La sexualidad es un derecho humano y un elemento crucial para la identidad y el bienestar; sin embargo, cuando se habla de la que practican las personas con discapacidad, abundan los mitos, barreras y tabúes.
En este escenario, La convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, de 2006, estableció las bases para garantizarles educación sexual integral desde la infancia, respeto a su autonomía y consentimiento en la toma de decisiones sobre su intimidad y acceso a servicios de salud sexual y reproductiva sin discriminación.
Pese a la existencia del marco normativo, esto no se traduce aún en un ejercicio pleno de los derechos referidos.
“Aunque se busca que elijan sobre su cuerpo y tengan información útil sobre su cuidado y reproducción, esto no se concreta en dichas poblaciones”, afirmó Susana Xóchil Bárcena Gaona, del Grupo de Investigación en Psicología y Salud de la División de Investigación y Posgrado de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM.
A decir de la doctora en Psicología de la Salud, suele pensarse que la sexualidad no es algo que atañe a las personas con discapacidad, ya que hay muchos mitos y creencias erróneas en torno a esto.
“Se les considera niños eternos, asexuales y que nadie va a sentir atracción por ellos, pero esto los coloca en una posición de vulnerabilidad ante el abuso y la violencia. En este contexto, la falta de ejercicio de tales derechos genera problemáticas con una notoria diferencia por género”.
Por ejemplo, hay profesionales de la salud que recomiendan esterilizaciones forzadas en mujeres y niñas con discapacidad bajo la idea de evitar embarazos no deseados, aunque ello no previene las violaciones sistemáticas. Asimismo, sordos y sordas pueden ser víctimas de violencia si alguien les quita sus aparatos auditivos o lastima sus manos para evitar que se puedan comunicar; mientras que el abuso sexual y maltrato es más alto en infancias con discapacidad en comparación con aquellas que no la tienen, advierte la experta.
En ese sentido, Bárcena explica que estas agresiones no sólo afectan a las personas con discapacidad, sino sus familias, quienes muchas veces no cuentan con información o apoyos para hacerles frente, por lo que propone adoptar un enfoque integrador que derribe prejuicios y ofrezca herramientas para el acompañamiento y educación sexual del colectivo.

Y es que, sumado a la demora que suele darse al recibir diagnósticos, a los padres y madres no se les explica que sus hijos van a tener una edad menor en cuanto a sus procesos cognitivos o de razonamiento, pero en lo referente a su desarrollo sexual atravesarán los mismos cambios hormonales y sentirán los mismos impulsos que cualquiera.
Derivado de esta falta de información y orientación, el Grupo de Investigación en Psicología y Salud de la División de Investigación y Posgrado de la FES Iztacala desarrolló la plataforma Es Para Todos, en la que se abordan dichos temas con diseño de aprendizaje y recursos para que las familias hablen de proyectos de vida, noviazgos, anticonceptivos o paternidades responsables.
Para consultar estos materiales, sólo hay que enviar un correo a s.barcena@unam.mx y exponer el porqué de su interés para así obtener matrícula en la plataforma y acceso gratuito. Algunos de estos puntos también se abordan en Educación sexual en personas con discapacidad intelectual, recursos digitales para su enseñanza en familia, libro de consulta libre que no incluye la totalidad de los cursos en línea.
“Es importante que a quienes tienen discapacidad se les vea como seres humanos y que sus cercanos aprendan a preguntarles qué necesitan y a darles oportunidades de aprendizaje”, aseguró la especialista. Con estos materiales, las familias sabrán que la sexualidad va más allá de sólo las relaciones coitales, pues compromete afectos, placer, gusto y aquellas sensaciones que se experimentan con el cuerpo.
A decir de la experta, la discapacidad no anula la sexualidad; el problema tiene que ver con el entorno, que no posibilita ni da información para que puedan disfrutar de su intimidad y mucho menos hablar de reproducción o de métodos anticonceptivos.
“Esto es inherente a cualquier humano y arrebatárselo o negárselo a las personas con discapacidad, las deshumaniza. Debemos verlos como seres que se merecen desear, ser deseados y amar. Eso mermaría en mucho la discriminación en la que viven”.
