El estado de Yucatán enfrenta una crisis de trabajo infantil, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2022, el 15.1% de la población de 5 a 17 años en la entidad se encuentra en situación de trabajo infantil, una cifra que se traduce en más de 71,000 niñas, niños y adolescentes afectados.
En México tres millones 700 mil niñas, niños y adolescentes de cinco a 17 años en México realizan trabajo infantil (según el INEGI). Esta problemática se ha atendido jurídicamente en el país, pero para impulsar acciones efectivas debemos considerar un enfoque de derechos humanos y revisar el tema desde la interdisciplina, indica Mauricio Padrón Innamorato, del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM.
“De fondo hay una cuestión estructural. Debemos entender ¿por qué existe?, ¿por qué se ha mantenido a lo largo del tiempo?, ¿cuáles son las posibles soluciones? Si se sataniza un fenómeno social como éste lo desapareceremos de nuestro imaginario, pero no de la vida real, y eso es mucho más peligroso”.
El trabajo infantil en Yucatán se concentra en actividades que representan un alto riesgo para la integridad física y mental de los menores, muchas de las cuales califican como Peores Formas de Trabajo Infantil (PFETI).
De la población infantil en situación de trabajo infantil en Yucatán, 35 458 están empleados en ocupaciones no permitidas, lo que constituye aproximadamente el 7,5 por ciento de toda la población infantil de 5 a 17 años. Mientras tanto, 26 953 niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años están involucrados en quehaceres domésticos no adecuados, lo que representa aproximadamente el 5,7 por ciento de esta población. Es importante destacar que 8 564 niñas, niños y adolescentes están involucrados tanto quehaceres domésticos no adecuados como en ocupaciones no permitidas, lo que representa el 1,8 por ciento de la población infantil de 5 a 17 años en Yucatán.
Problematizar el trabajo infantil
El trabajo infantil, explica Mauricio Padrón:
“Son aquellas actividades productivas o económicas que interfieren con el desarrollo adecuado de las niñas, niños y adolescentes, y que intervienen con su educación obligatoria. Quienes lo estudiamos lo dividimos en: ligero, peligroso, forzado y doméstico en condiciones no adecuadas. Las diferencias se relacionan con la edad y con el tipo de actividad”.
El trabajo ligero se realiza en una edad no permitida e implica actividades que no necesariamente son una amenaza, como ayudar en algún comercio. El peligroso se relaciona con ocupaciones en sí mismas riesgosas para el bienestar de las niñeces, como la minería o lo agropecuario. El forzado refiere a algún tipo de esclavitud, trabajo sexual comercial o trata. El doméstico en condiciones no adecuadas tiene que ver con la cantidad de horas dedicadas a las labores en el hogar.
La Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2022, del INEGI, muestra que de los tres millones 700 mil infantes que trabajaban, 2.1 millones realizaron alguna ocupación no permitida (de este total, el 92.5 por ciento llevó a cabo actividades de carácter peligroso), mientras que 1.9 millones se dedicaron a quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas.
En las áreas más urbanizadas, la tasa de trabajo infantil fue de 8.4 por ciento y en las menos urbanizadas fue de 16.4 por ciento. Particularmente en Yucatán, esta tendencia se repite: La población infantil que vive en áreas menos pobladas tiene mayor probabilidad de estar involucrada en el trabajo infantil.

Al respecto, el investigador plantea que hay múltiples factores causales que pueden englobarse en dos categorías: condiciones económicas y culturales.
“La primera se da en los hogares más pobres o que en algún momento necesitaron apoyo para compensar la pérdida de ingresos, como pasó en la pandemia. La segunda se configura a partir de la idea de que los niños deben trabajar y aprender un oficio para cuando crezcan”.

Pensar que las niñeces están a las órdenes de sus padres y madres, quienes los preparan y educan para su futuro laboral, sigue permeando en términos culturales y sociales y es crucial para que este fenómeno social se siga reproduciendo en México.
“Hay que crear conciencia sobre sus consecuencias y prevenir. Es preciso diseñar políticas públicas para mantener a las niñeces en la escuela y crear programas específicos y focalizados como becas o apoyos para que las familias no necesiten mandarlas a trabajar. Además, debemos crear mecanismos institucionales para vigilar y sancionar”.
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