.
Abuelitos 2.0 vs. “soy yo, abuelita, ayúdame por favor”
Más allá de la brecha digital que prevalece en comunidades rurales y zonas de alta marginación, la amplia oferta de equipos de gama baja que se pagan en abonos y la modalidad del prepago han provocado que tener un teléfono celular con acceso a Internet no sea tan difícil como antaño para los mexicanos de cualquier edad.
Es por ello que en el «feed de noticias» de cualquier red social aparecen cada vez con más frecuencia «muros» de adultos mayores imitando los bailes de moda, compartiendo memes o presumiendo las reuniones con sus nietos.
Para muchos de los nacidos en 1950, si no es que antes, términos como los entrecomillados en el párrafo de arriba ya son de uso común, al igual que app, like, selfie o chat, sobre todo después del confinamiento al que obligó la pandemia de COVID-19 durante el cual, los mensajes o videollamadas eran su único recurso para poder sentir cerca y «ver» a sus seres queridos.
El uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) estimula el cerebro de los adultos mayores, eleva su autoestima al descubrir que pueden aprender cosas nuevas, permite rememorar su juventud al encontrar música o programas de esa época y reencontrarse con amistades de la infancia o los entretiene con juegos en línea que, además, ejercitan su memoria.
Asimismo, la digitalización ayuda a cubrir la demanda de atención sanitaria por el creciente envejecimiento poblacional; la teleasistencia, los robots y la realidad virtual posibilitan las evaluaciones cognitivas, las alertas de medicamentos y las consultas o terapias a distancia para personas con problemas de movilidad.
Desgraciadamente, no todo es positivo con las TIC y los adultos mayores pueden ser presas fáciles de los estafadores digitales.
Algunos consejos para impedirlo son: crear contraseñas seguras y respaldarlas en un sitio confiable; pagar las compras en línea con tarjetas electrónicas disponibles en las aplicaciones bancarias; rechazar llamadas o mensajes que ofrecen un premio o regalo si no se participó en un concurso (y si fue así, corroborarlo en los canales oficiales); no proporcionar datos personales a supuestos ejecutivos bancarios o prestadores de servicios y marcar a sus números oficiales.
En el caso de recibir una llamada diciendo que es algún familiar o amigo que necesita ayuda o dinero, mantener la calma, anotar el número y hacer tiempo para localizar a la persona; una vez que se compruebe que es una extorsión, no confrontar a quien llama, solamente colgar y de ser posible, dejar el teléfono descolgado un par de horas e informar a alguien de confianza.
Síndrome del cuidador
El desgaste físico y emocional que representa atender a un adulto mayor puede ser invisible para los demás, pero no para el cuerpo de quien brinda los cuidados, que muchas veces cobra factura.
Las personas que miran por la salud de otros no deben descuidar nunca la propia o padecerán lo que se conoce como «síndrome del cuidador», una alteración que se origina por el estrés continuo y se manifiesta como un reiterado agotamiento físico y/o psicológico, por lo que también recibe el nombre de fatiga del cuidador.
Cuando los cuidadores primarios comienzan a creer que nadie más puede proteger mejor que ellos al adulto mayor, si además lucen cansados, se irritan con facilidad o descuidan su aspecto físico, se puede inferir que tienen una sobrecarga, misma que puede afectar no solo su propio bienestar, sino el trato y la calidad de la atención que le dan a su familiar o paciente.
En México, la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores establece, en su Artículo 9°, que: «La familia de las personas adultas mayores deberá cumplir su función social; por tanto, de manera constante y permanente deberá velar por cada una de las personas adultas mayores que formen parte de ella, siendo responsable de proporcionar los satisfactores necesarios para su atención y desarrollo integral».
Lamentablemente, en el 86% de los casos —de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)— son las mujeres de la familia quienes se encargan de brindar esos cuidados, con argumentos como «a ella le ‘toca’, es la mujer», «no tiene problema, porque no se casó ni tiene hijos» o «ella se va a quedar con la casa, que le cueste».
El relevo de cuidadores con una distribución equitativa de las labores, así como las estancias de día, ayudan a aliviar la sobrecarga de quien habitualmente auxilia al adulto mayor e incluso previenen un maltrato involuntario hacia el paciente como consecuencia del agotamiento, situación que se presenta con frecuencia cuando se desarrolla el síndrome del cuidador.