Sexualidad adaptada
Sandra Jiménez Loza tiene 38 años, es escritora, productora, directora y actriz de cine y teatro. Su prisa por nacer, a los seis meses de gestación, evitó la maduración de sus pulmones y, con ello, la falta de oxígeno, lo que le provocó parálisis cerebral que afectó su motricidad.

Pese a eso, se siente afortunada de haber llegado a una familia donde nunca fue tratada diferente (“he tenido una vida normal”, dice). Fue a los 15 años cuando empezó a sentir atracción por su mejor amigo y las cosas cambiaron. “Me di cuenta de que no importa si a ti te gusta alguien; para que algo suceda, la seducción debe ser recíproca y no siempre es así”.
Hay gente que da por hecho que Sandra no piensa en tener hijos, sexo o intimidad, y que, por lo mismo, no la considera una pareja potencial. “Me ven como un angelito puro e inocente que no piensa en cosas carnales”.
Y aunque su familia ha sido la que le ha hablado de sexualidad, eso no es lo habitual hacia las personas con discapacidad. “No se les da información y, en consecuencia, los vuelven más vulnerables. ¿Cómo alguien que no sabe de sexo puede detectar si tienen o no intención de abusarlo?”, cuestionó.
Aunado a eso, hoy hay muchos estereotipos alrededor de quienes tienen diversidad funcional. “Seguimos usando la palabra discapacidad, un término que alude a capacidades disminuidas o limitadas, en lugar de asumir que tan sólo funcionamos distinto”.
En ese contexto, Sandra trabaja para que se dejen de asociar las capacidades con la persona o la falta o disminución de ellas. “Tienen que empezar a vernos como seres que funcionamos plenamente en lo laboral, afectivo, económico y sexual, pero de manera diversa”.
Pese a la apertura de su familia, esto no se replicó fuera, lo cual complicó el escenario porque a su alrededor veía cómo sus primas y hermanas vivían una vida con sus novios o pretendientes, mientras que ella no era correspondida. “Para empezar, nadie se fijaba en mí y los demás vivían experiencias que quizá a mí nunca me sucederán”.
Sin embargo, eso no la desanimó y buscó alternativas para explorar su sexualidad sin depender de una pareja. Sin pena ni tapujos, Sandra comparte que en una visita al supermercado compró un cepillo de dientes a pilas que se transformó en su primer vibrador. Después, con ayuda de una amiga, visitó una sexshop para buscar juguetes, pero se dio cuenta de que la mayoría eran complicados de usar, porque no están adaptados para alguien que no se puede mover con facilidad.
Con apoyo de su familia, intentó contratar servicios sexuales, aunque antes tuvo que explicar cómo era su cuerpo y qué podían hacer y qué no con ella. “A pesar de que se supone que esas personas son profesionales y están ahí para hacer su trabajo, a veces actúan como si te estuvieran haciendo un favor; eso me incomodó y me abstuve de buscarlas”.
En un ejercicio de prueba y error, se dio cuenta de que así gastaba más dinero en comparación con el placer que obtenía y decidió dejar aquello de lado. Luego vino la lectura erótica, actividad en la que ha encontrado mayor satisfacción. “Es lo que más me ha gustado porque me es muy fácil ponerle imágenes a lo que leo, entrar en esos universos, verme reflejada y olvidarme por un momento de mis circunstancias”, detalló.
A partir de tales experiencias ha aprendido de su cuerpo, a obtener placer y a constatar que ella, como persona, no depende de su condición, pues su falta de movilidad sólo es una característica más, como el tono de piel, la estatura, el color de ojos o la abundancia o escasez de cejas. “Somos parte de la sociedad y tenemos derecho a una vida como la de los demás; somos igual de productivos, inteligentes y sexosos que cualquiera. Si exploramos nuestra sexualidad y deseo de manera segura y correcta, o incorrecta y peligrosa, dependerá de cómo hayamos aprendido a hacerlo”, finalizó.
*La imagen de portada pertenece a modii
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