Jue. Ago 28th, 2025

¿Son las pantallas «como la cocaína»? El debate sobre la vulnerabilidad infantil a las adicciones

Una psiquiatra encendió el debate en redes sociales al comparar el efecto de las pantallas en el cerebro de un niño con el de una “sustancia estimulante”, yendo tan lejos como a equipararlas funcionalmente con la cocaína. 

Aunque la comparación puede parecer extrema, detrás de ella se esconde una compleja realidad que está redefiniendo nuestra comprensión de las adicciones en la era digital. No se trata de una equivalencia química, sino de una vulnerabilidad compartida que la ciencia comienza a desentrañar.   

La Dra. Geraldine Peronace, psiquiatra e investigadora, ha explicado esta analogía funcional señalando que las pantallas, como las redes sociales o los videojuegos, actúan como una «droga psicoestimulante» en el cerebro infantil. 

¿La razón? El sistema de recompensa cerebral. Este circuito, fundamental para la supervivencia, se activa con la liberación de dopamina en respuesta a estímulos placenteros. Cada «me gusta», notificación o logro en un juego genera un «chispazo de dopamina», entrenando al cerebro a esperar y demandar esta gratificación constante.   

Peronace afirma que esta «hiperexcitación» provoca una liberación intensa de dopamina, comparable al efecto de una sustancia estimulante en un organismo infantil. Cuando el estímulo digital se retira, el cerebro puede experimentar una especie de “abstinencia”, manifestada en irritabilidad y nerviosismo, ya que «grita que quiere más».   

Sin embargo, los expertos científicos son cautelosos. Si bien la analogía ayuda a ilustrar el mecanismo neurobiológico, la mayoría de los estudios no establecen una relación de causalidad directa y lineal entre el uso de pantallas y una futura adicción a drogas. En su lugar, el consenso apunta a una «vulnerabilidad común».   

El verdadero vínculo: una tormenta de factores de riesgo

El uso problemático de pantallas, definido por la pérdida de control y la interferencia con la vida cotidiana, es más un indicador de un perfil de riesgo que una causa en sí misma. Los individuos que desarrollan una adicción a la tecnología a menudo comparten factores de riesgo con aquellos propensos al abuso de sustancias. Entre ellos se encuentran:   

  • Rasgos de personalidad: La impulsividad, la búsqueda de sensaciones y una baja tolerancia a la frustración son comunes a ambos fenómenos.   
  • Problemas de salud mental: La comorbilidad es un factor clave. Trastornos como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), la depresión, la ansiedad y la baja autoestima aumentan el riesgo de ambas adicciones.   
  • La hipótesis de la «automedicación»: Se ha demostrado que los niños con TDAH son especialmente vulnerables al uso problemático de tecnologías. Esto se debe a que su cerebro, con una alteración en la neurotransmisión dopaminérgica, busca de forma instintiva la estimulación que los videojuegos y las redes sociales ofrecen para compensar un déficit natural. Esta misma vulnerabilidad puede llevarlos a buscar estímulos más potentes más adelante en su vida.   

Más allá de la pantalla: el rol del entorno

La tecnología no existe en un vacío. Un factor de riesgo crucial es la falta de implicación y supervisión de los padres en el uso de pantallas. Un entorno familiar donde no se establecen límites claros o donde no se promueven actividades que ofrezcan recompensas naturales (como el juego físico, el ejercicio o la interacción social en persona) puede aumentar la dependencia digital.   

Especialistas coinciden en que el tiempo de uso no es el único factor. Lo que realmente importa es el patrón de uso y si este interfiere con el sueño, el rendimiento escolar, las relaciones sociales o la salud mental. Este enfoque matizado permite diferenciar un uso abusivo de una adicción que requiere intervención.   


La comparación de las pantallas con drogas psicoestimulantes sirve como una poderosa llamada de atención.


El problema no es la tecnología en sí misma, sino cómo su uso compulsivo puede ser una manifestación temprana de una vulnerabilidad preexistente. Abordar de forma integral los factores de riesgo subyacentes, junto con la promoción de hábitos digitales saludables y el fomento de recompensas naturales, es la clave para la prevención.   

*Esta nota fue elaborada con ayuda de la Inteligencia Artificial.

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