El Gobierno de México, a través del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) ofrece el Curso de Apoyo para Cuidadores Informales de Personas Envejecidas que puede ser consultado por cualquier persona en el siguiente enlace: http://www.issste.gob.mx/cursocuidadores2/.
No hay que olvidar que las personas cuidadoras también poseen derechos y deben respetarse.
Y… ¿cómo se vive la senectud en Yucatán?
De acuerdo con los últimos datos del Consejo Nacional de Población (Conapo), en Yucatán residen alrededor de 265 mil 160 personas que superan los 60 años; es decir, el 11.7% de los habitantes totales.
Un aproximado de 141 mil 666 adultos mayores en la entidad son mujeres, lo que equivale a un 53.4%, mientras que el 46.6% restante está integrado por cerca de 123 mil 494 hombres.
Tales cifras colocan al estado a la cabeza en lo que respecta a la concentración de personas de la tercera edad en toda la península.
A nivel nacional, Yucatán ocupa el séptimo lugar con mayor proporción de adultos mayores y el Consejo Estatal de Población (COESPO) calcula que entre 2020 y 2030 la tasa de crecimiento de ese grupo etario será de 4.1% anual, representando el 15% de la población total y aumentando a un 23.5% para 2050, lo que requerirá de una mayor cobertura sanitaria pues, de acuerdo con dicho porcentaje, habrá más de dos personas de la tercera edad por cada 10 pobladores en la entidad.
Lamentablemente, no todos los adultos mayores que habitan en tierras yucatecas tienen la calidad de vida que merecen; según informes realizados en 2019 por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y el Centro de Investigaciones Regionales (CIR), el 18% de ellos no contaban con familiares para atenderles, lo que los colocaba en una situación de abandono emocional con alto riesgo de sufrir depresión y ansiedad.
El Gobierno del Estado, a través del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia en Yucatán (DIF) proporciona a los adultos mayores diversos servicios: valoración médica, atención gerontológica, asesoría jurídica, acogimiento temporal e inserción familiar, además de contar en 34 municipios con Clubes de Adultos Mayores, con actividades culturales, deportivas y recreativas.
En este 2023, de julio a octubre y como parte de las caravanas “Por y Para las Adultos Mayores, Yucatán por el Hambre Cero”, se allegarán los programas del Gobierno del Estado a los distintos municipios, acompañados de conciertos, juegos, actividades recreativas, espectáculos y exposiciones.
Toda la información al respecto puede ser consultada en los canales oficiales del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) Yucatán.
28 de agosto, Día del Adulto Mayor
En 1982, se celebró la primera Asamblea Internacional de la Organización de la Naciones Unidas dedicada al envejecimiento y aunque un año después comenzaron los festejos a las personas de la tercera edad en la Ciudad de México, fue hasta 1998 cuando se instituyó en todo México el 28 de agosto como el Día del Anciano, título que se cambió después a Día del Adulto Mayor. Aunque popularmente se le llama Día de los Abuelos, hay que reconocer que no todos lo son.
Si la tendencia de envejecimiento actual se mantiene, se estima que para 2050 un cuarto de la población mexicana sea mayor de 60 años.
Un porcentaje así requerirá cuando menos el doble de especialistas en atención geriatra y gerontológica, además de representar un enorme desafío para cualquier institución sanitaria, sea pública o privada.
Es innegable que recibir el cuidado necesario es un derecho de todas las personas de la tercera edad, la pregunta es si este debe ser proporcionado exclusivamente por los familiares o si es el Estado el que debería proveerlo y garantizarlo.
El desarrollo de políticas públicas que sustenten un sistema de cuidados a largo plazo económicamente rentable para la senectud, mismo que no está contemplado por la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, es urgente y necesita de un esfuerzo conjunto entre los distintos niveles de gobierno, el sector privado y la sociedad civil.
Entre los particulares, cada persona tiene también la posibilidad de hacer un cambio con su propia actitud, ya sea desechando los estereotipos que rodean a la vejez, a lo que se le conoce como «gerontofobia» o como cuidadores primarios, ofreciendo un trato digno, afectuoso y empático hacia los adultos mayores a su cargo.
