Más allá del abandono: la ley y el peso de la «proveeduría» redefinen el rol del varón joven en el sureste mexicano.
La paternidad en la adolescencia es un fenómeno complejo en Yucatán, investigaciones sugieren que muchos padres jóvenes sí asumen la responsabilidad, pero esta se traduce casi exclusivamente en una obligación financiera, no en una co-responsabilidad de crianza.
El varón que embaraza a su pareja adolescente se ve forzado a acelerar su tránsito a la vida adulta. Si bien existe la figura de abandono y negligencia contra la infancia, sociólogos indican que la presión social y el rigor legal de la pensión alimenticia aseguran que la mayoría asuma un rol de «proveedor económico».
El supuesto prestigio de ser «hombre» cuesta la educación
Para los varones en contextos de precariedad, la paternidad temprana no es percibida únicamente como un problema, sino como un elemento que consolida su identidad de género y «acredita su entrada a la adultez».
El reconocimiento social y el prestigio como «hombres responsables» se ganan con la capacidad de proveer. Esta alta valoración de la proveeduría tiene una consecuencia inmediata y severa: el abandono escolar. La necesidad de conseguir un ingreso para el sustento de su nueva familia obliga a estos jóvenes a dejar los estudios (especialmente en la Educación Media Superior) y a insertarse prematuramente en el mercado laboral, incluso en sectores precarios.
Este es un costo estructural: la interrupción educativa hipoteca su capital humano, limitando su acceso a mejores salarios en el futuro y perpetuando el ciclo de precariedad para su familia. Sin embargo, existen esfuerzos por mitigar este impacto, con instituciones que promueven la reintegración educativa ofreciendo modalidades flexibles para los padres que buscan un futuro mejor.
Esta situación, además de afectar directamente la educación de los padres jóvenes, también provoca que las madres adolescentes enfrenten la responsabilidad de criar solas, incluso si la pareja continúa a su lado; pues se encuentra en el rol de proveedor, sin co-criar.
Asimismo, refuerza la idea de que los hombres «tienen que poder con todo» y, además, no necesitan pedir ayuda.
¿Jugar fútbol o cuidar al bebé?
La pregunta sobre si el joven «continúa yendo a jugar fútbol como si nada hubiera pasado» toca la fibra de la desigualdad de género. La reconfiguración de la vida del padre adolescente se centra en la dedicación al trabajo para ser proveedor.
Cuando la madre adolescente asume la carga primaria del cuidado directo, esta asimetría libera al padre para concentrarse en lo laboral. La persistencia de ciertas actividades de ocio masculino no es necesariamente irresponsabilidad financiera, sino el resultado de que la madre está estructural y físicamente obligada a modificar drásticamente su ocio y trayectoria personal.
En este contexto, la obligación del padre es predominantemente financiera, y el incumplimiento se sitúa en la esfera de la co-responsabilidad afectiva y de crianza.
La vulnerabilidad oculta del padre joven
A pesar de la fachada de «fortaleza» que impone la masculinidad, los padres adolescentes varones enfrentan significativos desafíos psicosociales. El género masculino es más reticente a consultar a un profesional de la salud y tiene mayor dificultad para expresar emociones.
La abrupta presión financiera y la necesidad de reestructurar su vida generan un estrés y ansiedad importantes. Bajo el imperativo de la fortaleza, el joven niega su vulnerabilidad emocional. Esta situación aumenta el riesgo de problemas psicológicos y puede manifestarse en patrones de crianza punitivos, impactando negativamente en el desarrollo socioemocional de su hijo.
Es fundamental que los sistemas de apoyo y las familias reconozcan esta vulnerabilidad y ayuden a desarrollar habilidades socioemocionales para la gestión de emociones y la resolución de conflictos.
Respuesta institucional y el reto en Yucatán
Yucatán forma parte de la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (ENAPEA) y cuenta con el Programa para la Prevención del Embarazo en Adolescentes, mismo que pretende disminuir los embarazos en jóvenes entre 10 y 19 años. Y, aunque como parte del mismo cuentan con orientación y derivación ante situaciones de embarazo no planificado; las acciones para acompañar y guiar a padres y madres jóvenes aún resulta insuficiente.
Aunque los adolescentes pueden acudir a unidades de salud para solicitar información sobre planificación familiar, la principal tarea pendiente es asegurar la inclusión activa y focalizada, tanto para los padres jóvenes, –en especial para que superen su reticencia a buscar ayuda– como para las madres.
La conclusión es clara: la sociedad debe pasar de estigmatizar al joven a ofrecerle alternativas estructuralmente viables y sin ser socialmente juzgado y señalado con la obligación de proveer, para lograr la «acreditación de la adultez» que compitan con la paternidad precoz, como es la finalización educativa. El padre adolescente necesita herramientas que lo conviertan, no solamente en proveedor, sino en un padre activo que vaya más allá del cheque de manutención.
*Este texto fue realizado con ayuda de IA
Entre las fuentes citadas se encuentran:
Scielo
Gobierno del Estado
Artículo: Prácticas parentales y percepción del rol en padres de adolescentes
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