En México, 39.6 por ciento de las personas mayores reportaron haber sido discriminadas específicamente por su edad, es decir, 4 de cada 10 personas de 60 años o más reporta este tipo de discriminación, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022 del INEGI. Aunque hombres y mujeres registran niveles similares, ellas enfrentan una doble discriminación: por edad y por género.
Los resultados del estudio muestran que la mayoría de los agravios se relacionan con la edad y con sus opiniones, y que estos suelen traducirse en burlas, maltrato o incluso en la negación de servicios básicos. Además, casi el 40% de las personas mayores se percibe a sí misma como una carga para su familia, un dato que refleja el impacto emocional de la exclusión social.
En Yucatán, donde según el Censo 2020 viven más de 325 mil personas adultas mayores (15% de la población total), los retos son aún más evidentes. Muchas enfrentan la falta de servicios de salud dignos, pensiones insuficientes y un entorno urbano poco accesible para su movilidad. En Mérida, por ejemplo, el transporte público carece de infraestructura inclusiva, lo que limita su autonomía y participación social.
“La discriminación por edad limita las oportunidades y afecta la dignidad de las personas mayores; romper con el edadismo significa visibilizarlas, reconocer su valor y garantizar su participación activa en la vida social, cultural y económica del país”, afirmó Carmen Rosillo, cofundadora y COO de Koltin, empresa mexicana que impulsa un movimiento “anti anti-edad” para cambiar la forma en que entendemos el envejecimiento.
La compañía, que se convirtió en la primera en ofrecer cobertura de salud privada a este sector a través de un modelo de membresía, organizó un conversatorio en el marco del Día de las Personas Mayores (28 de agosto). En el encuentro participaron la actriz y activista Ofelia Medina, las periodistas Maribel R. Coronel y Concha León Portilla, y el Dr. David Corona, especialista en demencias, quienes coincidieron en que envejecer no debe ser sinónimo de sufrimiento ni invisibilización.
“Compartamos con la juventud y con nuestras familias lo que significa envejecer, junto con los temores y miedos que provoca, sin olvidar la importancia de hacer comunidad y de recordar que todas las personas tienen algo que decir y aportar”, recalcó Medina.
En Yucatán, donde cada vez es más común que los adultos mayores sostengan económicamente a sus hogares o incluso continúen trabajando en la informalidad, la discriminación por edad se traduce en barreras para acceder al empleo, la salud y los espacios públicos.
Transformar la percepción sobre la vejez, concluyeron los especialistas, no es un asunto individual, sino una responsabilidad colectiva: familias, empresas, instituciones y autoridades deben garantizar que esta etapa de la vida sea reconocida como un momento de experiencia, autonomía y potencial, y no como una carga.
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