Idealmente, México sería capaz entonces de ofrecer una cobertura de salud universal, además de superar el rezago en materia de cuidados durante la vejez y replicar modelos exitosos como el de Estados Unidos con los Programas de Atención de Ancianos con todos los Servicios Incluidos (Program of All-Inclusive Care for the Elderly [PACE]), que consisten en sistemas de vivienda asistida, gracias a los cuales los adultos mayores pueden recibir en su domicilio apoyo con las comidas, el cuidado personal, la limpieza del lugar y los traslados, a cambio de una cuota mensual.
Aunque se ha destacado ampliamente la importancia de que las personas mayores de 60 años conserven su autonomía y permanezcan en su casa, es fundamental comprender que algunos trastornos discapacitantes hacen necesaria su internación en una residencia o asilo y eso puede generar un sentimiento de culpa en sus seres queridos, por lo que una vez que se aseguren de que se trata de un hogar en el que no se vulnera ninguno de sus derechos, es recomendable que toda la familia reciba apoyo psicológico de los profesionales en la materia.
Dicen que cuidar de aquellos que nos cuidaron, más que un deber, es un honor y esa filosofía es la que impulsa a Bety a seguir prodigando una asistencia cariñosa a su mamá, a pesar de que no se siente respaldada por el resto de su familia.
«Las llamadas que tengo con mis hermanos están más relacionadas con los temas económicos (…) entiendo que ellos hablan con mi mamá, pero a mí no me hablan o me preguntan si necesito algo (…) yo cambié toda mi vida, vivía en la Ciudad de México y me tuve que mudar a Mérida, eso implicó un gasto fuerte que, al final, yo lo veo como una inversión, porque era venir a pasar este último tramo de vida con mi mamá», dice con orgullo.
Como tantas mujeres que por cuestión de género se encargan en exclusiva de sus familiares durante la vejez, Bety padeció algo muy similar al síndrome del cuidador.
«Tuve que empezar a tomar antidepresivos, porque la carga era mucha, mi propia migración (…) unas condiciones de clima diferente (…) ya no estaba tan joven para volver a empezar (…) mis amigas más cercanas de toda la vida, todas estamos pasando por el mismo proceso (…) recuperaría una frase que me gusta mucho (…) ¿por qué si somos tantos hijos no podemos cuidar a una madre, cuando una madre nos cuidó a todos nosotros?», cuestiona, no sin antes aclarar que si ha estado al pie del cañón, ha sido por convicción y no por sentirse obligada, porque, como ella misma dice, «más allá de cualquier cosa, somos familia».
Los retos que México tiene, de cara al creciente envejecimiento de su población, no son sencillos; el cuidado a un adulto mayor demanda mucho más que un depósito bimestral, descuentos en el cine y los museos o transporte gratuito…
Eliminar la gerontofobia requiere del compromiso, la empatía y la sensibilización de cada persona para descartar esa visión errónea sobre la vejez por percibirla como sinónimo de carga o enfermedad.
Cada mexicano necesita tener una nueva perspectiva: sentirse afortunado de seguir agregando velitas a su pastel y sumando años a su vida, convencido de la sabiduría y certeza que contiene aquella frase hecha: “envejecer es un lujo que se les niega a muchos”.
DIRECTORIO
INSTITUCIONES GUBERNAMENTALES
SECRETARÍA DE SALUD – SERVICIOS DE SALUD DE YUCATÁN
Programa de Atención al Envejecimiento, prevención y control de enfermedades en adultos mayores.
Yuri Lissete Rosado Patrón
Departamento de Medicina Preventiva
Dirección de prevención y Protección de la Salud
Servicios de Salud de Yucatán
Correo electrónico: yuri.rosado@ssy.gob.mx
Teléfono: 999 930 30 50 Ext. 45073
Celular: 999 576 51 19
Dirección: Calle 72 Núm. 463 x 53 y 55 Centro CP 97000 Mérida, Yucatán
Página web: http://salud.yucatan.gob.mx
Horario de atención: de 7:00 a.m. a 2:30 p.m. de lunes a viernes
Jurisdicción Sanitaria Núm. 1 (Mérida).
Responsable: Rosa Eugenia Méndez Vales
Dirección: calle 20 Núm. 344 x 27 Col. Alemán CP 97148, Mérida, Yucatán
Teléfono: 999 926 54 10
Correo electrónico: amayor.enve@ssy.gob.mx
Horario de atención: de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. de lunes a viernes
Jurisdicción Sanitaria Núm. 2 (Valladolid)
Responsable: Rogelio Grajales
Dirección: calle 49 s/n x 52 y 54 Plaza Sisal, Valladolid, Yucatán
Teléfono: 985 115 39 49
Correo electrónico: saludadultomayor.js2@ssy.gob.mx
Horario de atención: de 8:00 a.m. a 2:00 p.m. de lunes a viernes
Jurisdicción Sanitaria Núm. 3 (Ticul)
Responsable: Gustavo Falcon Novelo
Dirección: calle 34 Núm. 238 x 27 y 29, Ticul, Yucatán
Teléfono: 997 972 08 17
Correo electrónico: desastres.juris3@ssy.gob.mx
Horario de atención: de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. de lunes a viernes
DIF YUCATÁN
Servicios y programas: alimentación balanceada, entrega de aparatos funcionales, vulneración de derechos, servicios médicos, terapia de rehabilitación, actividades socioculturales y deportiva. / Teléfono: 999 942 20 30 / Av. Alemán #355 Col. Itzimná, de 8:00 a.m. a 3:00 p.m., de lunes a viernes
Clubes de Adultos Mayores, con actividades culturales, recreativas y deportivas / Departamento de Atención a la Infancia y la Familia / Teléfonos: 999 927 71 42, 927 71 35 y 927 18 56, extensiones 101 y 103, entre 8:00 y 3:00 p.m.
Centros de Desarrollo Familiar Urbano y Municipales, para impulsar el emprendimiento mediante diferentes talleres: corte, belleza, cocina, entre otros / Teléfono: 999 927 18 56, ext. 101, de 8:00 a.m. a 3:00 p.m., de lunes a viernes
Entrega de aparatos funcionales a habitantes de los 106 municipios. / Teléfono: 999 942 20 30, ext. 14365, de 8:00 a.m. a 3:00 p.m., de lunes a viernes
Hambre Cero, apoyos alimenticios a adultos mayores / Dirección de Desarrollo Comunitario y Alimentación / Teléfono: 999 942 20 30, ext. 14326, de 8:00 a.m. a 3:00 p.m.
Centro Regional de Órtesis, Prótesis y Ayudas de Yucatán / Rehabilitación integral para pacientes con discapacidades motoras; elaboración de aparatos a bajo costo / Teléfono: 999 928 71 80, o al WhatsApp 999 114 57 24, de 8:00 a.m. a 3:00 p.m., de lunes a viernes
Centro de Rehabilitación y Educación Especial, para personas con discapacidad temporal o permanente / Teléfonos: 999 923 42 75 y 924 36 16, de 8:00 a.m. a 3:00 p.m., de lunes a viernes
CLÍNICAS PRIVADAS
GeriaMid, salud para el adulto mayor / Geriatría, medicina interna, medicina general, nutriología clínica, psicología, fisioterapia, enfermería, ortopedia / Calle 32 #131, Colonia Buenavista
Centro Geriátrico La Tercera Edad / Anestesiología, geriatría, nutriología clínica, ortopedia, psiquiatría, obesidad y delgadez / Calle 39 #516 X 74 Y 74-A, Centro
Centro Geriátrico CRYAM / Geriatría, enfermería, terapia ocupacional, nutrición, fisioterapia, estancia abierta las 24 horas / Calle 27 #278, por 44 y 46, Cordemex,
APLICACIONES ÚTILES (DISPONIBLES EN PLAY STORE)
- Senior Safety Phone – Simplifica a los adultos mayores el manejo de su teléfono.
- MedControl: Mi Control Médico
- Recordatorio de medicamentos
- Life 360 -localizador de personas en tiempo real
- Fabulous – seguimiento de hábitos y rutinas
- Banco del Bienestar Móvil
- Entrena tu cerebro (serie) – atención, memoria, coordinación, visual
- Sopa de Letras Español
- Brain Test: Acertijos Engañosos
- Radio México -Radio FM y AM
Edith Montserrat De la Barrera Balbuena, comunicóloga, periodista, correctora de estilo y aprendiz de lengua de señas. Una zurda apasionada del cine, fan de la Navidad y amante de las galletas. Osa de corazón, pero con un hijo pingüino. «Don Quijote decía que ‘la pluma es la lengua del alma’ y yo dejo un tanto de la mía en cada nota que escribo para VIVE MÉRIDA»